3 de abril de 2012

Un paso esencial para salir de nuestro laberinto

Disidencia, Represión

Un paso esencial para salir de nuestro laberinto

Se impone un acercamiento deferente de posiciones, ideas y propuestas,
lo que sería muy prudente y provechoso en el momento que vive el país

Rolando H. Castañeda, Washington | 03/04/2012 10:52 am

Cuba vive (o tal vez desfallece) en una prolongada crisis. La situación
socioeconómica va de mal en peor. Cada vez es menor el poder adquisitivo
real de los trabajadores y los jubilados y más complicada la situación
de los cientos de desempleados, quienes sufren necesidades insatisfechas
peores o similares a las del Período Especial.

Por un lado, el Gobierno es doctrinario, arrogante, inmovilista y
excluyente a pesar de su desastrosa gestión. Se niega a hacer los
cambios estructurales y conceptuales imprescindibles que prometió para
superar la crisis y no permanecer al borde del precipicio. ¡Quien no
toma medidas no obtiene resultados!

Por otro lado, la oposición política está ‟feudalizada", constituida por
pequeños grupos y facciones, a veces infinitesimales, aunque con muy
valiosas y heroicas individualidades, y subsiste en adversas
condiciones. Representa una natural pluralidad de opiniones, intereses y
posiciones ideológicas, generalmente prioriza una perniciosa y sin
ningún sentido inercia de protagonismo y descalificación de sus
congéneres en vez de concentrar su atención en oponerse a la dura y
objetiva realidad del Gobierno. Tampoco suele hacer propuestas
alternativas concretas de acción pública; en consecuencia, tiene un
limitado poder de convocatoria y movilización, y de alentar la
participación ciudadana. Como comentó una bloguera ‟tantos capitanes en
un barco, lo hunden."

La oposición es hoy un gran archipiélago como nuestro país. De no
progresar alguna iniciativa centrípeta como el Camino del Pueblo, la
oposición democrática, en sus distintas vertientes y propuestas, verá
limitada su gravitación y capacidad de influir en los escenarios que
irremediablemente se avecinan. Se impone un acercamiento deferente de
posiciones, ideas y propuestas, lo que sería muy prudente y provechoso
en el momento que vive el país. Esta condición es indispensable para un
proyecto de mayoría.

Un paso esencial para superar la crisis nacional y provocar los cambios
necesarios de recuperación institucional, democrática y económica del
país y para que los ciudadanos tengan una real igualdad de oportunidades
y libertades básicas dentro de una sociedad plural es que la oposición
con el apoyo de numerosos ciudadanos una sus recursos humanos y de
comunicación social, presente una visión común y desafíe al
imprescindible debate público al Gobierno. Esta tarea es ardua pero no
es una fantasía.

Si se aspira a desplazar al Gobierno de la asfixiante hegemonía e
uniformidad ideológica, política, social, económica y cultural de la
nación y, con ello, de la gobernabilidad, es imperativo que la oposición
democrática tenga una vocación de diálogo interno más amplia y
disposición a elaborar un proyecto programático alternativo común. Pero
más relevante todavía, es generar un proceso que establezca los
cimientos conceptuales y metodológicos de la acción democrática, con el
fin de captar la vinculación de los ciudadanos de a pie y la sociedad
civil. Son ellos los que sustentarán el carácter democrático e inclusivo.

La historia latinoamericana reciente nos muestra dos países con
experiencias relevantes: Chile y Venezuela. En Chile los partidos y
movimientos civiles de centro, centroizquierda e izquierda se unieron en
la Concertación de Partidos por la Democracia en 1986 para enfrentar
efectivamente a la dictadura militar de Pinochet, primero en un
plebiscito y después para derrotarla electoralmente en 1989.
Posteriormente, la Concertación gobernó a Chile por 20 años (1990-2010)
aumentando el bienestar y la calidad de vida de sus ciudadanos.

En Venezuela los grupos de todo el espectro político se unieron en la
Mesa de la Unidad Democrática (MUD) formalmente en 2008, pero
informalmente desde 2006, para enfrentar el proyecto dictatorial
socialista de Estado (el socialismo del siglo XXI) de Hugo Chávez,
logrando derrotarlo en un referendo constitucional en 2007, obtener más
votos que el Gobierno en las elecciones parlamentarias de 2010, alcanzar
un acuerdo básico para gobernar al país y elegir un candidato de
oposición en unas primarias con amplia participación ciudadana. Después
de Chávez no habrá abismo ni caos. La nueva generación movilizada por el
MUD, destaca por su coraje y participación ciudadana y no tiene como
referencia restaurar el pasado ni le interesan los ataques del chavismo
a la "cuarta república". Para ella el socialismo del siglo XXI no pasa
de ser más que una pesadilla, reclama que Chávez brinde cuenta no por
las nuevas obras y acciones que promete sino por las que ha incumplido
en más de 12 años en el poder.

Lo interesante para Cuba de ambos movimientos de unidad es el punto de
inflexión política, así como la lógica y dinámica de transformación que
generaron en los respectivos países. Han compatibilizado diferentes
puntos de vista con base en la competencia de ideas, formalizado
estrategias comunes, establecido la disciplina interna y los mecanismos
del trabajo de base requeridos, y sobre todo generado la fortaleza que
otorga a sus integrantes ser partes de una coalición, la que resulta más
imbatible mientras más amplia y unida sea.

http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/un-paso-esencial-para-salir-de-nuestro-laberinto-275514

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