Martes, Abril 3, 2012 | Por Luis Cino Álvarez
LA HABANA, Cuba, abril, www.cubanet.org -Luego de la visita a Cuba del
Papa Benedicto XVI y teniendo en cuenta su papel de Vicario de Cristo,
somos muchos los cubanos que nos sentimos abandonados hasta por Dios.
Nos pasa por andar a la espera de milagros en estos tiempos en que
prima por sobre todo lo demás –también y sobre todo, en lo
espiritual-el pragmatismo.
Advertidos estábamos que el régimen iba a manipular la visita papal
para llevar las aguas a su molino (¿rojo?). Y que la jerarquía
católica nacional, a cambio de obtener migajas y espacios de cuchitril
en el muy terrenal reino castrista, iba a seguir en su politiquería,
sin definir exactamente qué se propone. Aunque ya quedan pocas dudas
de que se contentará con que le permitan abrir seminarios, le
devuelvan algunas propiedades confiscadas y le concedan al cardenal,
de vez en cuando, unos minutos en la televisión. A cambio, hará poco
más que organizar cursillos para cuentapropistas y bendecir los
Lineamientos Económicos y Sociales del VI Congreso del Partido
Comunista.
¿Por qué la Iglesia Católica iba a haber cambiado mucho desde los
tiempos de los concordatos con Enrique V, Napoleón o Hitler? ¿Por qué
pensar que ahora está más apegada a cuestiones terrenales y
temporales? ¿Por qué Benedicto XVI iba a ser muy distinto de Calixto
II, Pío VII ó Pío XI? ¿Había motivos para esperar una versión cubana
de la humillación de Canosa?
Por estos días, muchos opositores cubanos enumeran la larga letanía
de viejos pecados históricos de la Iglesia Católica –como si otras
iglesias estuvieran inmaculadas y listas para tirar la primera piedra-
que todos conocemos, y que ahora resulta no sé si políticamente
correcta, pero sí más que oportuna, políticamente oportunista, para
denunciar la alcahuetería de la jerarquía eclesiástica nacional con la
dictadura.
No hay dudas de que aquello de que "la religión es el opio de los
pueblos" nos hizo mucho daño. También a los opositores, que exigimos
del Papa que vive en Roma lo que los cubanos no hemos sido capaces de
hacer.
¿Por qué la soberbia de creernos, como opositores, que teníamos el
derecho de vetar que el rebaño católico fuera visitado por su pastor?
Por mucho que digan, sí es numeroso el rebaño. Y no necesariamente es
abiertamente opositor. La mayoría está loca porque se acabe la
dictadura, pero no se atreve a decirlo, casi ni a pensarlo, porque le
han sembrado el miedo en el alma, no sólo a las represalias, a las
tonfas, las brigadas de respuesta rápida, Seguridad del Estado y las
cárceles, sino también al cambio. La dictadura consiguió eso porque,
entre otras cosas, durante décadas nos mantuvo alejados de Dios, que
era quien único nos podía curar el miedo. Entonces, ¿por qué volver a
darle la espalda ahora sólo porque nos decepcionen y abochornen un
cardenal y un puñadito de sacerdotes colaboracionistas y con ínfulas
de alguaciles?
Por estos días han abundado los argumentos de que la mayoría de los
cubanos no son católicos, sino santeros. Si se refieren a católicos
practicantes, que son un 10%, es posible. Pero mientras se dice que
los católicos son el 60%, otros aseguran que los que practican la
santería representan el 70%. O sea, que excepto por una pequeña
diferencia, son casi los mismos. Sucede que en Cuba habrá muchos
santeros, pero casi todos están bautizados, van a la iglesia, y si les
preguntan, dicen que son católicos "a su manera". De esos, somos
bastantes. ¿Quién tiene derecho a privarlos por motivos políticos de
la bendición papal?
Benedicto XVI vino no solo en visita apostólica, como peregrino de la
Caridad, sino también como jefe de Estado del Vaticano, que tiene sus
propios intereses y que, por cierto, es un estado totalitario, aunque
ya no haya hogueras inquisitoriales y sus gulags y su policía política
sean sólo de tipo espiritual. Por mucho reconcomio que nos diera, el
Papa, por protocolo, se reuniría con el gobernante cubano. No tenía
obligación de recibir a opositores, pero tampoco al Compañero Fidel,
un ciudadano jubilado, materialista confeso, y por demás, excomulgado
por la Iglesia Católica desde hace 50 años.
La visita del Papa Ratzinger, más allá de su bendición a los cubanos,
poco aportará a la solución de nuestros problemas. Supongo que una
bendición papal nunca esté de más. Sólo es de lamentar el foso entre
la iglesia católica y los cubanos que aspiran a vivir en libertad.
Pero ya eso ha pasado en otras etapas de nuestra historia. Y aquí
seguimos, tan católicos "a nuestra manera" como siempre.
http://www.cubanet.org/articulos/la-bendicion-papal-no-esta-de-mas/
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