26 de marzo de 2014

El refrigerador de Eduardo

Cuento: El refrigerador de Eduardo
[26-03-2014 12:01:26]
Tuixpadre
Pseudónimo

(www.miscelaneasdecuba.net).- Él fue el primero que lo tuvo. Eduardo era
un tipo gordo del barrio, el buenagente quien a todos complacía, quien
siempre estaba resolviendo los problemas de todos, y un día decidió
terminar definitivamente con el suyo, el cual no era más que comer. Por
supuesto que esto no lo podía haber hecho nadie antes desde cuando
Cristo Jesús habló de multiplicar los panes y los peces, mas no había
dejado la fórmula. No obstante Eduardo El Gordo se compró un
refrigerador de dos puertas marca Westinghouse que más bien parecía un
escaparate para la ropa en vez de preservar alimentos.
El gordo también adquirió, con los recursos que le quedaban, una
impresora tridimensional la cual, empleando y a partir de las células
madres, podía imprimir cualquier órgano. Asimismo utilizando los
elementos químicos esenciales de la Tabla de Mendeleyev como el hierro,
el carbono, el calcio, etc., podía crear cualquier tejido vegetal
primario y crecerlo desde casi nada. Este ingenio estaba trabajando ya
en algunos hospitales y clínicas avanzadas.

Eduardo lo instaló detrás del Westinghouse agregando canales por donde
los productos caían hasta las zonas de enfriamiento de diversas
intensidades. No se necesita de congelación, pues los productos no
pueden ser más frescos. Al frente sobre la puerta agregó un teclado
QWERTY de un ordenador viejo e hizo su primer pedido ya cuando había
logrado abastecer a la impresora en 3D de las materias primas
esenciales. El setenta y cinco por ciento era agua, pura y limpia agua,
sal, aceites, sales de nitro, orégano, comino y un gran etcétera. Cierta
mañana, aun sin invitar a nadie por si acaso el invento fallaba, ordenó
al aparato imprimir una pierna de jamón, brócolis y papas fritas.

Entre zumbidos, eructos, y algunas vibraciones extrañas el ingenio
trabajó cinco minutos y se calló. En el display sobre la otra hoja de la
puerta salió un cartelito anunciando la conclusión de la tarea. Eduardo
abrió la puerta y, a pesar de lo esperado, cuál no fue su asombro cuando
pudo ver como en la planta baja había una rolliza pierna de Jamón
Serrano, en el segundo piso una bandejita con brócoli aún humeante, y
otra más arriba con las papas. ¡Como comió ese día el gordo! A partir de
entonces fue invitando una a una a todas las chicas del barrio para que
disfrutaran de una buena cena a pedido al instante sin un chef que
interviniera. Después llegó el turno de los amigos enterados y las
personalidades avisadas.

Arribaron los medios y el gordo se hizo famoso. El Westinghouse seguía
laborando de maravillas, incluso después que el gordo tuvo que ingresar
para bajar de peso con la tensión elevada, la gota y el colesterol alto.
No obstante, lo que lo mató realmente con un infarto del suocardio fue
el enterarse de que su apartamento había sido asaltado y destrozado,
Westinghouse incluido, por una pandilla de ecologistas furiosos quienes
se manifestaban en contra de la producción de alimentos genéticamente
manipulados sin apenas saber que aquello era la solución para el hambre
el mundo.

Hasta la Iglesia condenó más tarde aquella manera antinatural para
proveerse de alimentos, tal vez sin tener en cuenta que el gordo había
querido hacer lo mismo que Jesús con los panes y los peces, a su forma,
claro, pero con unos buenos deseos del carajo. En su tumba, sin embargo,
se podía leer grande su nombre completo: Eduardo Mon Santo, y se fue
perdiendo en la historia y en las memorias mal acabadas que se amontonan
todos los días en los libros en 2D.

Source: Cuento: El refrigerador de Eduardo - Misceláneas de Cuba -
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/Article/Index/5332b3863a682e157c9403dd#.UzK7j_ldUx4

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