La Delgada Línea Azul
marzo 24, 2014
Verónica Vega
HAVANA TIMES — "La Delgada Línea Roja" es una bella y atroz película
cuyo título alude al trazo que confina en un mapa, a un territorio
objetivo de guerra. A la tragedia que decreta esa señalización.
Habituada desde niña a mirar el horizonte sobre el mar que rodea esta
isla, y a pensar en los muchos que se fueron y (van) a habitar el
misterio de su inaccesibilidad, he pensado que esa línea azul es también
para los cubanos una demarcación fatal.
¿Cuántas historias tienen como principio (o fin) esta línea tan filosa
que ha podido cortar en dos un país?
Hace unos días saludé a un viejo conocido frente a la UNEAC, y cuando mi
hijo me preguntó quién era le respondí: "alguien que cada vez que lo veo
me hace sentir que él y yo somos objetos museables… Porque lo conocí
entre un grupo de artistas en los 90s de los que al parecer solo
quedamos nosotros".
Se me hace inevitable recordar un poema de Reina María Rodríguez donde
habla de sus dos agendas para contactos: una con los amigos de aquí,
otra para los que están afuera. No hay ni que decir que los nombres de
los de "aquí", saltan para la otra agenda.
Leyendo el artículo de Harold Cárdenas, creador de La Joven Cuba, "La
Contradicción" me convenzo de que tanto la vida como el poder político
se alimentan del reciclaje generacional y específicamente aquí, del
espejismo de la peculiaridad en un problema que ya cumplió 55 años.
El autor expresa: "De los amigos de mi niñez y adolescencia no quedan
muchos aquí, no sé si me tocó la (mala) suerte de estudiar junto a
muchos infantes-emigrantes o es que se han marchado tantos, no sabría
decirlo porque las cifras de la emigración joven en Cuba no son públicas".
Que la juventud abandone la isla implica socavar las bases mismas del
futuro, esto es innegable, pero, ¿no predominaba la juventud en el éxodo
de Camarioca, del Mariel o entre los balseros del 94? Todos mis amigos y
familiares que emigraron, lo hicieron siendo jóvenes.
Más allá de admitir que el síndrome digámosle "de la curiosidad, la
frustración o la claustrofobia", parece haberse convertido en pánico, la
hemorragia comenzó con la Revolución, y la actual desidia social, la
falta de unión y perspectiva civil, son consecuencia no sólo de los
bajos salarios, las restricciones tangibles e intangibles, la sostenida
labor de descrédito a cualquier forma de disidencia, sino de este largo
desangramiento.
El éxodo toma la forma del matrimonio por conveniencia, recorre las
intrincadas y caras redes de emigración "legal" ilegal, e infinitas
alternativas que solo conciben la desesperación de los necesitados y la
falta de escrúpulos de los que tienen acceso a las barreras que
delimitan el "aquí" y el "allá".
Se camufla en las misiones de trabajo, en las visitas a familiares o
amigos, muestra su rostro en las colas ante las oficinas de inmigración
y las embajadas, y su desolación en los ojos de los denegados por
"posible emigrante", que salen de su entrevista en la SINA.
Muchos de los que abandonan el imponente edificio, frente al malecón,
están lejos de ser jóvenes. Perdieron sus mejores años en un país que
condena su vejez a la indigencia. Sus hijos y nietos no viven o no
quieren vivir en Cuba.
Sufrieron el trabajo paciente y la espera inútil, la prórroga continuada
de la ilusión, la separación de esposos, hijos, la soledad y la pobreza.
Ven la delgada y remota línea azul como una maldición.
Sí, a mí también me gustaría tener acceso a las estadísticas de la
emigración cubana, pero a la suma TOTAL de los que empeñaron su vida en
un sueño. Sueño que hace décadas vaga sobre esa línea abstracta que
divide, no el mar y el cielo sino el aquí y el allá, la negación y la
esperanza.
Las cifras de los que se fueron por vías legales, de los que lo
intentaron en embarcaciones frágiles y llegaron, de los que nunca lo
consiguieron. De los que salen por misión y se quedan, de los que hacen
visitas familiares y también se quedan. De los que han desertado entre
los altos oficiales cuyas rutas siempre fueron libres de la burocracia
que toca a los "cubanos de a pie", y libres de la inquisición de las
estadísticas.
Y las cifras de los que no se exiliaron y han vivido (o hasta murieron),
en casas, calles o cárceles, con la mente fija en cualquier otro país
posible, del que no sea necesario huir.
Source: La Delgada Línea Azul - Havana Times en español -
http://www.havanatimes.org/sp/?p=94601
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