6 de marzo de 2013

La breve vida feliz del caudillo Chávez

Chávez, Venezuela

La breve vida feliz del caudillo Chávez

Chávez deja a Venezuela más dependiente que nunca de las exportaciones,
para cubrir las necesidades básicas de la población

Alejandro Armengol, Miami | 06/03/2013 9:03 am

En febrero de 2000, el London Review of Books publicó un reportaje sobre
Hugo Chávez de Richard Gott. Para el periodista y escritor inglés
—Guerrilla Movements in Latin America y Land Without Evil eran dos de
sus libros publicados, al que pronto se uniría In the Shadow of the
Liberator: The Impact of Hugo Chavez on Venezuela and Latin America, que
preparaba entonces— el presidente venezolano era una especie de asidero,
que le permitía describir una alternativa al modelo neoliberal en
Latinoamérica, al tiempo que reconocía que la economía venezolana se
encontraba en un estado tan "lamentable como el existente cuando Chávez
tomó el poder".

Ya para entonces Chávez abrigaba planes económicos y sociales irreales,
que le gustaba explicar a periodistas extranjeros dispuestos a escuchar
con entusiasmo. Uno de ellos, descrito por Gott, tenía como objetivo
revertir el flujo migratorio del campo a la ciudad en Venezuela, la
intención de que quienes apenas sobrevivían en las villas miseria que
rodean Caracas se trasladaran a idílicas zonas rurales —no importaba si
en ese momento eran zonas áridas y despobladas— y dieran comienzo a una
nueva vida, dedicados a la agricultura o a talleres artesanales.

En un gesto que evidenciaba su mimetismo con Fidel Castro, Chávez invitó
al periodista a un recorrido por algunas de aquellas áreas que ya
estaban haciendo futuro. El articulista de The Guardian, escritor de
izquierda y con debilidad por los caudillos —"con frecuencia los
escritores han sido susceptibles a los encantos de los hombres fuertes
representantes del radicalismo en Latinoamérica, y no soy una
excepción"—, pero no al grado de pasar por tonto, anota una escena: el
gobernante venezolano hace una pregunta al supervisor de un asentamiento
cercano a la frontera colombiana, y el periodista logra transmitir el
terror del entrevistado.

Lo que no consigue es señalar que luego que el caudillo parta y el susto
pase todo seguirá igual, y así será una y otra vez a pesar de los
castigos y los encarcelamientos; que los proyectos económicos de este
tipo están destinados al fracaso, como lo demostró Cuba.

Chávez también pregunta por los propietarios de los terrenos que rodean
al lugar y se responde a sí mismo: "Sé que hay muchas personas que son
propietarios de terrenos aquí que en la realidad viven en Miami o en
Londres. Debemos expropiarlos. La nueva constitución nos permite
hacerlo. Pero por supuesto que pagaremos por ello". Como empeñado en que
la palabra "expropiación" recorra de nuevo Latinoamérica.

Desde sus inicios, el plan de recolonización de Venezuela con sus
propios pobladores estuvo destinado al fracaso por dos razones
fundamentales. Una política y otra económica. El poder de Chávez se
apoyaba fundamentalmente en los integrantes de la marginalidad urbana.
Obligarlos a marchar al campo sólo era posible de lograr mediante una
dictadura férrea, pero que al mismo tiempo significaba una pérdida de
votantes en unas elecciones que aunque viciadas siempre estuvieron lejos
de la farsa electoral cubana.

La segunda razón resultó aún más poderosa que la primera. Aunque el
traslado se llevara a la práctica mediante la coerción, el proyecto de
lograr el desarrollo por medio de pequeños talleres, áreas
agroindustriales y parcelas de autoconsumo —enfocado hacia un consumo
interno de sustitución de importaciones y una vuelta a los cultivos
indígenas— estaba condenado al fracaso, como ocurrió en Cuba y en otros
países.

Después de más de 14 años de gobierno, Chávez deja a Venezuela más
dependiente que nunca de las exportaciones, para cubrir las necesidades
básicas de la población, y del petróleo. Expropiaciones agrícolas,
controles y restricciones solo han servido para disminuir la producción
nacional, que siempre ha sido deficiente.

Además de un culto idólatra por la figura de Simón Bolívar, Chávez
siempre se vanaglorió de recurrir a Simón Rodríguez —el maestro de
Bolívar— como uno de sus guías ideológicos: Incluso mandó a reimprimir
los trabajos del educador. Sin embargo, más allá de su importancia
histórica y anecdótica, las ideas económicas del maestro bolivariano
carecen de valor en la actualidad y son obsoletas a la hora de fomentar
la mejor estrategia para el desarrollo. Rodríguez planteó que
Hispanoamérica "debe ser original". Eso suena muy bonito en las
alocuciones y los discursos, pero la realidad demuestra que el enorme
potencial económico de Japón y los países asiáticos debe más a una
imitación servil que a la búsqueda de una originalidad caduca. Por otra
parte, el único logro económico de Chávez fue mantener controlada la
tubería del petróleo. Pero con ello demostró más astucia de tendero que
sagacidad de estadista.

Una figura anacrónica

Chávez surgió como un anacronismo, pero con posibilidades de triunfo en
un presente sin buenas perspectivas de futuro. Su definición mejor era
que desafiaba la corriente neoliberal en Latinoamérica, que ya a finales
de los noventa comenzaba a dar muestras de insuficiencia pero que aún no
apuntaba al fracaso.

Mientras los neoliberales afirmaban que los largos y tediosos años de
proteccionismo económico, ideas izquierdistas y economía controlada no
habían logrado la riqueza y el bienestar del ciudadano, Chávez gritaba
lo contrario: una vuelta al pasado.

Su discurso monótono cautivó lo suficiente para lograr cambios radicales
con un amplio apoyo popular. Para explicar el fenómeno se puede
argumentar que en Venezuela el 85 por ciento de la población vivía en la
pobreza, mientras era uno de los países más ricos del mundo en recursos
naturales: petróleo de sobra, 3,000 kilómetros de costas caribeñas sin
explotación turística, oro y piedras preciosas en abundancia y tierras
fértiles.

El militar convertido en mandatario llegó al poder denunciando el
nepotismo, la malversación, el despilfarro y la injusticia como las
causas de la crisis. Su denuncia no era original pero tampoco carecía de
certeza. Sólo que en vez de dedicarse a gobernar con honestidad,
emprendió una aventura política donde no solo se ha vuelto ha repetir el
nepotismo —basta mirar la repartición de cargos entre los familiares del
propio Chávez y su círculo más cercano—, el clientelismo define la vida
nacional y la figura del agente político o burócrata rentista está
convertida en ideal y esperanza. Comenzó repitiendo un discurso
autócrata y terminó tan embriagado de sí mismo que pasó de las palabras
a los hechos y a las órdenes dictatoriales.

No es que el gobierno de Hugo Chávez no redujera la pobreza. Al
contrario, ese fue uno de sus mayores logros nacionales.

Venezuela es el segundo país de América Latina donde más se ha reducido
la pobreza en los últimos 12 años, detrás de Ecuador, que entre 1991 y
2010 la redujo en 26,4 %, según la Comisión Económica para América
Latina y el Caribe (Cepal).

En 2010, el 27,8 % de los 29 millones de venezolanos vivían por debajo
de la línea de pobreza. Cuando el presidente Chávez llegó al poder en
1999, era el 49,4 %.

Pero esta disminución no ha obedecido a un programa de justicia social
con una sólida perspectiva, sino a un aumento de los ingresos laborales.

Esto implica algunas desventajas para los venezolanos. Además de
utilizar los aumentos salariales como instrumento para ganar votos, hace
que la economía doméstica dependa de un nivel de ingresos que a su vez
está determinado por los ingresos del Estado. Es decir, de la riqueza
petrolera y en especial del precio del crudo en el mercado.

En este sentido, en noviembre del pasado año la Cepal informó: "La
República Bolivariana de Venezuela registró un leve incremento de sus
tasas de pobreza e indigencia, de 1,7 y 1,0 puntos porcentuales
respectivamente.

El reporte del organismo advertía que entre 2010 y 2011 el porcentaje de
hogares venezolanos cuyos ingresos no cubren la canasta básica, pasó de
27,8 % a 29,5 %. Igual ocurrió con el indicador de indigencia o pobreza
extrema, de tal manera que la proporción de familias cuyas asignaciones
monetarias no alcanzan para atender los gastos de alimentación, varió de
10,7 % a 11,7 % del total de hogares venezolanos.

Aunque el aumento esta muy ligero. Las causas que habían llevado al
mismo sí resultaban alarmantes.

La Cepal señalaba que una de las razones por las cuales aumentó la
pobreza en Venezuela se debían al hecho de que en el país se registró
una caída del ingreso medio de la población en términos reales, es
decir, al tomar en cuenta la inflación.

Por supuesto que estas cifras han aumentado luego de la última devaluación.

Hay que tener en cuenta además que, de acuerdo con datos del Fondo
Monetario Internacional (FMI), en 2009 la inflación en Venezuela alcanzó
el 28 %, la segunda más alta del mundo después de la República
Democrática del Congo (el gobierno la había estimado aproximadamente en
18 %). Y en el 2010, para efectos del Presupuesto el Gobierno estimó una
inflación del 22 % (cálculos hechos en noviembre 2009).

Todo lo anterior indica que, con independencia de si el poschavismo o la
oposición logran el triunfo electoral, y lo más probable es que sean los
primeros, el futuro económico y social del país no es muy promisorio.

Ahora bien, lo que termina con Chávez es el sendero en que confluían los
errores de Chávez y los venezolanos. Los segundos tenían la
justificación del hambre y la injusticia de una época anterior, mientras
el primero se perdió en un afán de poder que satisfacía mediante el
sainete político: Chávez llegó a ser el caudillo prodigioso que
torcidamente los pobres anhelaban, sin abandonar su naturaleza de
fantoche de turno. A partir de este momento, los senderos se bifurcan y
no bastarán el fanatismo y la torpeza.

http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/la-breve-vida-feliz-del-caudillo-chavez-283368

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