Las relaciones de Cuba con América Latina a partir de su apertura
democrática
Lunes, 03 de Junio de 2013 02:46
Escrito por Gabriel C. Salvia
Cuba actualidad, Buenos Aires, Argentina, (PD) Con el retorno a la
democracia de Chile, en el año 1990, Cuba quedó como la dictadura
remanente de América Latina y resulta inconcebible que transcurrido
desde entonces más de dos décadas los gobiernos y organismos regionales
sigan avalando un régimen de partido único con un sistema jurídico e
institucional que reprime de manera muy precisa las libertades
democráticas fundamentales. Es decir, no se puede desligar la
complicidad regional con la falta de apertura política en Cuba.
Es cierto que la aparición del chavismo en Venezuela, con su apoyo
político y económico al régimen cubano, es un factor relevante en la
supervivencia de la dictadura de los hermanos Castro y en su influencia
regional de deterioro a la institucionalidad democrática en América
Latina. Pero aun así, países latinoamericanos con distintos gobernantes
que se alternan en el poder y con avances en materia económico-social,
como Chile, Brasil, Uruguay, Panamá y Perú, no han adoptado un sólido
compromiso de apoyo al pueblo cubano y su derecho a la democracia.
Es una realidad que para un gobernante democrático la prioridad política
son los asuntos domésticos y el cuestionar la situación en Cuba le
implica comprarse un problema, pues la ''diplomacia revolucionaria''
reaccionará como ya se sabe. Los casos más conocidos en estos últimos
años –ya bastante lejanos- fueron con Fernando de la Rua (Argentina),
Jorge Batlle (Uruguay) y Oscar Arias (Costa Rica).
En los organismos regionales, un ámbito más favorable para que las
democracias más institucionalistas puedan adoptar políticas comunes de
denuncia a la violación de los Derechos Humanos en Cuba y de apoyo al
movimiento democrático en la Isla, sucede algo peor. En algunos casos,
Cuba integra organismos que contienen una cláusula democrática, que
naturalmente viola, y en la Organización de Estados Americanos (OEA)
logró que se levante su suspensión a cambio de nada. En la mayoría de
los organismos regionales e internacionales la dictadura cubana recibe
igualdad de trato, legitimación política a su régimen represivo y apoyo
a sus ''causas'' –siempre a cambio de nada- como la condena al embargo
económico norteamericano (que incluso logra que se lo califique
erróneamente como ''bloqueo'', como sucede en las Cumbres Iberoamericanas).
Para todos los países que vivieron en dictadura es sabido que la presión
internacional ha sido fundamental, ya sea como apoyo moral, político y
económico a los activistas de derechos humanos, como en el aislamiento a
un régimen represivo que cuanto más solo y criticado se encuentra más se
debilita internamente. Sin embargo, a Cuba se la busca ''integrar'',
cuando a sus ilegítimas autoridades es sabido que no les interesa
ofrecer un mínimo espacio de apertura política.
Los militares de la última dictadura argentina reconocen cómo los
debilitaban las denuncias internacionales, los reclamos de embajadas y
las cartas de protesta que recibían. En Chile, países como por ejemplo
Finlandia y Canadá decidieron desalentar las inversiones de sus
connacionales por la situación de los derechos humanos durante la
dictadura de Augusto Pinochet. Ni hablar de Sudáfrica durante el régimen
racista del apartheid, al cual se le aplicaba un embargo económico,
financiero, militar, deportivo y cultural. Llama la atención que ningún
país que condena el embargo de los Estados Unidos a Cuba –una jugada
política de la dictadura de los Castro impulsada tras la caída de la
Unión Soviética cuyo apoyo le sirve para legitimar la represión interna-
haya revisado los antecedentes del voto al amplio embargo que la ONU le
aplicó a Sudáfrica. Incluso nadie se lo preguntó a la propia Cuba,
cuando los registros deben estar al alcance de la mano.
Luego de 23 años del fin de la dictadura de Pinochet, el régimen de los
Castro recién autorizó el ''permiso de salida'' de sus ciudadanos, algo
que podían hacer los activistas de derechos humanos durante los años de
plomo en las dictaduras militares del Cono Sur. De hecho, la primera
derrota internacional de la dictadura militar argentina fueron las
denuncias de activistas en el Congreso de los Estados Unidos.
En definitiva, la poca solidaridad internacional que vienen recibiendo
los demócratas cubanos proviene de Estados Unidos –por motivos obvios- y
de la Unión Europea. Por lo tanto, cuando tarde o temprano, en Cuba se
produzca una apertura política y sus ciudadanos puedan elegir libremente
a sus autoridades democráticas, en el plano internacional deberán
definir lo que más le conviene al país en materia económica y el nuevo
rol que tendrán en lo político. En lo económico, por su ubicación
geográfica y las inversiones que necesitará el país, a Cuba le resultará
conveniente asociarse con países desarrollados que además podrán aportar
mucho en materia de cooperación para el fortalecimiento institucional.
En lo político, sería esperable que –por su trágica historia- la Cuba
democrática siga el ejemplo de compromiso internacional con los derechos
humanos que adoptaron los checos y los polacos, convirtiéndose así en un
activo protagonista que denuncie a los regímenes represivos existentes.
Lo que habrá que ver es si los futuros gobiernos democráticos cubanos
tendrán interés político y económico de vincularse en sus relaciones
internacionales a una América Latina que mayoritariamente ha sido
cómplice de los largos años de dictadura que sufrieron.
http://primaveradigital.org/primavera/internacional/52-mundo/7607-las-relaciones-de-cuba-con-america-latina-a-partir-de-su-apertura-democratica.html
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