El yugo y el cascabel
HILDEBRANDO CHAVIANO MONTES | La Habana | 27 de Octubre de 2016 - 10:32
CEST.
A partir del mismo 1 de enero de 1959, una parte del pueblo cubano se
opuso al Gobierno que aún no se había declarado comunista pero que de
inmediato se dio a la aleccionadora tarea de televisar fusilamientos.
Entre los primeros que se percataron del fraude y la traición estuvieron
numerosos combatientes del Movimiento 26 de Julio y del Directorio
Revolucionario 13 de Marzo, los mismos que se habían alzado contra la
dictadura de Fulgencio Batista para restaurar la democracia y procurar
el desarrollo del país.
Aquella guerra de guerrillas contra el Gobierno ya decididamente
dictatorial de Fidel Castro duró varios años, muchos de los opositores
armados capturados en combate fueron asesinados in situ, otros eran
sometidos a juicios sumarísimos en una farsa donde los Tribunales
Revolucionarios eran integrados por soldados del Ejército Rebelde que
asumían las funciones de fiscales, jueces y hasta de abogados
defensores. Muchos de los enjuiciados en estos circos macabros eran
fusilados horas después en el estadio Palmar de Junco matancero. Otros
con mejor suerte salían con largas condenas de cárcel, a cumplir en las
peores condiciones posibles.
En esa misma época se produjeron dos levantamientos populares en la
ciudad de Cárdenas, en Matanzas, y en el poblado habanero de El Cano,
elegido para ser el primer pueblo socialista de Cuba. Ambos
levantamientos fueron reprimidos salvajemente por militares disfrazados
de civil y armados con cadenas, trozos de tubos y cualquier cosa que
sirviera para golpear al pueblo desarmado.
Tuvimos también el desembarco de la Brigada 2506 por Playa Girón,
petardos, bombas, avionetas incendiando cañaverales, infiltraciones
armadas y tiroteos desde lanchas artilladas. Todas esas acciones
procuraban el levantamiento del pueblo, el derrocamiento de Fidel Castro
y la erradicación del comunismo de la faz sino de la tierra, por lo
menos de Cuba.
Sobrevino a esta época de rebeldía armada otra de rebeldía civilista,
donde los protagonistas eran intelectuales, dirigentes defraudados,
militantes comunistas con crisis de fe, y así hasta el momento actual en
que, como nunca antes, la oposición al Gobierno se ha generalizado al
hacerse evidentes la falta de resultados, la corrupción de los
dirigentes y de los no dirigentes, y la certeza de que no hay futuro
para los cubanos con el comunismo como sistema económico, político y social.
Siento profunda admiración y respeto por todos los que en las distintas
épocas, y con disímiles recursos durante casi seis décadas, han tenido
el coraje de arriesgar la libertad y hasta la vida por defender el
derecho a vivir en un país democrático y con respeto a la propiedad
privada. Visto desde la distancia de los años transcurridos, podríamos
aventurarnos a considerar si este o aquel método de lucha fue o no
correcto o eficaz, pero en realidad, no tenemos ningún derecho a hacerlo
porque cada hombre es hijo del momento que le tocó vivir, ni más ni menos.
Hoy, unos cubanos se decantan por la oposición pacífica en las calles;
otros, ven una oportunidad en unas elecciones que, si bien legitiman
hacia adentro al Gobierno cubano, legitiman y hacen visibles a
ciudadanos que de otra forma seguirían en el anonimato. Cada candidato
independiente que gane las elecciones en su barrio mostrará al Gobierno
y al mundo que son preferidos por un cierto número de vecinos,
preferencia esta que de otra forma se hace harto difícil de demostrar
entre los opositores.
Por otra parte, el Gobierno de la Isla ya es reconocido como legítimo
por la totalidad de las naciones reunidas en la ONU, incluso ya tiene
embajada en el archirrival del Norte, de ahí que los cubanos para viajar
a cualquier parte del mundo debamos presentar un pasaporte emitido por
este Gobierno que no elegimos, pero que es.
La opción de tomar las calles, como se vio en Cárdenas y en El Cano, no
es nueva y llegado el momento podría ser decisiva si el pueblo se
lanzara a las calles espontánea y masivamente, alentado por una fuerza
divina que no necesite de líderes preparados ni medios de comunicación,
que les sacuda el miedo del cuerpo, no a unos cientos de opositores
aislados, sino a los miles que no se nos acercan porque su simpatía no
da para arriesgarse a las golpizas y calabozos.
Llegado el momento de que el Gobierno abandone el poder, forzado por esa
gran masa lanzada a las calles sin importarles nada, empezaría una tarea
ardua para poner de acuerdo a todas las fuerzas opositoras que en la
actualidad se desgastan en criticarse entre sí, ponerse zancadillas y
buscar los favores de amigos dadivosos. Quizás también en este momento
la misma fuerza divina que previamente lanzó el pueblo a las calles
lograría la unidad de los opositores, que convocarían de inmediato una
asamblea constituyente donde, puestos de acuerdo sin dilación, darían a
luz una nueva Carta Magna.
Pero, dejando a un lado la ficción, la tarea que ahora asume #Otro18,
Candidatos por el Cambio y demás organizaciones de la oposición civil,
no es un despilfarro de tiempo ni de recursos, como no lo fue el
alzamiento guerrillero en las montañas del Escambray. Cualquier proyecto
que hoy busque ganarle espacio al Gobierno de manera pacífica, es digno
de respeto y si no se le va a dar apoyo, al menos no se le debe
serruchar el piso.
En política, hay que empezar por jugar con las reglas del juego que
existen si no hay fuerza suficiente para cambiarlas. No contamos con una
Juana de Arco ni con ejércitos, ni siquiera con un pueblo dispuesto a
inmolarse por su libertad. Que Candidatos por el Cambio, #Otro18 y todos
los demás perseveren a pesar de las divisiones, el criticismo, amenazas
y presiones, ya es de por sí un logro. El resto le corresponde al
pueblo cuando se de cuenta que la primera estrofa del himno nacional no
estaba dirigida solo a los bayameses del 68.
Source: El yugo y el cascabel | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1477531302_26292.html
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