Miércoles, Octubre 26, 2011 | Por Frank Correa
LA HABANA, Cuba, octubre, www.cubanet.org -Tal vez el mayor aporte en el
campo de la obsesión por planificar del sistema socialista es la
OFICODA, oficina de control de alimentos, sin dudas la mayor
vigilancia que siempre ha existido sobre los ciudadanos.
Estas oficinas municipales, como en el ajedrez, donde se anota cada
movida para llevar la historia de la partida, llevan en sus
voluminosos legajos el conteo de cada paso del individuo, cada cambio
de domicilio, cada libra de arroz ingerida, de azúcar, mes por mes,
cada cumpleaños de un niño para venderle el cake, cada libra de
pollo, cada canastilla de embarazada, las dietas, todo un laberinto
anotado hasta el detalle.
La ley que activó el sistema de las OFICODA en Cuba, puede
considerarse como el esplendor del delirio, de los ideadores de la
revolución socialista, un sólido engranaje de legislaciones que rigió
el igualitarismo paternalista tomado como premisa, que a la larga
decantó en una actualización del modelo, mediante un sistema de
reformas, a base de reducción de subsidios, eliminación de
prebendas y gratuidades, y autorización en trabajos por cuenta propia.
Las montañas de papeles que circundan las OFICODA municipales de toda
Cuba, han visto pasar ante ellas en este medio siglo a millones de
cubanos que mediante los trámites exigidos para la vida en una sociedad
socialista, informan cada paso que dan, a los controladores de la
sociedad. Tanta burocracia esconde implícito un ingenio sutil, que
puede enmarañarse si el individuo incumple algo del tedioso papeleo.
Por ejemplo hace tres años, Beily Mariam nació en la vivienda de Playa
donde residen sus padres, quienes tuvieron que ir hasta Palma Soriano
con la recién nacida a inscribirla y poder asentarla en la OFICODA,
la razón fue que la madre de Beily Mariam no poseía dirección de La Habana.
Otro caso similar es el de Genaro, de 57 años y vecino del barrio
Ramirito, en Santa Fé, que vio nacer y crecer a sus tres hijos en La
Habana, y nunca pudo asentarlos en la OFICODA de Playa, sino en la de
Camaguey, por no tener el cambio de dirección. Finalmente Genaro
resolvió el problema, luego de muchos años, casándose con una vecina
domiciliada en La Habana, a quien tuvo que hacerle "un regalito".
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