Tuesday, July 26, 2011 | Por Jose Antonio Fornaris
LA HABANA, Cuba, julio, www.cubanet.org – Hace poco, utilizando el
método de preguntas silenciosa, la televisión nacional ofreció una
entrevista con el actor Enrique Molina.
Molina es un experimentado y excelente actor. Ha trabajado en un buen
número de largo metrajes y en un sinnúmero de series y novelas televisivas.
En la entrevista habló de sus comienzos en la vida artística, de su
familia, y muy en especial de su esposa Elsita, con quien lleva casado
40 años. En fin, se trató de presentar al ser humano más que al actor.
Molina y yo nos llevábamos bien, hasta se puede decir que fuimos amigos.
Juntos estuvimos varios años trabajando, como micro brigadistas, en la
construcción de un edificio de 12 plantas y 152 apartamentos en el
Vedado, a un costado del Hotel Habana Riviera. Esa fue una oportunidad
para ambos, y para otros muchos empleados del Instituto Cubano de Radio
y Televisión (ICRT), de adquirir el derecho a rentar una vivienda.
Después fuimos vecinos y continuamos las buenas relaciones. Tenía la
impresión de que era una persona humilde y buena hasta que llegaron los
sucesos de la Embajada de Perú, en mayo de 1980.
Un joven negro novio de una compañera nuestra, vecina del mismo
edificio, salió de la sede diplomática con un "salvo conducto" de los
que el gobierno estaba entregando para tratar de aliviar el gran
hacinamiento existente en el recinto, y fue para la casa de la que era
su mujer.
Ella, al parecer, asustada y creyendo que lo del "salvo conducto" era
algo serio y que en verdad tenía algún tipo de valor, informó al Comité
de Defensa de la revolución (CDR) de la presencia de su pareja en la
vivienda.
Pocos minutos después el ingenuo joven corría aterrorizado delante de
una turba que lo perseguía y le gritaba todo tipo de improperios.
Huyendo de la turba se refugió en un llamado Seccional de los CDR,
ubicado en 5ta. Avenida y calle 6, en el propio Vedado.
Molina, Manuel Porto, también actor, y un militante del Partido
Comunista de apellido Matos, entraron al recinto. La puerta quedó
abierta. Sentaron al joven en una silla y comenzaron a golpearle y a
gritarle ofensas de todo tipo. Afuera quedó el resto de la turba y dos
policías que habían llegado en un auto oficial, disfrutando del
espectáculo de reafirmación revolucionaria, hasta los tres individuos
terminaron su tarea.
Luego se conoció que le habían fracturado dos costillas, la clavícula
derecha y casi le habían arrancado una oreja. El muchacho estuvo varios
días hospitalizado.
Este mes, en la presentación de un libro de poesía de Jorge Olivera,
coincidí con una actriz y le pregunté si había visto la entrevista a su
colega. Sin preámbulos dijo: "Molina es un fascista".
De inmediato contó que ella lo había visto a él y a otros individuos
obligar, a fuerza de golpes, a un joven camarógrafo de la televisión, de
apellido Muíñas, a arrodillarse y besar las supuestas partes púdicas de
una caricatura de madera y cartón, de tamaño natural, del Tío Sam,
colocada en el exterior del Cine Yara, en la transitada y conocida
Rampa. La golpiza se debía que el joven había renunciado a su empleo en
el ICRT para viajar a Estados Unidos a través del puente marítimo del
Mariel.
Conocía la anécdota porque el suceso, por su gran dosis de humillación,
fue impactante y corrió de boca en boca; pero no conocía la identidad de
los principales protagonistas.
Tras escuchar la historia, y para sacarla de su error, le dije: "Molina
no es fascista, es comunista".
Después, hicimos lo posible para olvidar a Molina y concentrarnos en la
poesía.
http://www.cubanet.org/articulos/enrique-molina-un-verdadero-comunista/
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