Balseros cubanos muertos, los desaparecidos
CHRISTINE ARMARIOASSOCIATED PRESS
11/27/2014 6:24 PM  11/28/2014 4:50 AM
Los cadáveres aparecieron a 32 kilómetros (20 millas) de una popular 
playa del sur de Florida: Cuatro hombres, todavía jóvenes. Sus restos 
lucían gravemente deteriorados: mordidos por tiburones y con rostros 
irreconocibles.
Uno tenía una cicatriz en forma de herradura en la cabeza. Dos tenían 
tatuajes: Uno de una araña, y el otro de un tigre con una flor. El 
cuarto llevaba un par de calzoncillos color naranja y un reloj dorado.
La Guardia Costera de Estados Unidos los entregó a la oficina del médico 
forense de Broward, donde permanecieron por días. Se trató de cuatro 
muertos más entre los miles que han perecido tratando de cruzar el 
turbulento Estrecho de la Florida.
A menudo los restos de balseros que llegan a aparecer cerca de las 
costas de EEUU están en tal mal estado que no pueden ser identificados 
visualmente, pero las relaciones políticas hacen ese proceso más difícil 
con los inmigrantes cubanos. Debido al estancamiento diplomático de 
cinco décadas entre EEUU y Cuba, los patólogos no pueden buscar los 
registros dentales o de ADN de familiares en la isla.
"Los medios convencionales de identificación no funcionan", dijo Larry 
Cameron, director de operaciones del médico forense de Miami-Dade.
Los investigadores deben armar un rompecabezas a base de cicatrices, 
tatuajes, operaciones e indumentarias. En el mejor de los casos, se 
encuentra algún familiar en EEUU que puede dar muestras de ADN y 
confirmar el deceso. Las leyes de la Florida prohíben la cremación de 
cadáveres que no han sido identificados y algunos huesos son preservados 
por años. La morgue de Broward tiene cadáveres que datan de los años 70.
Muchos otros están enterrados en cementerios para mendigos después de 
que se les extrae el ADN, marcado sólo por un número, "y nunca sabemos 
si esos balseros no se perdieron en el mar", dijo Ramón Saúl Sánchez, 
presidente del grupo del exilio Democracy Movement (Movimiento Democracia).
La identificación de los restos se ha vuelto una prioridad de nuevo para 
los médicos forenses de la Florida, en medio de un aumento de 75 por 
ciento este año del número de cubanos que tratan de cruzar por mar. Al 
menos 3,722 cubanos han sido interceptados o lograron llegar a las 
costas estadounidenses en el último año fiscal.
La mayoría se embarcan en balsas de madera, metal y Styrofoam, 
impulsadas por motores precarios. Casi no tienen instrumentos de 
navegación y con frecuencia se pierden en el mar y sus ocupantes se 
deshidratan lejos de las costas. Algunas embarcaciones son tan pequeñas 
que los tiburones las pueden hacer volcar. La gran mayoría muere o 
desaparece.
La Guardia Costera de Estados Unidos ha interceptado 72,771 cubanos en 
el mar en las últimas tres décadas. Otros miles consiguieron alcanzar 
las costas norteamericanas o las autoridades cubanas les impidieron 
salir. Los estudiosos estiman que al menos uno de cada cuatro balseros 
cubanos no sobrevive, lo que podría significar que 18.000 han muerto.
Holly Ackerman, investigador de la Duke University especializado en el 
tema de los balseros cubanos, dijo que Cuba y Estados Unidos podrían 
ayudar a determinar quiénes han muerto o desaparecido simplemente 
comparando los nombres de las personas que se fueron de la isla con los 
de las que ingresaron a Estados Unidos, pero nunca lo han hecho.
Sánchez le ha escrito a las autoridades federales pidiéndoles que los 
dos países cooperen en la identificación de los balseros muertos.
En una de las peores tragedias de balseros de tiempos recientes, 32 
migrantes partieron en agosto de Manzanillo, en la costa sur de Cuba, y 
se quedaron varados en el mar durante casi un mes. Cuando unos 
pescadores mexicanos los encontraron a principios de septiembre, sólo 15 
seguían vivos. Los demás trataron de nadar hasta la costa o murieron y 
sus compañeros arrojaron sus cuerpos al agua. Sus restos no han sido 
encontrados.
Los cuatro cadáveres que fueron encontrados el 24 de agosto en la costa 
de Florida recibieron menos atención. No hubo sobrevivientes que 
contaran lo que pasó ni de dónde venían. Pero entonces Sánchez comenzó a 
recibir llamadas desde Cuba: Un grupo de nueve balseros habían partido 
desde un sitio cercano a La Habana cinco días antes. Nadie había oído 
hablar de ellos desde ese entonces.
Junier Fernández Hernández, un maestro de 32 años, dejó una carta 
diciendo que se iba y pidiendo que su padre cuidase a su hijo de ocho 
años. Léster Martínez, de 27 años, le dijo a su familia el día previo 
que se iba en una balsa.
"Lo que hace es una locura", le dijeron parientes.
"Confíen en mí", les respondió Martínez.
José Ramón Acosta, de 35 años, no le dijo a nadie que partía. Había 
visto cómo su sobrino Aliandi García, de 24 años, llegaba a EEUU por mar 
el año previo. El muchacho llegó a Estados Unidos y un día recibió una 
llamada de sus parientes en Cuba. "Tu tío se fue hacia EEUU", le 
dijeron. "Estate pendiente de las noticias".
Pasaron los días. Los parientes llamaron a la Guardia Costera, pero no 
había información. Hasta que se le informa a Sánchez que se habían 
recuperado cuatro cadáveres frente a Hollywood Beach.
Se encontró con familiares de los Estados Unidos, algunos primos 
distantes que nunca habían visto a los balseros, y fueron a la morgue 
del condado de Broward, donde recibieron la mala noticia: Los cadáveres 
estaban tan descompuestos que no podían ser reconocidos. A algunos les 
faltaban partes del cuerpo y presentaban lo que parecían mordidas de 
tiburones y otros peces.
El médico forense Craig Mallak dijo que le preguntó a la Guardia Costera 
si se podían conseguir registros dentales o muestras de ADN de sus 
parientes, pero le respondieron que "es muy difícil porque no tenemos 
relaciones diplomáticas con Cuba".
Los investigadores pasaron horas con los familiares, tratando de recabar 
posibles pistas: qué tan altos eran, el color de sus cabellos, si tenían 
alguna marca.
Se enteraron de que el tío de García se había operado por unas 
convulsiones epilépticas y que tenía determinadas cicatrices. Una 
segunda pista acabó con cualquier duda: los investigadores le mostraron 
a García una foto de una camiseta gris con un logo rojo de Puma. Era la 
camiseta que García le había dado a su tío antes de embarcarse él mismo 
en una balsa.
Otros dos balseros de ese grupo, Alberto Mesa, de 25 años, y Enrique 
Milanés, de 45, fueron identificados por sus tatuajes. Mesa era padre de 
un niño de dos años que vendía hot dogs y había tratado de irse cuatro o 
cinco veces en balsa en el pasado, según una tía.
Una de las cosas distintivas del cuarto cadáver fue un reloj Orient 
dorado. Familiares de Hernández residentes en Miami inmediatamente 
reconocieron el regalo que le había hecho su padre hacía algunos años.
"Fue horrible", dijo un primo de Hernández, Andrés Díaz. "Con las 
muertes normales, es algo que se procesa rápido. Pero este es un proceso 
largo y doloroso, que parece no acabarse nunca".
Martínez y otras cuatro personas que zarparon con ellos siguen 
desaparecidas. Dos de los cadáveres recuperados siguen en la morgue.
García, quien trabaja en un restaurante y gana muy poco, dijo que no 
está en condiciones de pagar por la cremación o el entierro de su tío. 
La familia de Mesa querría enterrarlo en Cuba, pero eso costaría miles 
de dólares, que no tienen.
Díaz dijo que piensa enterrar las cenizas de Hernández en Miami.
"Murió tratando de venir a este país", expresó. "Lo vamos a enterrar aquí".
Source: Balseros cubanos muertos, los desaparecidos | El Nuevo Herald - 
<http://www.elnuevoherald.com/noticias/mundo/america-latina/cuba-es/article4176847.html>
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