Los rockeros cubanos (II)
27 Junio, 2017 7:14 pm  por Eduardo Martínez Rodríguez
El Cerro, La Habana, Emaro (PD) El rock tiene que escucharse alto, bien 
alto y potente, de otra forma no sirve, no provoca las emociones para lo 
que se crea esta música, las cuales son algo más que exaltación, sentido 
de euforia, de potencia física, de superioridad o sublimidad, de que no 
hay nada que se nos pueda interponer, etc. Tal vez por eso al rock se le 
asocian los grupos de supremacía blanca y otros locos. Y si usted encima 
de eso le agrega las drogas, imagínense.
Ahora mismo, mientras escribo, estoy escuchando al veterano Ozzie 
Osbourne. ¡Qué loco! Lleva más de cuarenta años sobre el escenario, 
haciendo locuras y produciendo una música genial. Eso es toda una vida y 
cansa.
Usted tendría que ver a un video de una de las actuaciones del grupo 
norteamericano llamado Disturbed, por ejemplo. Tendría que ver al 
público, todos rubios, altos, fuertes, o eso es lo que nos muestran.
¡Ah ese primer minuto de Perry Mason de Ozzie osbourne! ¡Qué potencia! 
¡Qué locura! La batería y las guitarras ocupan todo el espectro sonoro 
dentro de mis audífonos y me levanta, me levanta, hasta muevo la cabeza, 
que es lo único que sé de bailar. Suena espectacular.
Pero tiene que gustarle. De lo contrario, no lo soporta. Tengo un amigo 
que me decía que Pink Floyd para él era un tractor con el motor 
encendido todo el día al lado de su habitación. ¡Vaya!
Tal vez por eso de no entender, o de no gustarle la música de este tipo, 
sucedió algo bien feo con el concierto de los Rolling Stones en La Habana.
Una tarde estoy escribiendo y de repente escucho una súper-potente 
música que me llama la atención. Aquello sonaba durísimo, sin 
distorsiones ni ruidos. Tocaba ACDC su Back to black. Cerré mi máquina y 
salí de casa para averiguar quién tenía aquella música que sonaba tan 
bien que estremecían literalmente al barrio y a mi edificio -nada de 
metáforas: vivo a 400 metros de la Ciudad Deportiva.
Caminé como el dibujo animado, flotando detrás de olor. Me atraía el 
potente sonido. Cuando llego a la esquina de Primelles y Santa Catalina 
veo de dónde sale la música. La tribu de rockeros de los Rolling Stones 
probaban las torres de audio. Eran de acero, con enormes bafles colgando 
en arco. Había como seis en cada una. Asimismo se veían otras muchas 
torres con luces. Terminaban un enorme escenario con una lengua, tres 
pantallas gigantes y una amplia tienda de campaña detrás, la cual hasta 
contaba con un generador de electricidad por si acaso (parece que 
alguien les había alertado).
El concierto iba a ser gratuito. Nadie hubiera asistido si hubieran 
cobrado lo que en otros lugares. A Mick Jagger le había agradado tanto 
La Habana y los habaneros que quiso regalarnos un concierto.
Costó millones. Tan solo el transporte de toda la parafernalia técnica 
que trajeron necesitó de varios aviones de carga, así como varios más 
para los troperos y técnicos, todos con aquella pinta gringa de rockeros 
viejos (dicen que estos super grupos tienen tres o cuatro de estas 
tribus de asistentes).
Fui cada vez que probaban los equipos a toda energía. Era como 1200 
kilos de potencia. Algo que jamás había podido escuchar en mí ya larga 
vida de musicómano. Entonces me percaté del por qué llaman a esto 
súperconciertos. No solo es por las decenas de miles de personas que 
atraen, sino por lo que cuesta armarlos.
Resulta difícil imaginar lo que aquellos cuatro septuagenarios, los 
Dinosaurios del Rock, generan en dinero para pagar a tanta gente y mover 
tanta impedimenta de país en país, de ciudad en ciudad. y estructuras.
La policía instaló decenas de cámaras de CCTV alrededor de la Ciudad 
Deportiva y pavimentaron las calles adyacentes.
Salí de mi casa una media hora antes de que comenzara el concierto pues 
quería acomodarme y observar.
Lo primero que no me agradó fue que el gobierno ¿de la ciudad? había 
cercado una gran área en redondo delante del escenario, las mejores 
locaciones, aunque nunca hubo asientos, y para entrar allí se requería 
de invitaciones que habían entregado previamente el Partido y la UJC. 
¿Por qué? ¿Quién les dio el derecho cuando el concierto era gratuito, un 
regalo de los Stones para todos? ¿Qué tenía que ver allí el Partido, la 
UJC, o cualquier otra institución aprovechada?
Lo segundo fue que el gobierno pidió a los técnicos que solo subieran el 
audio hasta la mitad, para no molestar a los vecinos. ¡Qué estupidez! 
Esto tiene que haber molestado a los técnicos quienes se habían tomado 
el trabajo y el gasto de traer tanto aparato y tanta potencia porque el 
rock, como les he explicado, se escucha así, potente, mientras más 
potente, mejor.
A la tercera canción me volví a casa pues no soportaba la rabia. Parecía 
que los Rolling Stones estaban puestos en la radio de algún vecino, 
cuando yo conocía cuánta potencia tenían aquellas torres de audio.
Fue y será nuestro único megaconcierto de la historia nacional por el 
despliegue de tecnología, hasta dentro de algún tiempo tal vez, y lo 
desperdiciamos por mojigaterías de funcionarios que demuestran otra vez 
no saber dónde están parados.
Ni siquiera Audioslave tuvo esa potencia de salida cuando tocaron en la 
mal llamada Tribuna Antimperialista hace un par de años.
Dicen que los Stones dejaron parte del equipamiento como donación. Dicen 
que lo situaron en La Tropical, donde usualmente tocan grupos de salsa. 
¡Qué desperdicio!
Digo "dicen", pues jamás se publicó de esto en los medios nacionales.
Lo del audio lo averigüé in situ, con los técnicos gringos. Ozzie 
Osbourne también estuvo en La Habana, pero no vendrá a tocar aquí. En el 
Caimán Barbudo sacaron una muy buena foto a página completa del fundador 
de Black Sabbath.
Si no entiende todo esto, pregúntele a algún rockero, asesórese y 
aprenda. Se lo recomiendo. El rock también es parte de la cultura general.
eduardom57@gmail.com; Eduardo Maro
Source: Los rockeros cubanos (II) | Primavera Digital - 
https://primaveradigital.org/cubaprimaveradigital/los-rockeros-cubanos-ii/
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