Consumo sin libertad
Si una conclusión categórica se puede sacar del diálogo para restablecer
relaciones entre EE.UU. y Cuba es que el modelo comunista impuesto por
los hermanos Castro demostró ser un total fracaso, y que la
"actualización" para hacerlo "próspero y sostenible" no es más que un
eufemismo que "justifica" su apertura al capitalismo. Tal como lo hizo
China hace más de tres décadas.
Es cierto que 50 años de sanciones norteamericanas no lograron que el
régimen cayera ni que modificara la situación de derechos humanos, pero
también es verdad que Cuba, a pesar de tener vínculos económicos y
comerciales con todo el resto del mundo, no logró salir adelante por sus
propios medios. Primero su economía dependía de la URSS (otro fallido
esquema socialista), y ahora, de Venezuela. Con el colapso del precio
del petróleo que afecta la renta venezolana, su situación era incierta,
por decir lo menos. El acercamiento a EE.UU., con toda su capacidad para
generar crecimiento, es un salvavidas al régimen que ahora podrá contar
con enormes recursos frescos que enviarán los cubanoamericanos, y
empresarios que vean oportunidades.
Si hasta ahora los cubanos -que ganan unos US$ 20 al mes- con parientes
en EE.UU. podían recibir US$ 500, multiplicarán por cuatro esa cifra,
con lo que el consumo se irá a las nubes. Las remesas actuales se
estiman sobre los US$ 1.700 millones al año. Teléfonos inteligentes,
pantallas planas, electrodomésticos y un sinnúmero de artículos que
antes eran inalcanzables estarán a la mano de todos quienes reciban
dólares. Los cubanos tienen Coca-Cola (muy caras), productos chinos
baratos, y ven las últimas películas de Hollywood (la TV estatal las
transmite sin pagar derechos a los estudios que no pueden cobrarlos por
el embargo), pero ahora tendrán muchas más opciones.
Podrán abrir nuevos negocios y explorar actividades que requieran
capital, y, quizás, vivir parecido a sus primos en Miami. Pero sin los
mismos derechos políticos, sin libertad de expresión ni de información.
Seguirán viviendo en un sistema totalitario, que les impide participar
en política fuera del Partido Comunista y continuarán enfrentando el
peligro de caer a la cárcel si se les ocurre protestar.
Hay que tener esperanzas de que la avalancha de turistas de EE.UU. (unos
400 mil en 2014, pero que podrían llegar al millón), ahora con tarjetas
de crédito, la llegada de inversiones, más comercio y, sobre todo, una
mejor internet (hoy lenta, escasa y cara) establezcan una red tupida de
relaciones que mejoren las expectativas de la gente, de manera que al
gobierno le sea difícil controlar las presiones sociales por mayor libertad.
Eso no ha pasado en China, una sociedad milenaria, verticalista, que
nunca conoció la libertad. Hay que ser más optimistas con Cuba, que
pertenece a la comunidad occidental. Washington está haciendo su parte.
Los gobiernos latinoamericanos, tan negligentes ante los abusos del
régimen cubano, tienen una gran responsabilidad para obligarlo a
respetar los derechos de su pueblo, que merece vivir en democracia.
Source: El Mercurio - El Mercurio -
http://impresa.elmercurio.com/Pages/SearchResults.aspx?ST=cuba&SF=&SD=&ED=&NewsID=282478&IsExternalSite=False
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