Opinión
¿A quiénes beneficiarían los cambios?
Alexis Jardines
San Juan 26-04-2012 - 2:43 pm.
¿Nomenklatura o sociedad civil?: Cuba a la luz de los postcomunismos de
Europa del Este.
Pesos cubanos en un mercado agropecuario de Sagua la Grande. (REUTERS)
Desde el ascenso de Raúl Castro a la Presidencia de la República se
viene prestando atención al modelo chino cuando se habla del futuro de
Cuba. Se sabe que lo más característico del viraje de Pekín fue la total
continuidad en el poder de la cúpula partidista. Entre algunos
intelectuales de la Isla, en cambio, existe la creencia ―¿acaso el
"Síndrome de Saladrigas"? ― de que las transformaciones económicas
llevarán a reformas políticas. Así lo ha expresado Leonardo Padura días
atrás (en Río Piedras, Puerto Rico) respondiendo a una pregunta del
autor de estas líneas.
Nunca pude saber las razones del optimismo del escritor porque, incluso
obviando el caso chino, el panorama no luce tan esperanzador. Veamos qué
sucedió con la otra cara de la moneda.
En una documentada investigación sobre las élites políticas
postcomunistas de la Europa Oriental, Jacques Coenen-Huther, apoyándose
en la tesis del economista, sociólogo y filósofo Wilfredo Pareto (1848-
1923) acerca de lo difícil que resulta "desposeer a una clase gobernante
que sabe servirse de la astucia, el fraude, la corrupción, de una manera
avisada", brinda datos como éstos: "El análisis de tres generaciones de
dirigentes políticos —la generación Brézhnev, la generación Gorbachov y
la generación Yeltsin— indica que en medio de los años 90, alrededor del
75% de la administración-presidencia, cerca del 75% de los miembros del
Gobierno y más del 80% de las élites regionales estaban constituidas por
miembros de la nomenklatura soviética".
Las cifras reflejan el incontestable hecho, revelado ya por otros
autores (Mink y Szurek) que la nomenklatura comunista fue el grupo más
beneficiado con el cambio de régimen. Quizás lo más interesante del
análisis de Coenen-Huther son las fases que distingue en esa peculiar
trasmutación de la cúpula gobernante: "Se está tratando, pues, con un
proceso que se ha desenvuelto en dos tiempos; la tesis de la renovación
de la elite dirigente es aplicable a la fase de degradación de la
economía socialista, mientras que la tesis de la supervivencia de la
elite es aplicable a la fase siguiente: la de la transición".
El contraste con la situación cubana resulta revelador: en medio de la
degradación de la economía socialista no se ha producido la renovación
de la elite. Hemos saltado directamente a la supervivencia de la casta
gobernante, correspondiente a la fase de transición, mientras nos
mantenemos en la fase anterior: la degradación. La junta militar
octogenaria que gobierna en Cuba evitó con éxito la necesidad de
renovación. Esto significa que aún no se ha salido de la etapa de
degradación de la economía y que ―considerando el factor biológico― la
fase de transición podría ser abrupta. Sin embargo, cabe también la
posibilidad de una acelerada renovación de cuadros a fin de contar con
el capital humano necesario para encarar la transición desde el poder.
En mi opinión, es esta la salida por la que ha apostado el Gobierno
cubano. El 17 de Octubre del 2011, por ejemplo, tuvo lugar la apertura
estratégica (el término es del propio Miguel Díaz-Canel) de la Escuela
Superior de Cuadros del Estado y del Gobierno. ¿Qué se estudia allí?
Gestión empresarial, Administración pública y Dirección.
El sector privado
A juzgar por las reflexiones de Coenen-Huther, relativas a los
socialismos de Estado de la Europa del Este, la economía cubana apenas
comienza la fase de erosión, toda vez que el factor fundamental de
cambio parece ser el sector privado, incipiente en nuestro caso. Sin
embargo, también aquí hay peculiaridades que no se pueden pasar por alto.
Se sabe que en Cuba las licencias de los cuentapropistas se entregan y
retiran según consideraciones ideológicas y el sistema de impuestos
obliga a las microempresas a comportarse de manera leal con el régimen.
Como un ejemplo de todo ello, los llamados cuentapropistas desfilarán en
la Plaza de la Revolución ―junto a la Central de Trabajadores Cubanos
(CTC)― durante las próximas celebraciones del 1 de Mayo. El mismo
sistema de chantaje y vigilancia (CDR) a que está sometida la población
casa por casa se extiende ahora a las microempresas privadas.
Lo curioso de todo esto es que, como en el caso de los socialismos de la
Europa del Este, a la elite comunista cubana no le simpatiza el
desarrollo del sector privado. Con el propósito de contenerlo y
marginarlo, desestimula el interés que pueda tener hacia él el sector
estatal en términos de intercambio. El marasmo de la sociedad cubana
reside en buena medida en los mecanismos de freno (tormozshénie) que el
sistema socialista necesita imponer al sector privado y levantarle, a su
vez, al sector estatal. Se trata de un imposible porque las
potencialidades del uno no se liberan sino mediante el otro. No por
gusto los soviéticos caracterizaron una situación semejante con la
palabra zastói (inmovilismo).
He aquí una noticia reciente, poco realista ―por no decir, triunfalista―
pero indicativa de cómo la transición cubana va, con algún que otro
matiz, siguiendo la ruta de todos los socialismos de Estado: "Hoy casi
el 95 por ciento del Producto Interno Bruto del país es producido por el
Estado. Dentro de cuatro o cinco años, el 40 ó el 45 por ciento será
producido por diferentes formas de producción no estatales», ha dicho
Esteban Lazo, miembro del Buró Político, a la televisión local. Lo que
resulta ilusorio es ese plazo de los 4 ó 5 años. Tras la apariencia de
una información meramente económica se busca calmar los ánimos de la
población para ganar tiempo. La dirigencia cubana sabe que en el 2016
los avances serán apenas perceptibles, a menos que sucedan una de estas
dos cosas: la reforma política o el cese del embargo norteamericano.
Retomemos a Coenen-Huther, el paso siguiente lo describe así: "La
entrada en la fase de transición propiamente dicha creó una situación
nueva. El Estado [...] dio a conocer su voluntad de establecer las
condiciones legales e institucionales del funcionamiento normal de una
economía de mercado. La barrera que separaba al sector privado del
sector público, desapareció entonces. El sector privado pudo emprender
actividades que habían seguido siendo antes el privilegio del sector
público".
Es en este punto donde ocurre la bifurcación del sector privado por
cuanto se desgaja uno nuevo, distinto del tradicional (este último, que
alguna vez llamé economía de kiosco, es el que aún existe en Cuba).
Justo aquí nos encontramos detenidos, ya que el nuevo sector en
expansión supone la privatización de propiedades estatales y "nuevas
disposiciones legislativas que permitan la acumulación de capital". Todo
ello se llevó a cabo en los antiguos países socialistas y, como saldo,
la nomenklatura partidista de segunda generación ―que aprovechó sus
ventajas posicionales, su nivel de instrucción y hasta su "aptitud para
transformar el poder político en carta de triunfo económica"― fue la
beneficiaria de los cambios. Así, se puede asegurar con Coenen-Huther,
siguiendo también las investigaciones de Grabher y Stark en este punto,
que la nueva élite económica de la Europa del Este no emergió del sector
privado tradicional, marginado durante décadas, sino de las filas de los
cuadros socialistas.
Potenciar la sociedad civil
¿Qué queremos, en suma, para Cuba? ¿El largo camino de las
transformaciones económicas o la reforma política? Esta situación la ha
expresado Rafael del Pino mediante la siguiente paradoja: ¿qué se cambia
primero, el sistema económico colectivista o el sistema político
unipartidista? Si tomamos la primera vía (la del gobierno) podemos
imaginar, tras la experiencia de los socialismos de la Europa Oriental,
lo que nos espera: más de lo mismo, con el plus de una represión brutal
e interminable. Si optamos por la segunda, nos encontraremos con una
carencia total de experiencia política, de cabildeo entre partidos, de
figuras con sus gabinetes, de programas e infraestructura, de fondos
para las campañas y un largo etcétera, que nos dejarían a merced de los
poderosos comunistas transmutados. Es por eso que no solo los
intelectuales de la Isla, sino los exiliados (inversores, académicos,
artistas, etc.) que hoy hacen lobby con el oficialismo deberían salir de
la Big Bubble y apoyar no las maniobras raulistas, sino la sociedad
civil cubana, único terreno fértil donde puede prender la semilla de los
cambios políticos.
Téngase en cuenta que el pacto entre los Castro, la jerarquía de la
Iglesia Católica y un puñado de inversores cubanoamericanos es sin duda
beneficioso, solo que para los Castro, la jerarquía de la Iglesia
Católica y el puñado de inversores cubanoamericanos; para nadie más. A
la pregunta concreta de cómo implementar la reforma política voy a
responder de un modo parabólico: aquéllo ―como la energía― no
desaparece, se transforma; y eso, si se empuja desde abajo.
No hay recetas en esto por la simple razón que es a través de la
potenciación de la sociedad civil que se puede llegar a cambios
políticos. Recuerdo que el contenido de la sociedad civil, desde el
punto de vista de la filosofía política, son las asociaciones
voluntarias, el mercado y la esfera pública. Sí se quieren fórmulas
vaya, pues, ésta: sociedad civil + push, push, push...
Así, pues, todo depende de la expansión de la sociedad civil y del apoyo
que la misma reciba desde el exterior, principalmente en lo que toca al
fomento de los proyectos independientes de orientación opositora, cívica
y contestataria (que no deben confundirse con la oposición tradicional
ni con la disidencia, las cuales, por supuesto, también necesitan
atención). Es muy necesario, en este sentido, que el intercambio
académico-cultural desde el exterior se concentre en esos proyectos y no
en las instituciones del Estado.
Lo que resta, en términos de potencial subversivo (internet, la
corrupción, la anomia y las luchas intestinas) se hará su lugar con la
propia dinámica de diversificación de la sociedad. Pero, mientras ello
va tomando cuerpo, hay que ir trabajando ya ―como una manera más de
potenciar ese desarrollo― en la práctica pluripartidista, a la par que
en el desmontaje conceptual del sistema político unipartidista, tarea
esta última que es menester emprender a partir de los propios
fundamentos legales, a saber: la Constitución y, particularmente, su
artículo 5: "El Partido Comunista de Cuba, martiano y
marxista-leninista, vanguardia organizada de la nación cubana, es la
fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado, que organiza y
orienta los esfuerzos comunes hacia los altos fines de la construcción
del socialismo y el avance hacia la sociedad comunista".
Queda claro que no se trata de una fuerza política, sino de una
estructura jerárquica de control. De modo que Cuba no está gobernada
políticamente, sino administrada por una cofradía endógamica y nepotista
que se vale de una suerte de sociedad fraternal (el Partido único), la
cual ejerce las funciones de control nacional, social e individual.
Cuando se dice que el Partido es la "fuerza dirigente superior de la
sociedad" se indica al hecho de estar por encima de la ley y, como
"vanguardia organizada de la nación", por encima de la nación misma. Por
otra parte, si se tiene ―teleológicamente― un objetivo supremo (la
construcción del socialismo y el avance hacia la sociedad comunista) al
cual obviamente no responden ya las políticas gubernamentales, estamos
ante un caso de violación flagrante de esta, de por sí tendenciosa,
Constitución.
http://www.diariodecuba.com/cuba/10817-quienes-beneficiarian-los-cambios
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