Eran nuestros mejores amigos
A través de una historia protagonizada por perros, que combina
melodrama, thriller y cine de terror, el realizador húngaro Kornél
Mundruczó propone una inquietante reflexión sobre cómo el odio, la
opresión y la discriminación generan un fuerte odio y una reacción violenta
Carlos Espinosa Domínguez, Misisipi | 25/09/2015 6:00 am
El año pasado, el programa de Un Certain Regard, la prestigiosa sección
paralela del Festival de Cannes, estuvo integrado por 20 largometrajes
representantes de 23 países. Entre otros nombres, aparecían los de
cineastas como Wim Wenders (Alemania), Jaime Rosales (España), Rolf de
Heer (Holanda), Lisandro Alonso (Argentina), Ned Benson (Estados
Unidos), Pascal Ferran (Francia) y Ryan Gosling (Canadá). Al final, el
máximo galardón fue adjudicado al húngaro Kornél Mundruczó por Féher
isten (Dios blanco, 2014, 121 minutos).
Gracias al aval que significa ese premio, el sexto filme realizado por
Kornél Mundruczó (1975) se ha estrenado en varios países. En todos ha
sido bien acogido por el público y además ha recibido los parabienes de
la crítica. Paris Match comentó que "con una puesta en escena sin
efectos digitales, con un dominio absoluto de principio a fin y con un
plano final que pone los pelos de punta, Dios blanco confirma sin lugar
a dudas que Kornél Mundruczó es un gran cineasta". Para el diario
londinense The Guardian, se trata de "una fantasía de locura canina que
se ve a veces como un thriller de terror, basado en algo que podría
haber sido escrito por James Herbert o Stephen King, un gran homenaje a
Los pájaros de Hitchcock". Por su parte, Los Angeles Time define a Dios
blanco como "dickensiana, marxista y anti utópica", y opina que "es tan
deliciosamente inclasificable como centrada en su deseo de provocar y
entretener". Y en opinión del diario español ABC, la película de
Mundruczó representa "una propuesta atractiva, impecable técnicamente y
dotada de los suficientes elementos para convertirse en visita obligada
a las salas".
Ante todo, me imagino que quienes no tengan referencia sobre ella se
preguntarán de qué va la película de Mundruczó. A continuación, hago una
breve sinopsis de su argumento. Una nueva y absurda regulación da
preferencia a los perros de raza e impone un fuerte impuesto a los
dueños de las razas que no sean puras. Eso provoca que muchos canes sean
abandonados y vayan a parar a los refugios caninos, que ya no tienen
espacio para acogerlos. Lili, una adolescente de 13 años, lucha por
proteger a Hagen, su perro, pero su padre se niega a pagar el tributo
exigido y lo suelta en la calle. Tras eso, Lili se dedica a buscar a su
perro para salvarlo. Por su parte, Hagen lucha por sobrevivir y
rápidamente se da cuenta de que no todos los seres humanos son sus
mejores amigos. Se une a un grupo de perros errantes, pero eventualmente
es capturado y va a parar a la perrera. Allí consigue escapar y es
seguido por los demás canes. Todos juntos inician entonces una rebelión
contra la especie humana.
Como se señala en uno de los extractos críticos que antes cité, Dios
blanco hace pensar de inmediato en Los pájaros, el emblemático filme de
Hitchcock. No es, sin embargo, la única referencia que puede
mencionarse. Está también la saga de El planeta de los simios. Asimismo
y aunque para quienes no han visto la película de Mundruczó pueda sonar
descabellado, hay que añadir el Espartaco de Stanley Kubrick, en el cual
probablemente el realizador húngaro se inspiró para rodar las escenas
del entrenamiento para transformar a Hagen en un perro de pelea. Y si
extendemos la lista al campo de la literatura, es inevitable recordar la
novela de Georges Orwell Rebelión en la granja. Sin embargo, la
existencia de todos esos antecedentes no resta originalidad a esta
inquietante y agridulce parábola que su director cataloga como un
melodrama político.
Además del melodrama —Mundruczó ha declarado su gran admiración por el
cine de Fassbinder—, Dios blanco toma ingredientes del thriller y de las
cintas de terror. A partir de esa inteligente amalgama de géneros, su
director creó una película que permite más de una lectura. Habrá así
espectadores que han de optar por la más obvia: un mensaje ecológico
acerca del maltrato a los animales. Pero el filme es mucho más rico en
significados, y traza una parábola social expuesta con claridad y
eficacia cinematográfica: sugiere reflexionar sobre cómo el odio, el
sometimiento y la discriminación generan un fuerte odio y una reacción
violenta.
Una alegoría de la Europa de hoy
En varias entrevistas, su realizador ha insistido en que Dios blanco es
una alegoría de la Europa de hoy: "Durante los últimos cuatro años he
sentido vivamente el miedo de las minorías flotando en el aire. Hay una
actitud colonizadora de la sociedad que excluye a las minorías, las
margina. Europa ha cambiado mucho. Está infectada, es caótica y extrema,
y hay una fiesta de contradicciones en las ideologías. Por eso pensé:
hagamos algo. El mayor miedo de Europa es el levantamiento de las masas.
Están asustados pensando: ¿cuándo vendrá la turba? La película se trata
de eso: de lo que pasará si la brecha entre ricos y pobres sigue
aumentando. Usé esta metáfora protagonizada por animales para contar
este miedo".
En el afiche con el cual se promociona el filme, se lee esta frase: Eran
nuestros mejores amigos. La historia que se cuenta en Dios blanco narra
por qué los perros dejaron de serlo. Pese a que Hollywood lleva décadas
tratando de convencernos de lo contrario (recuérdense Tiburón, Parque
Jurásico, Cujo, El gran gorila, Anaconda, Ben, la rata asesina, Python,
Aracnofobia, El enjambre, Orca, la ballena asesina, El clan de los
doberman, Escarabajos asesinos, Murciélagos…), los animales no son
malos, a menos que los enseñemos a serlo. Son buenos por naturaleza. No
saben ser de otro forma. No matan por el simple placer de matar.
A propósito de esto, en 1982 el cineasta estadounidense Samuel Fuller
realizó una cinta muy controversial en su momento titulada White Dog.
Trata acerca de un perro blanco que es entrenado para atacar y asesinar
a las personas de raza negra. Algo similar le ocurre a Hagen. Es un
perro pacífico y cariñoso. Pero durante la odisea que vive tras ser
abandonado conoce lo peorcito del ser humano y aprende que es el más
cruel de todos los animales. Es precisamente por su culpa que el más
noble y fiel de estos se transforma en una máquina de matar que no
consigue desprenderse de la furia que le han inculcado.
No deja de causar asombro que el jurado que premió Dios blanco apostase
por una insólita cinta protagonizada por perros. Asimismo constituye
también un caso excepcional que en la época de los efectos digitalizados
un director haya renunciado a toda ayuda tecnológica. "Quería rodar las
emociones reales de los animales", argumentó Mundruczó. Ni una sola de
las escenas en que aparecen los canes fue generada por computadora. No
hay trucos ni efectos especiales, y por eso lo que se ve en la pantalla
impacta por su realismo. En ese sentido, Dios blanco puede ser difícil
de ver para quienes aman los animales (este cronista se incluye entre
ellos). Pero conviene señalar que buena parte de la violencia no es
mostrada explícitamente, sino solo sugerida.
Eso lleva a reconocer el magnífico resultado que se logró con el elenco
canino, merecedor de todos los aplausos. Para que "interpretara" a
Hagen, el director declaró que "quería un Dr. Jekyll y Mr. Hyde, alguien
como Jack Nicholson, capaz de ser amable y agresivo a la vez". Lo
encontró en Body y Luke, dos perros gemelos de un barrio pobre de
Arizona. En los créditos, sus nombres aparecen inmediatamente después
del de Zsófia Psotta (Lili), lo cual es un acto de elemental justicia.
Uno de esos perros viajó a Cannes con el director y la novel actriz para
el estreno de la película, y como toda una estrella caminó por la
alfombra roja. Para dar vida a los otros "personajes", fueron utilizados
200 canes provenientes de refugios. Un entrenador trabajó con ellos
durante dos meses, y de acuerdo a lo que se aprecia en la pantalla su
labor fue estupenda. Algo a destacar y aplaudir es que al terminar el
rodaje del filme, sus realizadores consiguieron que los perros fueran
adoptados y encontraran un nuevo hogar.
Desde el punto de vista cinematográfico, Dios blanco cuenta con una
magnífica realización. Está narrada con gran sequedad y se beneficia con
una cuidada fotografía. En particular, es muy impresionante la secuencia
que sirve de prólogo al filme, en la que se ve a Lili en una bicicleta,
cuando es perseguida por una jauría de perros por las desoladas calles
de una Budapest apocalíptica. Asimismo y aparte de funcionar como un
atractivo espectáculo, la cinta de Mudruczó invita a que reconsideremos
nuestras relaciones con los animales y advierte sobre las leyes absurdas
basadas en la pureza racial y la diferencia genética.
Dios blanco está disponible en Netflix en dvd y streaming, bajo el
título de White Dog.
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