CARLOS ALBERTO MONTANER: Gracias, dios mío, por el mercado y la libertad
Decenas de miles de norteamericanos durmieron a las puertas de las tiendas
Los responsables de ese asombroso milagro económico son los apóstoles 
del mercado
El capitalismo moderno es una prodigiosa máquina de hacer pan
CARLOS ALBERTO MONTANER
Fue el paroxismo del consumo. La noche del "Día de acción de gracias" 
(Thanksgiving), el último jueves de noviembre, decenas de miles de 
norteamericanos durmieron a las puertas de las tiendas para arramblar 
con todo lo que pudieron en el llamado "Viernes negro" (Black Friday). 
Luego siguió la fiesta durante un fin de semana en el que las rebajas de 
precio y la competencia entre tiendas y marcas incitaban sin tregua el 
insaciable apetito de los consumidores.
Entre Thanksgiving y las Navidades, los norteamericanos compran el 20% 
de todo lo que adquieren a lo largo del año. Por otra parte, se sabe que 
la extraordinaria vitalidad de la economía de Estados Unidos –que este 
año producirá más de 17 billones de dólares (trillions en inglés)– 
depende en un 70% de las compras de su sociedad. Cuando ese porcentaje 
disminuye sustancialmente, el país entra en recesión, aumenta el 
desempleo y la situación de los más pobres suele agravarse.
Los responsables de ese asombroso milagro económico son los apóstoles 
del mercado: los emprendedores que lanzan las empresas, los legisladores 
que las protegen con leyes justas, los tribunales que administran el 
derecho mercantil, los financieros que procuran los recursos, los 
capitalistas que arriesgan sus ahorros o parte de ellos, los abogados 
que le dan forma legal al empeño y lo defienden en los conflictos, los 
ingenieros que construyen los bienes u organizan los servicios, los 
comerciantes que los transan, los publicitarios que despiertan el 
interés de las gentes, los especialistas en marketing, los vendedores, y 
un sudoroso etcétera de gente febrilmente dedicada día tras día a 
producir y a innovar para poder competir.
De ese aguerrido ejército depende el bienestar del conjunto de la 
sociedad y una recaudación de impuestos que permita sostener a un Estado 
eficiente. Si hay beneficios y excedentes, son posibles la educación, la 
policía, la sanidad, las carreteras y alcantarillados, y el resto de los 
servicios públicos, incluidas las Fuerzas Armadas que nos protegen de 
los depredadores exteriores.
Si hay beneficios y excedentes, se multiplican las pulsiones caritativas 
y filantrópicas que permiten que florezcan las religiones organizadas y 
la miríada de oenegés que subsisten de la solidaridad ajena, aunque 
desprecien el aparato productivo del que viven, y le muerdan la mano al 
que les da de comer, acaso porque no entienden cómo se crea, conserva o 
malgasta la riqueza.
En todo caso, es un acto de justicia poética que el Viernes Negro 
sobrevenga a continuación del jueves de Acción de Gracias. Como recuerda 
Kent Dillon en su artículo Thanksgiving Celebrated as the Birthday of 
Free Enterprise, los peregrinos del Mayflower se establecieron en 
América con el objeto de crear una gran comuna cristiana, una sociedad 
comunista, en la que todo fuera de todos.
Tal vez actuaban influidos por la obra Utopía, escrita un siglo antes 
por Tomás Moro, aunque lo ocultaran por el carácter católico del 
excanciller inglés decapitado, entre otras razones, por oponerse a la 
Reforma de la que ellos eran partidarios.
Con el fervor religioso que les caracterizaba, los peregrinos trataron 
de desarrollar sus objetivos hasta que, debido al hambre, la 
improductividad de las cosechas, las muertes por escorbuto, y el resto 
de una infinidad de calamidades que casi los liquida a todos 
(exactamente como sucedió en Virginia), decidieron entregar la tierra a 
los labradores y establecer un régimen de propiedad privada en el que el 
individuo prosperara de acuerdo con su capacidad, iniciativa y 
responsabilidad. A partir de ese punto, comenzó, realmente, a 
materializarse el "sueño americano".
Cuando nos preguntamos por qué Corea del Norte es veinte veces más pobre 
que Corea del Sur, la respuesta hay que buscarla en el colectivismo y la 
planificación centralizada. Son casi los mismos coreanos, unos 
instalados en la utopía totalitaria y los otros en el mercado libre. Lo 
de casi es porque el promedio de estatura de los del norte es tres 
centímetros menos que los del sur y, además, su esperanza de vida es 11 
años menor (69 frente a 80).
Cuando queremos saber por qué la infinita mayoría de los cubanos no 
tienen esperanzas racionales en las pseudo-reformas de Raúl Castro y 
continúan tratando de escapar del paraíso de los trabajadores, como los 
casi cuatro mil que hoy se agolpan en Costa Rica, y los millones que 
esperan su oportunidad en Cuba, es porque en esa Isla persisten los 
mitos del colectivismo, la planificación centralizada y la hegemonía 
total del Partido Comunista. La perspectiva, pues, es de hambre.
Démosles gracias, pues, al mercado y a la libertad, en estos días tan 
significativos. El capitalismo moderno, abierto y competitivo, como se 
ha dicho, es una prodigiosa máquina de hacer pan. Para los que lo 
tienen, claro.
Periodista y escritor. Su último libro es la novela Tiempo de Canallas.
www.firmaspress.com
Source: CARLOS ALBERTO MONTANER: Gracias, dios mío, por el mercado y la 
libertad | El Nuevo Herald - 
http://www.elnuevoherald.com/opinion-es/opin-col-blogs/carlos-alberto-montaner/article46778985.html
 
 
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