Los secuestrados
Jorge Camacho
Columbia 31-10-2011 - 10:30 am.
Nila Cortés, El Sexto, Yoani Sánchez: un Estado que ejerce la violencia
sobre los ciudadanos es que tiene miedo.
Nila Cortés junto a su hijo y su esposo, el periodista de televisión
Tony Cortés.
Cuba es un país secuestrado por el miedo. También es un país que ejerce
de forma rutinaria la violencia sobre sus ciudadanos. No hay ley ni
estamento político que se lo impida. Simplemente el Estado tiene la
totalidad del poder y lo ejerce de forma indiscriminada sobre aquellos
que considera indeseables. Todo aquel que no esté junto al gobierno, que
no repita las consignas del Estado y no esté dispuesto a comulgar con
sus mentiras, es una víctima potencial de sus miedos. Porque hay que
estar claros: un Estado que ejerce este tipo de violencia sobre los
ciudadanos lo hace únicamente porque tiene miedo, y la única forma que
encuentra para justificar sus crímenes es culpando a sus enemigos de ser
agentes subversivos, escorias y gusanos. Contra ellos, el Estado cubano
enfila sus armas, aun aquellas que son completamente ilegales en el
resto del mundo, como es la figura de la pre-delictividad.
Según Wilfredo Vallín, presidente de la independiente Asociación
Jurídica Cubana (AJC), el delito de pre-delictividad está avalado en el
código penal cubano, aunque es rechazado en el resto del mundo. A través
de este "delito" se encausa a personas que nunca han transgredido la
ley, pero que según el Estado son proclives a hacerlo. Este
encausamiento va en contra, sin embargo, del fundamento principal del
código penal, que asume que todos los ciudadanos son inocentes hasta que
se pruebe lo contrario. Es una contradicción que no se ha resuelto,
según Vallín, por una simple razón. Se trata de un "saco abierto" en el
cual puede entrar cualquier persona y que se ha dejado así "para cuando
haya alguna divergencia de tipo político y la persona no puede ser
encausada porque no ha sido sorprendida en un delito flagrante,
aplicarle el concepto de la peligrosidad pre-delictiva y entonces
encarcelarla".
Los secuestros de la bloguera Yoani Sánchez en una parada de ómnibus,
del grafitero El Sexto en una esquina de su barrio, y más recientemente
el de Nila Cortés en un restaurante de La Habana, muestran que ningún
ciudadano está exento de este tipo de represión, que son sujetos
desechables, sin derechos jurídicos, cuyos "casos" ya están tipificados
en la ley de antemano.
Por esta razón, la policía política puede arrestarlos con o sin una
orden de detención, y arrojarlos a una celda por el tiempo que crea
conveniente. Las autoridades no necesitan justificarse. Ellas son la
ley, y la ley la hacen todos los días a su conveniencia. No extraña
entonces que en una sociedad acostumbrada a este tipo de abusos, muy
pocos protesten, y que a quienes lo hacen, basta que la policía los
acuse de "gusanos" o sugiera que hay que "investigarlos", para que esa
masa muda, inerte, acostumbrada a los azotes, acepte sin protestar el
atropello.
¿Cómo es posible si no, ver impávidamente que metan a una mujer a
puñetazos en un carro? ¿Cómo es posible que nadie diga nada, que nadie
vea nada, que lo justifiquen y se queden callados?
En la Argentina de la dictadura de finales de los 70, los carros en que
se llevaban a los opositores eran Ford Falcon verdes. Se apostaban
detrás de las casas o de las escuelas a esperar a que salieran sus
víctimas. Luego, en las cárceles las mujeres eran violadas, y a los
hombres se le ponían picanas eléctricas en los testículos para hacerlos
hablar. En Cuba no son Ford falcones los que hacen las recogidas. Son
Ladas blancos, de esos que quedan todavía en La Habana, reliquias de la
era soviética. Los secuestradores, por su parte, usan métodos más
refinados pero igualmente mortales, el chantaje, la coacción, el
atropello verbal y la mentira. Su objetivo no es acabar con el cuerpo,
sino con el espíritu. Hacer que se sienta miedo, que se sienta la fuerza
de todo el Estado sobre los hombros de las víctimas, como un poder
sobrehumano.
En estas condiciones, El Sexto estuvo casi cuatro días encerrado en una
celda y Nila Cortés, que vive en Miami, lleva ya muchos más. Al igual
que hacen los secuestradores y narcotraficantes en países como Colombia
o México, la policía política cubana le ha pedido a los familiares que
no vayan a los medios. Que no avisen a nadie. Que les dejen hacer su
trabajo pacientemente.
http://www.ddcuba.com/derechos-humanos/7831-los-secuestrados
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