Publicado el sábado, 04.28.12
El asesino cubano que se burló de la CIA
Esta es la segunda de una serie de tres entregas que presentará El Nuevo 
Herald con fragmentos del libro "Castro's Secrets: The CIA and Cuba's 
Intelligence Machine" (Los secrestos de Castro: la CIA y la máquina de 
inteligencia de Cuba).
A la CIA le pareció que Rolando Cubela era la persona ideal para 
asesinar a Fidel Castro. Joven y en buena forma física, conspirador 
probado en combate, había matado a sangre fría antes. A diferencia de la 
mayoría de los funcionarios cubanos que operaban bajo el ojo sospechoso 
de los servicios de seguridad, a Cubela se le permitía viajar libremente 
al extranjero, donde resultaba fácil coordinar reuniones ilícitas con 
sus manejadores en la Agencia. Él utilizaba una casa en la playa al lado 
de la casa reservada para Fidel en Varadero, un complejo turístico 
situado a un par de horas al este de La Habana. Allí se podía ejecutar 
un ataque simple, en la arena o en el agua, donde el líder cubano y su 
escolta menos lo esperaban.
Médico de profesión y héroe revolucionario herido en combate, Cubela 
circulaba entre civiles y militares de alta jerarquía. Cuando lo conocí 
en Miami en el verano del 2009 para hablar de sus logros, me mostró 
orgulloso la larga cicatriz curva que le corría desde el hombro derecho 
hasta el final de los bíceps. La adquirió cuando fue herido en una de 
las batallas decisivas en los últimos meses de la guerra de guerrillas. 
Me dijo que había perdido la fe en Fidel en esos días. Documentos de la 
CIA cuya cualidad de secreto oficial ha sido levantada y a los que se 
les ha otorgado acceso público muestran que ya en marzo de 1959 — tres 
meses después de la victoria — Cubela estaba confiándole a amigos su 
deseo de matar a Castro.
Cubela fue uno de los dos más altos líderes del Directorio 
Revolucionario 13 de Marzo, una organización que originalmente fue rival 
del Movimiento 26 de Julio de Castro. Las dos fuerzas se integraron 
después de la caída de Batista y algunos de los líderes del Directorio 
ocuparon importantes posiciones en el nuevo régimen, a pesar de que las 
tensiones entre ambos grupos siempre abrigaron resentimiento. Cubela fue 
el primer presidente de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) 
después del triunfo de la revolución, pero nunca le ofrecieron una 
posición de mayor responsabilidad y confianza, ni comandando tropas ni 
administrando una agencia del gobierno.
Conocía muy bien a los Castro, especialmente a Raúl. Los hermanos 
respetaban sus antecedentes heroicos, pero sentían cierto recelo de sus 
encantos, su gallardía y su naturaleza caballerosa. Cuando mostraba su 
caprichosa sonrisa, se convertía en todos sentidos en un imprevisible 
pícaro y seductor. Cubela era "un hombre extraño", según el primer 
oficial de la CIA que lo tuvo a su cargo, era temperamental y a menudo 
exasperante. Néstor Sánchez, el último que lo manejó y la persona que 
mejor lo conocía, lo recuerda como un hombre "inconstante, sensitivo, 
voluble".
Un perfil biográfico y psicológico de la Agencia describía de manera 
rara su "boca casi petulante". Un análisis de su letra lo caracterizaba 
como "astuto, inteligente, protagonista, egocéntrico y vano". También 
decía que era capaz de "poner en práctica varios mecanismos engañosos de 
la manera más hábil" y que "no ha encontrado aún su camino adecuado". 
Algunos oficiales que manejaban casos en la Agencia en los años sesenta 
y setenta pensaron que la grafología podía ayudarlos en sus 
evaluaciones. Ese informe logró acercarse a la realidad.
Carlos Tepedino, un joyero cubano emigrado que conspiró con Cubela para 
la CIA, me dijo en Miami que su amigo de toda la vida nunca confío en 
Fidel, pero que el líder cubano "le tenía mucha simpatía". Tepedino dijo 
que tal vez era porque "Rolando siempre hablaba con franqueza y a Fidel 
le gustaba eso". Eso puede haber sido así, pero la historia cubana 
moderna está llena de funcionarios en desgracia más inteligentes que 
Cubela que hablaban demasiado cándidamente para el comandante en jefe. 
Siete años más joven que Castro, Cubela era su favorito en el Directorio 
Estudiantil, aunque eso pudo haber sido porque era el más maleable, el 
más vulnerable ante los encantos y el poder de persuasión de Fidel. Es 
cierto que ellos tenían muchas afinidades que eran insondables, y la 
menor de ellas no era la semejanza de sus patologías violentas.
En octubre de 1956, en la madrugada de un domingo tranquilo, Cubela 
llevó a cabo uno de los atentados más notorios en la historia de Cuba. 
Un grupo de oficiales de la policía y el ejército, algunos acompañados 
de sus esposas, habían estado bebiendo y jugando en el Montmartre, un 
elegante night-club cubano. Al salir del club, fueron despiadadamente 
acribillados a balazos. Un coronel, el jefe de inteligencia militar de 
Batista, murió instantáneamente. Un segundo coronel, su esposa y otra 
mujer fueron gravemente heridos. En medio del caos, Cubela y su 
principal cómplice huyeron a través del casino.
En 1963, Cubela era fácilmente el mejor candidato que la Agencia tenía 
para completar otra misión asesina, una que había fracasado muchas 
veces. El informe del inspector general comisionado por el director de 
la CIA Richard Helms en 1967, y al que ahora se ha otorgado completo 
acceso público, catalogaba la sórdida historia de los atentados 
planeados por la CIA contra Castro.
Tomó muchos años, pero la verdad acerca de las verdaderas lealtades de 
Rolando Cubela emergieron gradualmente. Prueba de esta duplicidad había 
estado acumulándose desde mediados de los sesenta, y ahora, con la 
información que he recibido de un desertor cubano bien informado y un 
documento de la CIA ignorado por mucho tiempo, puede afirmarse 
inequívocamente que Cubela conspiró con Fidel.
El primer indicio vino del propio Castro. El 2 de mayo de 1966 Fidel se 
reunió con el corresponsal de The New York Times Herbert Matthews, cuyas 
notas archivadas de la conversación que tuvieron no se hicieron públicas 
hasta varios años después. Matthews citó a Fidel diciendo lo siguiente: 
"Cubela era un tipo débil y neurótico que ellos cuidaron, pero que no 
estaba recibiendo las ofertas de trabajo que él creía que merecía y 
andaba en mala compañía".
Matthews habló con el ministro del Interior Ramiro Valdés al día 
siguiente. Cubela, dijo Valdés, "había sido reducido a supervisor de 
educación médica en un hospital grande en La Habana, y sus amigos se 
percataron de su disgusto y de su naturaleza neurótica, de manera que en 
cierto sentido estaba siendo vigilado".
Valdés habló definitivamente acerca de Cubela diecinueve años después, 
el 5 de junio de 1985, en una reunión con otro periodista que estaba de 
visita. "Teníamos información acerca de su viaje al extranjero, que 
tenía contactos con la CIA, que tenía la misión de asesinar a Fidel. 
Esto lo sabíamos". Esa admisión, archivada en la Colección de la 
Herencia Cubana de la Universidad de Miami, parece haber pasado 
inadvertida por previos investigadores.
Pero ¿cómo se enteró Valdés del plan de asesinato y cuándo fracasó? ¿Es 
que había un informante cerca de Cubela? ¿Pudo el hábil joyero Tepedino 
haber sido un doble agente? ¿Había estado el propio Cubela reportando a 
la inteligencia cubana, tal vez desde la primera reunión con un agente 
de la CIA en la Ciudad de México? En mayo de 1997, Ricardo Alarcón, 
quien ha sido por muchos años el presidente de la Asamblea Nacional, el 
cuerpo legislativo cubano encargado de poner un cuño de aprobación a 
todo, fue la primera fuente de autoridad en sugerir la respuesta. 
Alarcón estuvo cerca de Cubela en 1960 cuando ambos funcionaron juntos 
en la dos posiciones de mayor jerarquía en la Federación Estudiantil 
Universitaria. El autor Richard Mahoney le preguntó sobre Cubela durante 
una entrevista en La Habana. Alarcón dijo lo siguiente: "Cubela puede 
haber sido plantado por Fidel".
Fue en la primavera del 2011 cuando por fin me convencí de que Alarcón 
tenía razón. Fue entonces que conocí a Miguel Mir, otro desertor de la 
DGI que vive en Estados Unidos. Él se había incorporado a la DGI en 1973 
a la edad de dieciséis años, y más tarde trabajó en diferentes épocas en 
las escuadras de seguridad personal de Fidel, Raúl y Valdés. Había 
ascendido hasta llegar a esas posiciones de absoluta confianza, que le 
colocaron en diaria proximidad a los más altos líderes. Desde 1986 
hasta1992, Mir fue uno de los principales escoltas y oficiales de 
seguridad de Fidel.
Fue durante el primer año en esa posición como teniente de la DGI que 
Mir también fungió como jefe curador de sensitivos archivos militares y 
de seguridad. Su título era Historiador Militar de la Seguridad Personal 
de Fidel Castro. Mir me dijo que en esa posición él custodiaba los 
registros de objetos de interés histórico relacionados exclusivamente 
con el comandante en jefe. Se guardaban en una bóveda secreta en una 
instalación militar cerca de La Habana.
Me dijo: "Allí leí documentos acerca de Rolando Cubela, declarándolo un 
agente doble". Databan del período de 1961 a 1963. Había miles de fotos 
y registros acerca de Fidel. El archivo, creado por la ayudante y en una 
ocasión amante de Castro Celia Sánchez, preservaban su memoria. "Era un 
registro de todos los atentados contra su vida", me dijo Mir. "Por eso 
se guardaron y no se destruyeron".
No tengo razón alguna para dudar lo que Mir compartió conmigo acerca de 
este y otros asuntos sensitivos sobre inteligencia. Lo que él vio en 
esos archivos indica que Cubela fue expuesto en marzo de 1961 en la 
Ciudad de México y que a partir de ese momento reportó a Fidel y a la 
DGI todo lo que ocurrió en esas reuniones con oficiales de la CIA.
Más recientemente descubrí evidencia más convincente aún del doble juego 
de Cubela. Carlos Tepedino admitió durante un agresivo examen 
poligráfico de la CIA en agosto de 1965 que Cubela "tenía fuertes lazos 
con la inteligencia cubana y probablemente estaba colaborando con ellos 
en diversas formas". "Tenía contacto diario con ellos . . . trabajaba 
estrechamente con ellos . . . sabía lo que estaba pasando en los 
círculos de inteligencia". Peor aún, Tepedino dijo que Cubela le había 
contado a "todos" acerca de sus relaciones con la CIA, "todos sabían". Y 
Cubela nunca había tratado de organizar "una conspiración para derrocar 
a Castro y no tenía planes o seguidores que habrían trabajado con él 
para lograr ese objetivo". Tepedino dijo que "un grupo como tal no 
existía". Cubela había estado jugando con sus manejadores de la CIA todo 
el tiempo.
Los resultados del interrogatorio fueron compartidos con la Comisión 
Church —la comisión del Senado de Estados Unidos que celebró audiencias 
sobre la CIA en 1971—y alguna parte de su contenido fue citada en el 
informe final de la comisión en abril de 1976. Pero las sorprendentes 
admisiones de Tepedino no atrajeron más atención. Hasta ahora no han 
sido citadas como prueba irrefutable de la duplicidad de Cubela y su 
colaboración con la inteligencia cubana y, por tanto, con el propio 
Fidel. El informe poligráfico de nueve páginas no recibió acceso público 
hasta 1998, y luego se archivó en los Archivos Nacionales en medio de 
aproximadamente cinco millones de páginas relacionadas con el asesinato 
de Kennedy. Fue efectivamente extraviado hasta que vino a mi atención en 
octubre de 2011.
Pero ¿por qué los oficiales de la CIA familiarizados con el caso 
insistieron hasta que murieron en que Cubela había sido un agente 
secreto confiable, incluso después de que los resultados del examen 
poligráfico de Tepedino se redactaron en septiembre de 1965? Se sabe que 
una copia de ese informe fue compartido con la sede principal de los 
funcionarios a cargo de las operaciones sobre Cuba. Sin embargo, Helms y 
por lo menos otros dos oficiales de alto rango en la CIA lo ignoraron, o 
nunca fueron informados. No les hicieron preguntas sobre él durante los 
testimonios ante la Comisión Church, ni tampoco le preguntaron a otros 
oficiales de la CIA que testificaron. Los resultados del examen 
poligráfico no se mencionaron en el informe del inspector general de 
1967 sobre los complots de asesinatos.
¿Un encubrimiento intencional? Es bastante posible que la información 
resultaba demasiado comprometedora, demasiado embarazosa para los 
involucrados. Si se hubiera sabido de manera concluyente fuera de la CIA 
que Cubela había trabajado todo ese tiempo con la DGI, habrían surgido 
inevitablemente graves preocupaciones sobre una posible participación 
del gobierno cubano en la muerte de Kennedy. De cualquier modo, tal 
parece que las renuentes confesiones de Tepedino fueron archivadas en 
1965 con la esperanza de que nunca tuvieran que ser explicadas.
http://www.elnuevoherald.com/2012/04/28/v-fullstory/1190606/el-asesino-cubano-que-se-burlo.html
 
 
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