Lucas Garve, Fundación por la Libertad de Expresión
LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) - Las quejas de la 
población publicadas ahora en los periódicos cubanos son ya algo 
habitual. Las secciones de opinión de los lectores se han convertido en 
el vertedero de las frustraciones, absurdos y medidas irracionales que 
abruman a los cubanos.
Estas secciones aparecen en la página de opinión bajo títulos como Acuse 
de recibo y Frente al espejo, en el diario Juventud Rebelde; y Cartas a 
la dirección, en Granma, y son un  muestrario de lo que padecen los 
ciudadanos por culpa de las prohibiciones, decisiones, reglamentos, 
incapacidades, insensibilidades y sinrazones generadas por un sistema de 
ordeno y mando, característico de los regímenes que no permiten el 
cuestionamiento y la discusión libre de sus errores.
Un remitente se queja de la falta de derechos del cliente en los 
comercios y mercados agrícolas donde quien paga tiene que obedecer 
ciegamente y sin protestar la decisión que tome el vendedor, por muy 
absurda que sea.
Otro remitente se queja del nuevo salidero de agua en la esquina de su 
casa provocado porque una brigada de  obreros de reparación de las 
tuberías de gas rompió, accidentalmente, la del agua. En la misma 
página, en un recuadro a la derecha, un lector lamenta que los ritmos de 
muchas piezas musicales solamente tengan de cubano el nombre del autor.
Mientras, en la otra, una joven recién diplomada de una carrera técnica 
expone que no encuentra trabajo porque un burócrata de su municipio no 
ha enviado el modelo correspondiente de  aprobación de la plaza a otro 
burócrata de la provincia.
No obstante, la condena implícita en los textos de las quejas, jamás se 
dirige al verdadero culpable: el Estado que nos gobierna. ¿Quién, si no 
él, nos impuso el martirio cotidiano? ¿De dónde salieron tantas 
prohibiciones plasmadas en reglamentos, directivas y disposiciones, que 
nos ahogan? ¿Quién nos vendió este paquete sin derecho a reclamación?
El cliente que paga no tiene razón porque el comercio, como tal, no 
tiene valor en Cuba. Crearon un sistema que no respeta al comercio, ni a 
las leyes elementales de la economía de mercado, ni el valor de cambio 
de la moneda, porque el dinero es algo sucio, aunque el Estado, que no 
tiene competidor, nos paga salarios miserables y nos vende los productos 
al 240 por ciento por encima de su valor.
Ahora pretenden nuestros gobernantes restablecer relaciones que 
borraron, actitudes que una vez ellos mismos condenaron, como las buenas 
costumbres de convivencia social, que ya casi ningún cubano valora.
Si durante décadas se nos ha ordenado espiar, delatar, aplaudir en un 
acto de repudio, insultar, golpear y lanzar huevos a quien no esté de 
acuerdo con el gobierno, ¿cómo vienen ahora a frenar los deseos de 
insultar y tirar piedras en cualquier otra circunstancia? Es esa la 
"respuesta rápida" que con tanto empeño enseñaron al pueblo.
Se necesitarán décadas para subsanar los errores cometidos que han 
acabado con el respeto a las normas básicas de la convivencia social, 
que empieza por el respeto a la integridad y la propiedad ajenas.
De seguro, jamás lo lograremos si no empezamos por señalar y penalizar 
al único culpable de este desastre: el Estado.
Cuba: La sinrazón del vendedor (25 November 2009)
http://www.cubanet.org/CNews/y09/noviembre09/25_C_5.html
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