6 de junio de 2013

Robarás

Robarás
Jueves, 06 de Junio de 2013 03:57
Escrito por Aimée Cabrera

Cuba actualidad, Centro Habana, La Habana, (PD) El título de esta
crónica lleva implícito los signos de admiración, que en mi caso fueron
de sorpresa ante un desagradable suceso, de por sí tan penoso que
omitiré el nombre de la entidad porque no quiero pensar que todos los
trabajadores de ese centro sean de mala calaña.

Un párrafo de encabezamiento con el nombre de la institución, dirección,
fecha y hora sería perfecto para quienes viven en países donde se
respeta el derecho de expresarse con libertad; no en Cuba, donde no soy
considerada una trabajadora independiente, sino una mercenaria, por lo
que clasifico de inmediato por debajo de los delincuentes que, cuando
les conviene gritan consignas progubernamentales y acuden a cuanta
actividad política sean convocados.

En medio de un trámite burocrático extraje del monedero mi carnet de
identidad pero sin darme cuenta, lo dejé sobre la mesa, donde solo
estaba quien atiende al público. A los pocos minutos regresé y cuál no
fue mi asombro cuando vi que estaba cerrada la puerta de acceso al
público y el local vacío y a oscuras.

Mientras acababa de resolver en otro departamento mi gestión, escuché
voces y risas entrecortadas, en un tono que me recordó cuando se arranca
de golpe la tapa de una cloaca y salen los roedores.

Cuando concluí, puse todas las pertenencias sobre una mesa y descubrí
que tenía mi identificación, las llaves, los espejuelos y otros
documentos importantes. ¿Qué faltaba? Un billete de 5 CUC, 60 CUP, un
bolígrafo, unas estampitas religiosas y fotos de mi madre recién fallecida.

En fracciones de segundos puse todo dentro de mi bolso, recordé que a
las ratas no se les enfrenta, sino que se les pone veneno, y me fui de
aquel antro.

Cuando hube caminado unas dos o tres cuadras me sentí humillada e
impotente porque de nada hubiera valido un careo pues iba a aparecer una
coartada a su favor. Mucho peor hubiese sido dar parte a la policía que
nos tiene a los periodistas independientes en una lista negra especial,
en la que no están relacionados asesinos, ladrones ni drogadictos.
Estos, por supuesto, no son culpables de sus fechorías por haber vivido
en entornos disfuncionales, pero hablar y escribir sin contar con las
imposiciones del gobierno, eso sí que es bien serio y delicado.

"El dinero va y viene" dice el viejo refrán y es mucha verdad pero hay
pequeñas cosas cuyo valor sentimental es insustituible.

Me alegré de perder las estampitas; total, son solo imágenes: con la
presencia de Dios basta.

Los recuerdos de mi madre eran de ella, no míos, y fotos tengo de ella
para llenar álbumes, pero no pude evitarlo, lloré.

Un amigo me vio y me consoló, a su manera, con sus palabras de hombre
humilde y sincero. Me dio dinero para viajar en carro y me restituyó la
cifra perdida, un abrazo y un beso selló ese momento en que aún me
sentía dentro de una pesadilla.

Cómo es posible que en una entidad estatal suceda algo así, me
preguntaba en silencio. A veces la inocencia me hace trastadas.

Una vez que me bajé del taxi, cuando iba rumbo a mi casa, oí mi nombre,
alguien me llamaba, pero temí vírarme y convertirme en una estatua de sal.

Para Cuba actualidad: aimeecabcu2003@yahoo.es

http://primaveradigital.org/primavera/cuba-sociedad/sociedad/7658-robaras.html

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