20 de diciembre de 2010

Cubaleaks

Filtraciones

Cubaleaks
Bertrand de la Grange
Madrid 19-12-2010 - 1:18 pm.

* ¿Por qué no se publican en Cuba los cables de Wikileaks sobre La Habana?
* ¿Aparecerá un Cubaleaks que nos muestre los atropellos cometidos por
un megalómano que se dedicó a sembrar guerrillas, mandó a decenas de
miles de soldados a África o autorizó el uso de las valijas diplomáticas
para transportar armas, droga y hasta cadáveres?

¿Se puede ser enemigo acérrimo de la transparencia informativa y
celebrar las filtraciones de Wikileaks? Algunos, empezando por Fidel
Castro y el coro de aduladores que le siguen la corriente en los blogs
oficialistas cubanos, no ven ninguna contradicción si se trata de
golpear al "imperio". En un nuevo capítulo de sus Reflexiones, publicado
el 15 de diciembre, el dictador semijubilado felicitaba al australiano
Julian Assange por haber "puesto de rodillas moralmente al imperio",
pero no daba un solo ejemplo para demostrarlo y se cuidaba mucho de
reproducir los cables diplomáticos de Estados Unidos sobre Cuba.

En realidad, Fidel Castro no está muy satisfecho, y sus alabanzas al
australiano podrían ser un simple ardid para quedar bien, mientras
descarga toda su ira contra las "cinco grandes transnacionales de la
información", es decir, los cinco periódicos escogidos por el propio
Assange para publicar los 250.000 telegramas del Departamento de Estado.
El ex presidente les acusa de usar esas filtraciones "para atacar a los
países más revolucionarios" y llega al extremo de tildar a dos de esas
empresas, El País y Der Spiegel, de "extremadamente mercenarias,
reaccionarias y pro fascistas".

Castro sugiere que los cinco diarios habrían expurgado de común acuerdo
los documentos más incómodos para Washington. Lo mismo habían dicho Evo
Morales, Hugo Chávez y Daniel Ortega, que salen bastante mal parados en
los cables difundidos hasta ahora. Todos esperaban una avalancha de
revelaciones sobre supuestas fechorías de EE UU, y se quedaron con los
colochos hechos. Ahora Castro se suma al carro de los despechados y se
inventa otra de esas conspiraciones internacionales —esta vez, entre
cinco medios con una sensibilidad de izquierda— que tanto predicamento
tienen entre sus seguidores.

Donde sí acierta el viejo comandante es cuando señala que "las ideas
pueden ser más poderosas que las armas nucleares" (el piropo está
dirigido a Assange por su "audaz desafío" al imperio). Y precisamente
por este motivo las ideas no pueden circular en Cuba, ni tampoco la
prensa extranjera ni los cables diplomáticos que aportan detalles sobre
la grave enfermedad de Castro, la catastrófica situación económica en la
Isla o la omnipresencia de los servicios de inteligencia cubanos en
Venezuela.

Nadie puede imaginar que Granma publique, por ejemplo, el cable
"confidencial" sobre la destitución fulminante, en marzo de 2009, del
vicepresidente Carlos Lage y del ministro de Relaciones Exteriores,
Felipe Pérez Roque, que eran considerados —de manera errónea, creo— como
los moderados del régimen y, por ende, los mejores interlocutores de la
comunidad internacional. Tampoco la prensa oficialista cubana se
atrevería a reproducir el telegrama del 19 de junio de 2007 sobre la
muerte de la esposa de Raúl Castro, Vilma Espín. El entonces jefe de la
misión diplomática estadounidense en La Habana, Michael Parmly, hace una
descripción descarnada de los dos principales dirigentes de la isla. "Lo
más probable es que esta pérdida no le importe mucho a Fidel Castro,
pero sí tendrá un impacto relevante sobre Raúl Castro. […] Nos ha
llegado la información de que Raúl Castro pasó por una depresión cuando
coincidieron las enfermedades terminales de su hermano y de su mujer".

Los cables de Wikileaks revelan secretos del Estado cubano, y eso en la
Isla es un delito que "se castiga hasta con pena de muerte, tanto para
civiles como para militares", recordaba una agencia de prensa. Incluso
existe el fusilamiento previo para impedir la revelación de secretos,
como ocurrió cuando Fidel Castro mandó al paredón, en 1989, a dos de sus
más cercanos colaboradores, el general Arnaldo Ochoa y el coronel
Antonio de la Guardia. Ambos estaban autorizados para traficar con
cocaína colombiana —el dinero servía para financiar al régimen—, pero el
FBI había descubierto la trama. Fueron sacrificados para salvar a los
hermanos Castro.

¿Conoceremos un día los entresijos de esas operaciones criminales
dirigidas desde las más altas esferas del poder en La Habana? ¿Aparecerá
un Cubaleaks que nos abra una ventana a los atropellos cometidos, dentro
y fuera de la Isla, por un megalómano que se dedicó a sembrar guerrillas
en todo el continente, mandó a decenas de miles de soldados a África o
autorizó el uso de las valijas diplomáticas para transportar armas,
droga y hasta cadáveres? Ya sabemos que muchas pruebas han sido
destruidas y varios testigos eliminados, pero lo poco que queda promete
ser bastante más truculento que el inocuo material difundido por Wikileaks.

http://www.diariodecuba.com/opinion/2272-cubaleaks

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