26 de junio de 2014

Estamos gordos o inflados?

¿Estamos gordos o inflados?
En Cuba hay 4 tipos de gordos: el dirigente (si no es barrigón, es
sospechoso), el nuevo rico; los inflados con frituras, los gordos anémicos
martes, junio 24, 2014 | José Hugo Fernández

LA HABANA, Cuba -La cifra de personas obesas o con sobrepeso está
aumentando en Cuba de forma preocupante, según el Instituto de Nutrición
e Higiene de los Alimentos (INHA). Es una tendencia que habíamos notado
únicamente entre los dirigentes del régimen y que, salvo excepciones,
resultaría muy difícil constatar en los barrios marginales o en alguna
de las 46 nuevas villas miseria de La Habana. Pero, en fin, si lo afirma
la ciencia, quizá sea verdad.

Y según la ciencia de este instituto, la causa de que hayamos engordado
tanto (durante los últimos veinte años, nada menos) radica en nuestro
excesivo consumo de grasas, azúcares y carbohidratos. Por cierto, tales
ingredientes nutricionales son también los de mayor presencia en el
sancocho para engordar puercos, pero tal vez se trata de una casualidad
traviesa.

Recordamos que hace unos pocos años, un grupo de funcionarios estatales
se presentaba en cierto programa de la televisión capitalina para
informar cómo se iba comportando la distribución de víveres (dicen que
subvencionados) por las bodegas y otros establecimientos comerciales.
Eran los responsables de mover los hilos del condumio. Y a la gente del
pueblo les llamó la atención el detalle de que todos estaban pasados de
peso, o al menos todos eran barrigones. Entonces rebautizamos aquel
espacio como El programa de los gordos. La joda fue tan del dominio y
del retozo popular que tuvieron que suspender el espacio.

Pero antes de irse del aire, los gordos en cuestión dejaron un mensaje
nada subliminal: Quienes están gordos y con salud dentro de un
conglomerado de flacos y desnutridos, al menos en esta parte del mundo,
es porque comen mucho más y porque viven mejor que aquellos que dependen
de las flacas cuotas asignadas por los gordos encargados de repartir la
comida.

Hoy, a la luz de los cambios sufridos por nuestra economía, habría que
hacer extensiva esta máxima a los nuevos ricos, quienes ya no dependen
de las flacas cuotas de los gordos repartidores, sino más bien son sus
cómplices en tanto engordan (ellos y sus bolsillos) gracias a las flacas
cuotas.

Como creo haber dicho antes, la única diferencia hoy entre un nuevo rico
y un dirigente del régimen radica en que estos últimos llevan guayabera,
mientras que los otros visten con bermudas y gorras de los Yankees. Pero
si los desnudas, no son sino dos grandes barrigas como yemas del mismo
óvulo.

Claro que alimentarse bien no tiene que ser un requisito indispensable
para el sobrepeso. Esto lo descubrió el régimen cuando se propuso
promocionar ante el mundo nuestra gordura como un indicador más de lo
mucho que nos hemos acercado a los estándares del primer mundo. Hasta
qué punto pudieron ayudarle los científicos del INHA para la puesta en
práctica de tal descubrimiento, es algo que no está a nuestro alcance
discernir.

El caso es que fue entonces cuando les encomendaron la histórica tarea a
los carbohidratos y a los azúcares y a las peores grasas, que si bien
ocuparon siempre un lugar de fila en nuestra dieta, nunca antes se
habían impuesto de un modo tan irremediable como en las últimas décadas,
a través de las muy grasientas frituras y pizzas callejeras, o de dulces
de harina de séptima categoría, entre otros salvadores de la patria.

Aun así, no a todos les fue concedida la gracia de engrosar las
estadísticas de gordos comparables con los del primer mundo. Pues, hay
muchos, millones, que ni siquiera tienen acceso frecuente a esa metralla
que venden en cafeterías y kioskos. Y deben atenerse exclusivamente a
las 20 onzas de frijoles, 7 libras de arroz, media libra de aceite y
media libra de pollo que reparten una vez al mes por la libreta de
racionamiento, más el diminuto pan de tosca harina que nos toca a
diario. Y la verdad es que resulta difícil engordar dependiendo sólo de
esas raciones para pajaritos.

De modo que ahora tenemos cuatro tipos de gordos o barrigones integrando
las estadísticas primermundistas: a) los dirigentes (cuando un dirigente
no es aquí barrigón, debe resultar sospechoso para los otros dirigentes,
a la vez que resulta demasiado poco creíble para la gente de a pie); b),
los nuevos ricos; c), los comedores de frituras y pizzas y torticas de
morón, que más que gordos, parecen estar inflados como sapos al sol; d),
los muy pobres, que son la mayoría y que sólo engordan por enfermedad,
ya que aunque el INHA no lo precise, existen los gordos anémicos.

Claro, siempre habrá quien objete que para ver auténticos gordos cubanos
hay que ir a Miami. Pero nadie podría discutir que no es lo mismo
engordar con los inigualables panes con bistec o con lechón, las
suculentas hamburguesas de McDonalds, o los súper batidos de guanábana
del Versalles, que con las fritas refritas en manteca recontra-reciclada
o los churros de gruesa harina (pues la yuca está muy cara) que venden
en las calles habaneras.

Source: ¿Estamos gordos o inflados? | Cubanet -
http://www.cubanet.org/destacados/estamos-gordos-o-inflados/

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