Carlos Alberto González
NUEVA YORK, NY, diciembre, www.cubanet.org -Falta de Combatividad.
Diversionismo Ideológico. Esas fueron las razones por las que nunca
recibí el carné de la Juventud Comunista, yo había cumplido los 14 años,
cursaba el octavo grado en la Escuela Vocacional Lenin, y me creía
merecedor de tal "privilegio"… El rechazo fue entonces un duro golpe
para mi autoestima.
La primera excusa fue hasta cierto punto un elogio, la combatividad era
una virtud propia de los chivatos, y la delación no venía incluida en mi
código genético. La segunda, en cambio, fue un golpe bajo e inesperado.
Increíblemente, mi talento musical me protegió contra el maleficio,
cuando la jefa del Comité de Base dijo que yo tenía serios problemas de
diversionismo ideológico, porque tocaba la guitarra eléctrica, que era –
y cito – "El arma con que el imperialismo yanqui trataba de confundir a
la juventud cubana".
Aquella bazofia política vino de una joven, pero muy temida maestra de
la escuela Lenin, llamada Zuleica Romay, creo que hoy ocupa un alto
cargo en el Instituto Cubano del Libro, y no se ha podido librar de la
demagogia que padecía hace casi 30 años.
Ese fue apenas el primer paso de un largo camino que transformó mi
manera de pensar y me llevó por cuatro continentes hasta soltarme donde
ahora estoy, en la ciudad de Nueva York, convencido de que donde hay dos
cabezas hay dos opiniones, y que nadie tiene el derecho de imponer su
criterio por la fuerza, ni aun bajo la mal llamada Dictadura del
Proletariado.
¿Cómo pude cambiar? Esta es mi historia:
La decepción
Mucho después de aquella experiencia con la citada señorita Romay, a
quien agradezco mi suerte, tuve la osadía de viajar a Angola junto a una
delegación de La Nueva Trova que ofrecería conciertos a las tropas
cubanas, en los estertores de aquella guerra perdida.
Yo tenía apenas 20 años, y aun estaba convencido de que Cuba ayudaba a
aquel pobre país, y le protegía con su valiente ejército de los
agresivos sudafricanos. Cual no fue mi decepción cuando descubrí que
estábamos allí en calidad de colonialistas, y que la moral de los
soldados era tan baja como la de su general en jefe, el difunto Arnaldo
Ochoa. Por cierto, cuando subimos al avión, notamos que con nosotros
viajaban dos criollitas de marcadas curvas, que se presentaban como
parte de la delegación artística, a pesar de que no habían participado
en ensayo alguno. Tan pronto llegamos a Luanda, aquellas muchachas
desaparecieron como por arte de magia, y no supimos más de ellas hasta
que presentamos nuestro espectáculo en la residencia de "Rosalinda"…
estaban sentadas en la primera línea de nuestra audiencia, junto a Ochoa
y un coronel de apellido Tejadilla.
Luena es una de las ciudades más bellas de Angola, pero en 1986 era
conocida como La Ciudad de los Morteros, por los continuos ataques de
que era objeto por parte de la Unita. Allí me encontré con una bellísima
mulata cubana que servía como enfermera para un ejército fantasma, me
pareció extraño que la hubiesen enviado a un lugar tan inhóspito y
peligroso, pero entonces me explicó que estaba allí castigada, porque no
había querido servir como concubina de guerra a uno de los jefes de Luanda.
En mi condición de músico, recorría hasta cuatro unidades militares al
día, por lo que en poco tiempo ya tenía una idea bastante completa de la
situación, a diferencia de un soldado regular, que no salía de su base
durante meses.
Vi hombres llorando como niños, supe de suicidios, traiciones y
violaciones entre los militares cubanos… de los famosos Tigres de Castro
no quedaba ni una raya. Lo más patético fue verlos al final de su
misión, haciendo filas frente a una diminuta tienda de electrodomésticos
de "Futungo" para comprar una grabadora de cassettes… habían arriesgado
su vida para eso.
Angola fue mi primera decepción permanente, como una novia que por fin
te traiciona, después de años y años de mentiras.
La mentira
Una vez escuché una fábula absurda, parte de la propaganda infantil que
suele ser efectiva en mi país natal, contaba que una vez los americanos,
para demostrar su poderío y nivel técnico, enviaron a los soviéticos un
filamento de metal, tan delgado, como jamás se había fabricado uno igual
en el mundo. Los científicos moscovitas le devolvieron el fino hilo de
hierro a los Yumas, pero esta vez perforado por dentro, a todo lo largo…
Ya sé, ya sé… suena tan tonto, que cuesta creer que ser humano alguno
gaste neuronas en contarlo, pero cuando yo lo escuché por primera vez
tenía apenas ocho años de edad, y fue quizás uno de los ingredientes que
ayudó a crearme la idea de que La Unión Soviética era el país más
desarrollado del mundo. Tuve que esperar a 1989 para comprender que
había sido engañado.
Llegué a Rusia ese año, como parte de una delegación musical que
ofrecería conciertos en varias ciudades, mientras el comunismo se hacía
pedazos a nuestro alrededor. Pero más que el momento histórico, me
impresionó encontrar un país increíblemente atrasado y feudal. La gente
lucía demacrada, y los edificios eran simples bloques de cemento gris.
Las tiendas no estaban tan vacías como las cubanas (eso sería imposible)
pero en ellas se vendían los artículos más feos e inútiles que he visto
en mi vida.
Nadie puede ignorar los logros del pueblo ruso en la ciencia y el arte,
pero el desarrollo de un país se mide por el nivel de vida de su gente,
material y espiritual, y no por la imagen que impone su gobierno al mundo.
¿Dónde estaba el bello y atlético "Tío Estiopa"?.. ¿Qué fue del
simpático osito Misha?
Aquel filamento delgado se evaporó en mi memoria, y en su lugar quedó
una tosca cabilla rusa, muy fácil de perforar.
El tiempo
Yo soy descendiente de canarios, mis antepasados llegaron al pueblito de
San Antonio de los baños para trabajar en la cosecha del tabaco, y
escapar de la miseria en que vivían en su natal terruño de La Palma.
Pues el tercer y último desengaño espiritual lo recibí en aquellas ocho
islas del Atlántico.
Una vez más crucé el mar con mi guitarra a cuestas, esta vez para llegar
al provinciano paraíso de Las Islas Canarias. Aquello era muy diferente
de los cuentos de Isleños que había escuchado de mis abuelos. La gente
parecía feliz, con un nivel de vida sencillo, pero indiscutiblemente alto.
Recuerdo que entré con Carlos Varela a una tienda de instrumentos
musicales en Tenerife, y nos quedamos toda la mañana probando una
guitarra de tecnología MIDI, que en aquellos momentos era el último
grito de la moda, Carlos estaba distraído tratando de adivinar como
funcionaba aquel aparato, y yo solo pensaba que nunca podría comprar
algo así en toda mi vida, porque los sueños de los cubanos terminan tan
pronto vuelven a poner un pié en el aeropuerto José Martí.
Aquel viaje me hizo comprender que el tiempo había pasado desde que mis
abuelos abandonaron aquellas islas, y que a diferencia de mi país, la
prosperidad había logrado abrirse paso con los años.
No creo que Cuba esté detenida en el tiempo, creo que su reloj ya
comenzó a caminar, pero en dirección contraria.
El traidor
Tan pronto regresé a mi casa, comencé desesperado a planear mi próximo
viaje al extranjero, esta vez para no regresar.
La noche antes de partir hacia Chile, le prometí a mi esposa que haría
todo lo posible por sacarla del país, para comenzar juntos una vida
nueva en otro lugar… en cualquier lugar del planeta, pero le advertí que
si pasaba el tiempo, y mis gestiones no tenían éxito, tratara de
encontrar a otra persona con quien compartir su futuro y se olvidara de
mí. Ya teníamos cinco años de matrimonio, y nos pasamos la noche llorando.
Pero Yo soy un Caballo, y logré sacar a la gorda en apenas seis semanas…
el próximo 17 de diciembre cumplimos 22 años de casados.
Tengo dos hijos adolescentes que no piensan como yo en casi nada, tuve
el buen tino de no bautizarlos cuando nacieron, pues no me pareció buena
idea imponerles mi religión cuando aun no podían opinar lo contrario.
Son dos jóvenes brillantes, sin las frustraciones que deformaron a sus
padres, sin La decepción y La mentira que me hicieron escapar de mis
raíces… y con todo El tiempo por delante para decir lo que piensan,
actuar como son, y respetar el momento que les tocó vivir.
Hace años que dejé a un lado mi música para trabajar como escritor en un
canal de televisión neoyorquino, pero cuando quiero recordar que soy
cubano, saco mi Tres y toco una tonada guajira… es lo único que no
lograron imponerme, yo lo elegí.
Cuba: Metamorfosis de un joven revolucionario (2 December 2009)
http://www.cubanet.org/CNews/y09/diciember/02_O_1.html
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