A la búsqueda de un nuevo enemigo
ANTONIO JOSÉ PONTE | Madrid | 22 Dic 2014 - 2:43 pm.
El régimen se verá obligado a hacer de EEUU el gran socio comercial y la
potencia que bloquea.
Los comentaristas de asuntos políticos de la televisión cubana han
empezado a evitar los epítetos al referirse al Gobierno estadounidense.
Abandonan muchos de sus automatismos de lenguaje puesto que un solo
calificativo inoportuno que se les escape puede borrarlos para siempre
de las pantallas. Washington, visto desde La Habana, parece haber
cobrado ribetes de misterio y no se sabe qué tesitura adoptar cuando se
le menciona. Así, en su comparecencia simultánea a la del presidente
Obama, Raúl Castro se cuidó de no aludir a las nuevas medidas
estadounidenses, prefirió centrarse en el canje de prisioneros entre
ambos países, anunció el restablecimiento de relaciones diplomáticas, y
advirtió: "Esto no quiere decir que lo principal se haya resuelto". Para
extenderse luego en lo que él considera primordial, que es el embargo
norteamericano. Un embargo al que la propaganda oficial llama, con
inexactitud cada vez mayor, bloqueo.
El General Presidente no hizo más que velar por aquello que ha
constituido la esencia de la narrativa castrista: su guerra con
Washington. A lo largo de más de medio siglo, los cubanos han visto
prohibido, y permitido luego (o viceversa), las religiones, el trabajo
por cuenta propia, los dólares, la visita de exiliados al país, la
inversión extranjera, las homosexualidades, la exportación de lucha
armada, la hermandad con la Unión Soviética… Así podría seguir
enumerándose por largo rato. Pero si cabe hablar de una constante en la
política cubana de todas estas décadas esa constante ha sido, amén de la
permanencia de los Castro en el poder, la cultivada enemistad con
Estados Unidos. Lo intuyó en fecha tan temprana como 1960 Jean-Paul
Sartre, equivocado acerca del castrismo en otros puntos, quien
pronosticó: "Si Estados Unidos no existieran, quizá la revolución cubana
los inventaría: son ellos los que le conservan su frescura y su
originalidad".
A ese enfrentamiento con Estados Unidos, no menos real por inventado,
puede reducirse escuetamente toda la ideología del castrismo, que
justifica una gobernación eterna gracias a una atmósfera de plaza
sitiada que no se alivia nunca. Sin embargo, ocurrido ahora el hecho que
los comentaristas de televisión no saben cómo tomar, un hecho que el
propio Raúl Castro intentó esfuminar, ahora que un presidente de EEUU
aboga por el restablecimiento de relaciones, ¿qué va a pasar en Cuba?
¿Puede la maquinaria propagandística del régimen privarse de aquello que
le ha otorgado legitimidad por tanto tiempo? ¿Dónde verter ahora la
culpa de todas las escaseces y los racionamientos y las prohibiciones
que el pueblo soporta?
Raúl Castro prometió en su comparecencia "un socialismo próspero y
sostenible". Se trata, sin lugar a dudas, de una promesa tan falsa como
las muchas que su hermano y él han hecho en más de medio siglo. Igual
que ocurre en las páginas finales de una novela de investigación,
descartado el embargo estadounidense comienza a reducirse
ostensiblemente el número de sospechosos y el problema termina siendo
ese clásico de las dificultades: el misterio de la habitación cerrada.
Quien roba y mata en un enigma así lo hace desde adentro, sin violar
cerradura ni romper ventana. Para cometer su crimen no ha necesitado
entrar porque ya se encontraba allí, ¿pero cómo pudo escapar de allá
adentro?
Por lo pronto, Raúl Castro ha declarado irresuelta la cuestión principal
que es el embargo y no es descabellado conjeturar que, al menos en sus
discursos, tal cuestión no va a resolverse nunca. En tanto mande él
existirá, verdadera o ilusoria, la guerra con Washington. A los suyos
les queda por delante el reto de beneficiarse de estas nuevas relaciones
mientras mantienen el bloqueo sobre la población, que es condición
ineludible de la permanencia en el poder. Hablo, por supuesto, del
bloqueo que el propio régimen ha impuesto durante más de medio siglo.
Tal como hace años supo aprovecharse de la alianza con la Unión
Soviética, incluso hasta gozando de relativa independencia, y tal como
ha sabido esquilmar a Venezuela, ahora que el petróleo está a la baja el
régimen cubano intenta algo parecido con las empresas y compañías
estadounidenses que se aventuren por la isla, así como con el Gobierno
federal. Subvenciones soviéticas y extracciones venezolanas no le
alcanzaron para construir un socialismo próspero y sostenible, pero
entonces contaba con el bloqueo (que es embargo) para explicar cada uno
de sus fracasos. Nueva dificultad: se verá obligado ahora a hacer de un
mismo país extranjero el gran socio comercial y la potencia que bloquea.
Como nunca antes, la dirigencia revolucionaria cubana tendrá que
inventarse unos Estados Unidos. No ya por pretensiones de frescura u
originalidad como Sartre supuso, sino por mera sobrevivencia gerontocrática.
Fidel Castro, citado varias veces en el discurso de su hermano menor, no
ha dado señales de vida últimamente. Faltan sus comentarios sobre este
tema, sazonados con alguna de sus obsesiones de convaleciente: las
virtudes del yoga, el cultivo de la moringa o el final del mundo. A
falta de él, la propaganda oficial recurrió al comandante Ramiro Valdés,
vicepresidente del Consejo de Estado. No hubo necesidad de que hablara,
bastó con su efigie. Valdés ocupa en el imaginario nacional un papel muy
destacado: si bien Raúl Castro es el fusilador y el que no dudaría en
sacar los tanques a la calle, Ramiro Valdés constituye el torturador por
antonomasia. En las fotografías publicadas, sigue ante un televisor el
pronunciamiento del general presidente. Mientras este se ve emplazado,
por diplomacia, a ciertas deferencias con el enemigo, él es la
encarnación de lo principal no resuelto. Viene a representar ese inmenso
potencial de traba y represión que conforma al régimen.
En La Habana los altos jefes han procurado que las buenas nuevas no
despierten demasiadas expectativas entre la población. Si todavía quedan
por ahí ilusiones, tendrán que cifrarse en la idea de un socialismo
próspero y sostenible, no en la tregua y paz con el enemigo poderoso. Ya
se encargarán ellos, los jefes, de expurgar cada contrato estadounidense
de las peticiones de democratización que puedan acompañarlo. Raúl Castro
y su parentela y los cargos militares convertidos en empresarios van a
reservarse las mayores tajadas y obstaculizarán el acceso de los demás a
cualquier ventaja. Impondrán a la población nuevas restricciones y
multas, cortadas a la medida de las circunstancias.
Sin embargo, a diferencia de lo que le sucediera con la Unión Soviética
y la Venezuela de Chávez y de Maduro, el régimen tendrá que avenirse al
hecho de que el Gobierno estadounidense trata y negocia con él
considerándolo un regente indeseable llamado a desaparecer en cuanto
cumpla su mayoría de edad la sociedad civil que el presidente Obama
mencionó en su alocución. Así que, junto a las oportunidades y rebatiñas
económicas, en los próximos años también podrá ocurrir dentro de Cuba la
consolidación de una sociedad civil. Raúl Castro y sus secuaces seguirán
zurciendo la idea de un socialismo próspero y sostenible, hinchándose de
corruptos y justificando el empobrecimiento general y la falta de
libertades mediante unos Estados Unidos de invención reciente, mientras
que corresponderá a la ciudadanía constituir una sociedad civil capaz de
imponerse a la larga.
Source: A la búsqueda de un nuevo enemigo | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1419255837_11959.html
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