René Gómez Manzano
LA HABANA, Cuba, febrero, www.cubanet.org -Conocí a Orlando Zapata 
Tamayo el 11 de marzo de 2003, cuando un grupo de seis cubanos inició un 
ayuno en apoyo de los presos políticos cubanos. Era un joven de treinta 
y tantos años, no muy locuaz.
En los días siguientes pude conocerlo mejor. Me asombró saber que estaba 
encausado, aunque en libertad provisional. Pensé que otro, en su lugar, 
habría invocado la posible revocación de ese beneficio para rehuir el 
ayuno. Pero no él: tal actitud no habría compaginado con su carácter de 
mármol. Así lo demostró con la huelga de hambre que lo mató en la tarde 
de hoy.
Lo vi por última vez en la madrugada del 20. Continuábamos ayunando y ya 
se había iniciado la Primavera Negra. Hora a hora recibíamos noticias de 
nuevas detenciones. Recuerdo que, al hablar con un diplomático amigo, 
Orlando estuvo de acuerdo en que, en caso de ser encarcelados también 
nosotros, no aceptaríamos ser canjeados por los cinco espías cubanos.
En términos comparativos, salió de su juicio bien librado. Ante las 
sanciones elefantinas de los demás detenidos, los tres años de Orlando 
parecían casi una vacación. Seguramente otro, en su lugar, habría 
quedado libre en 2006, pero no Zapata. Era demasiado generoso; 
apasionado y vertical hasta el exceso. La protervia del régimen hizo que 
a su sanción inicial fueran sumándose más años, hasta pasar de treinta.
Los atropellos que sufrió lo hicieron iniciar esta última huelga de 
hambre a principios de diciembre. Hemos escuchado las denuncias de otros 
presos; de sus seres queridos. Encerrado en solitario, las autoridades 
lo privaron de agua durante semanas. Cuando sus propiedades fueron 
entregadas a su mamá, ésta pudo comprobar que estaban completamente 
roídas y cubiertas de excrementos de ratas. Podemos entonces imaginar en 
qué terribles condiciones pasaría esos días Zapata, tirado en el mismo 
piso que sus pertenencias.
Literalmente fue traído a La Habana para que muriera aquí. Al trato 
cruel se sumó la burla obscena; son dignas de recordar las palabras de 
un oficial de la policía política: "Les tengo una noticia buena y una 
mala: la buena es que está en el Hospital Ameijeiras; la mala es que se 
está muriendo".
Estoy convencido de que Orlando Zapata Tamayo, con su conducta 
admirable, se ha ganado un lugar de honor en la historia de nuestra 
Patria; me enorgullece pensar que conviví con él durante una década, sus 
últimos días de libertad.
A este hombre en cuyas venas se mezclaban las sangres de nuestros 
ancestros españoles y africanos, le ha tocado reeditar, al cabo de un 
tercio de siglo, la hazaña inmortal de Pedro Luis Boitel. Duele pensar 
que representantes de dos generaciones distintas de cubanos hayan tenido 
que llegar a ese sacrificio supremo, y todo contra el mismo régimen 
cruel. Nuestra pobre Cuba seguirá teniendo el dudoso honor de ser el 
único país de las Américas cuyo gobierno ha dejado morir de hambre a 
algún preso político.
Descansa en paz, Orlando. Tus hermanos trataremos de ser fieles a tu 
ejemplo luminoso.
Noticias/Cuba En memoria de Zapata (25 February 2010)
http://www.cubanet.org/CNews/y2010/feb2010/25_C_1.html
 
 
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