La Primavera Ortegueana
La Iglesia católica cubana es responsable espiritual, aunque no
culpable, de la nerviosa persecución de disidentes desatada por el
Gobierno en cada rincón posible de la Isla
Manuel Cuesta Morúa, La Habana | 03/04/2012 10:36 am
Llamo Primavera Ortegueana no al presumible despertar religioso que
resultaría de la visita a Cuba de Benedicto XVI, sino al escenario y
ambiente represivos que la hizo definitivamente posible. Lo de
Ortegueana viene del nombre del único Cardenal de Cuba: la cabeza
visible de un proceso ignominioso que ha entrado ya en la historia de la
Iglesia en Cuba. Lo de Primavera, ya sabemos, por la represión de 2003
que llevó a prisión a 75 conciudadanos demócratas.
Como los molinos de los dioses muelen lentamente, nunca sabremos cuál
será el impacto positivo de la visita Papal. Para la sociedad, no para
la Iglesia desde luego. La Iglesia afianza su espacio luego de cumplir
su tarea de intento de legitimación del único régimen en el mundo
moderno que hace, al mismo tiempo, dos cosas supuestamente
contradictorias: participar en una misa católica y desatar una cacería
cívica por todo el país contra ciudadanos pacíficos, algunos de ellos
devotos por confesión.
La imagen que me viene a la mente es la de varias películas que tratan
el tema del nazismo y describen aquellos momentos sublimes en la que los
diseñadores del crematorio escuchan música clásica, al mismo tiempo que
sus ejecutores confeccionan peines con los huesos de las víctimas judías
del Holocausto.
La diferencia entre el crematorio nazi y la represión en Cuba es
bíblica. De modo que no comparo la dimensión sino la naturaleza mental
de los perpetradores. Pero si Beethoven o Bach no fueron responsables de
aquellas matanzas ejecutadas contra la humanidad, la Iglesia católica
cubana sí es responsable de la nerviosa persecución de disidentes
desatada por el Gobierno en cada rincón posible de la Isla. Muchos
lugares del país entrarán al mapa virtual de Google Earth no como zona
turística sino como zona de represión santificada.
Responsable espiritual, no culpable. La culpa de reprimir la tiene
exactamente quien reprime: el que tiene toda la voluntad de desviar a
cualquier precio y costo el curso de la historia, y piensa que
encarcelando o deteniendo a cientos de demócratas consigue conjurar la
libertad. Ese es el Gobierno cubano, que no acaba de darse cuenta que
ciertas libertades le seguirán dando un mal bounce para colarse de lleno
en los jardines de la sociedad. Y anotar.
Pero seguir adelante con el aterrizaje en Cuba del Vaticano en pleno sin
arriesgar una crítica minimalista a la violencia desatada contra la
comunidad democrática a lo largo y ancho de la Isla proporciona un halo
místico a la represión, que muestra una conexión católica con el
castrismo más profunda que las meras coincidencias de fines entre el
cristianismo, la doctrina social de la Iglesia, de la que el catolicismo
en Cuba no hace mucha gala, y una retórica socialista bastante sedicente.
En una dimensión clave, estamos ante un pacto criollo de tipo
corporativo intentando reciclarse cruzadamente: la Iglesia en una salida
social, y el castrismo en una de tipo espiritual luego de su vacío
ideológico y de valores. La salida económica de este pacto la aporta,
desde un reciclaje de otro tipo, el Cuba Study Group.
Sobran los cubanos en este pacto. Y los demócratas los primeros. No
extraña por eso que en medio de los cánticos religiosos, muchos de
nosotros nos encontráramos o bajo detención domiciliaria, o en las
celdas de cualquier estación policial, o frente a ellas penando por
nuestros amigos o familiares, o mal heridos en un hospital o policlínica
del país. Y, aunque parezca extraño también, golpeado por un integrante
de la Cruz Roja o vilipendiado por un devoto de la fe católica. La
violencia a las puertas de esa fe.
Después de todo no valió la pena, ni para la iglesia más universal de
occidente. Unas misas sin entusiasmo, llenas de jóvenes que taponaron
sus oídos con reggaetón y de funcionarios del Estado, no colmaron las
expectativas de unos y otros a pesar de los grandes esfuerzos de imagen,
de organización y de propaganda.
La fe seguirá borrada. Independientemente de que tanto jerarcas de la fe
como sociólogos gusten de la estadística y afirmen que aumentan los
católicos porque aumentan los bautizos. Superficialidad institucional
que se niega a reconocer la Cuba civil, plural y descreída: esa Cuba que
avanza, sincréticamente, frente a la hipocresía doctrinal.
¿Qué le pasó a la Iglesia católica? Lo mismo que al Partido Comunista.
Este se imagina que la sociedad no existe porque solo concibe el vacío
fuera del Estado. Esa percepción errada lleva a pensar la sociedad, que
sí existe, como un regimiento disciplinado controlable por los canales
habituales. En este discurso antisocial, la espontaneidad es
indisciplina y la protesta provocación. Y la represión el recurso. De la
fe y del partido. No hay que asombrarse de que ninguno de los dos
parezca aceptar esta doble realidad: la sociedad cubana se
autoconstituye en todos los niveles posibles, por un lado, mientras que
por otro solo mal funcionan las instituciones encargadas de la coacción:
la policía y la Contraloría General de la República. Aquellas otras
dedicadas a la creación de consensos y bienestar languidecen sin ruido y
preocupación general. Porque simplemente la Cuba institucional no
coincide con la Cuba societal.
En este sentido, y afortunadamente para ellas, el mensaje de Benedicto
XVI en Cuba salva a la iglesia universal primero, para reconstruirle el
camino a la iglesia local después. Diría que el Papa vino a la Isla con
un propósito y tuvo que torcerlo en el trayecto para socorrer a una fe
que ya estaba en llamas frente a la sociedad, que lo es en tanto es civil.
La jugada fue hábil. Señalar al comunismo como el origen del pecado
limita los esfuerzos teóricos de la Iglesia del patio por avalar su
actualización. Y si bien no desautoriza al Cardenal Ortega por la
conversión de la policía local en Guardia Suiza momentánea, si le
recuerda que hay otras partes legítimas de la historia. Confirmación de
que si entre ellos se dan codazos, contra ellos se protegen. La Iglesia
en Cuba rescatada del Estado con una vetusta maniobra que le devuelve su
mensaje bíblico de libertad sin darle al Estado toda la legitimidad que
pedía y necesitaba.
El Vaticano demuestra que sigue siendo políticamente interesante, la
Iglesia católica cubana que tiene mucho que aprender del mismo Vaticano
y el Estado cubano que no se puede apurar la fe para satisfacer apuros
políticos.
Al final, Benedicto XVI coincidió más con quienes no se les permitió
llegar a misa, aunque muchos no pretendiéramos ir, que con los que le
organizaron su presencia en Cuba. Ese es el consuelo, en términos
religiosos, para quienes sufrimos la Primavera Ortegueana tras un
desastre político que no sirvió a la estrategia de nadie. Benedicto XVI
debe estar bastante arrepentido. Después del protocolo de despedida.
http://www.cubaencuentro.com/cuba/articulos/la-primavera-ortegueana-275507
No hay comentarios:
Publicar un comentario