El viaje a La Habana
Jueves, Junio 6, 2013 | Por Dania Virgen Garcia
LA HABANA, Cuba, 5 de junio de 2013, Dania Virgen García/
www.cubanet.org.- Juan Codero Perdomo, residente en la provincia de
Holguín, durante meses guardó dinero para viajar a la Habana. Su
sueño, como el de todos los provincianos, era conocer algún día la capital.
Logró reunir una cierta cantidad con la ayuda de sus familiares, y se
desprendió de algunos bienes de su hogar, para poder hacer su viaje, con
su nieto, sus hijos y su esposa.
Optó por viajar en el tren regular. Algunos amigos se lo recomendaron,
le dijeron que era barato, aunque sin aire acondicionado.
Gracias a la ayuda de un amigo, que lo llevó en su carro, con la
familia, sin cobrarle un centavo, pudo llegar a la terminal de trenes
de Cacocún, Holguín.
En el salón de espera, la familia fue atormentada por enjambres de
mosquitos y cucarachas, y ratas, que se ocultaban en los alrededores de
los bolsos, tratando de abrirles huecos para penetrar en ellos.
Luego de una larga e incómoda espera, pudieron embarcar en el tren
recomendado.
Ya en el tren, después de que los funcionarios del transporte lo
declararan listo para prestar el servicio, sentados en los asientos que
les tocaba según los tickets, comenzaron el largo e incómodo viaje.
Tuvieron que soportar constantemente el hedor que se escapaba de los
sucios baños y la cantaleta de los vendedores de todo tipo de comestibles.
A su llegada a La Habana se llevaron una gran sorpresa. Percibieron
con desagrado y tristeza la imagen de una ciudad que se desploma
producto del abandono, las calles sucias, malolientes y cubiertas por
basura, las centenarias edificaciones que amenazan con enterrar a
decenas de familias, las personas deambulando como zombis por las
calles, tratando de buscarse la vida a toda costa.
Codero Perdonomo dejó a su familia en la Terminal La Coubre, en la
Habana Vieja, para poder resolver el problema al que venía. Horas más
tarde, se reunió con ellos para intentar regresar a su hogar en Holguín.
En el salón experimentaron las molestias y los rigores que conlleva
viajar por Cuba en este plan.
Dicha terminal presenta un espectáculo ruinoso. Hasta los perros hacen
sus necesidades en el interior de la terminal. Los baños desbordados de
excrementos, la cafetería sucia, invadida por las moscas.
Una cantidad enorme de personas amontonadas, hablando en alta voz, todos
a la misma vez, sin preocuparse de aquellos enfermos, que con mucho
trabajo tienen que acudir a los hospitales de La Habana, con regalos
para los médicos, a ver si logran ser atendidos.
También, visualizaron el caos que reinaba en la terminal.
Con la escasez del transporte, se benefician los individuos
inescrupulosos e inhumanos, como los rateros, que están a la orden del
día esperando que alguien se distraiga para robar lo poco que tienen los
desconsolados pasajeros.
Igualmente, pudieron distinguir la venta de pasajes "por la izquierda",
a precios inalcanzables para la mayoría de los viajeros.
En el caso de Codero, sufrió amargamente, no tanto por él, sino por ver
a sus seres queridos que estaban tirados en aquel insano lugar: su nieto
pequeño, su esposa diabética, y sus hijos.
Al final, para evitar dormir en la estación, tuvo que pagar un camión
particular que les cobró la suma de 800 pesos moneda nacional hasta la
terminal de Bayamo.
En la terminal de Bayamo tuvieron que alquilar otra máquina para
terminar su viaje. El costo total fue 920 pesos en moneda nacional, sin
contar los alimentos que tuvo que comprar durante el periplo.
Durante la travesía, dijo luego, en aquella "veloz e incómoda caja de
hierro" que era el camión, estuvo angustiado por sus familiares. En su
mente estaba el recuerdo reciente de un carro cargado de pasajeros que
se trasladaba a alta velocidad, y que cuando trató de adelantar a otro
vehículo en su afán de ganar más dinero, al llegar primero a la parada
para recoger más pasaje, se volcó. En aquel accidente perdieron la vida
varias personas, entre ellas un pariente muy querido de Cordero.
dania.zuzy@gmail.com
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