3 de abril de 2012

Extranjero en mi patria


Emigración, Exilio
Extranjero en mi patria
Si el Gobierno no se ocupa de los ciudadanos que viven bajo su
jurisdicción directa, ¿cómo puede alguien pensar que le interesarán los
que viven más allá de sus fronteras?
Tony González, Madrid | 03/04/2012 10:52 am
Desde hace tiempo se escuchan los clamores acerca de una reforma
migratoria en Cuba. Clamores que enarbolan los marcados con el estigma
de la salida definitiva, los que tienen el PRE (Permiso de Residencia en
el Extranjero) y el PVE (Permiso de Visita al Extranjero) y los que
viven en Cuba y pueden viajar con carta de invitación. Entre ciudadanos
comunes, la mayoría piensa que viajar debería ser fácil, pero ve la
acción más como una balsa o un sueño que como una realidad.
La política cubana es sumamente injusta con todos. Exiliados y emigrados
no pueden regresar con plenitud de derechos. Los que salen y entran con
carta de invitación encuentran resoluciones cada vez más complejas y
absurdas. Los que tienen el PVE se sienten abrumados por las
contribuciones obligatorias que tienen que hacer para visitar su Patria.
De esta manera, los únicos que no están perjudicados por la actual
política migratoria cubana son los que pueden viajar cada vez que lo
deseen, léase la creme de la creme del Gobierno cubano, y los que
siempre han pensado que viajar es algo imposible y tienen cientos de
preocupaciones más en las que rumiar, o sea, el segmento de más bajos
recursos.
Se solicita un cambio en la política migratoria, pero no se definen
cuales de los tantos aspectos torcidos e injustos de la misma serían los
que necesitan una transformación más urgente. Podríamos pensar que se
refieren a la posibilidad de que los ciudadanos puedan salir del
territorio nacional sin trabas y que esta salida solo dependa del visado
que conceda el país a visitar. También podríamos pensar en la necesidad
de aliviar las imposiciones económicas y tasas que encarecen la salida y
el regreso, amén del papel de guardián paternal que ejerce el Estado.
Este se escuda en los enunciados de siempre: el bloqueo, la ley de
ajuste cubano, el robo de cerebros y cualquier otro caprichoso pretexto.
Realizar una profunda reforma migratoria lo haría entrar en
contradicción con lo que a diario expone. No descartamos la posibilidad
de que exista un pequeño cambio cosmético en ella antes de que los
miembros de la cúpula continúen falleciendo, pero es algo que nadie
sabrá hasta un buen día en que, sin previo aviso, leamos en el Granma
que se ha dado otro paso en el perfeccionamiento del socialismo cubano.
Es una verdad de Perogrullo escribir que permitir que los cubanos puedan
salir libremente traería como consecuencias un éxodo aún mayor, en un
país donde ya en estos momentos el torrente de personas que cada año
abandona las bondades del socialismo está poniendo en peligro la
estabilidad poblacional. Esto no lo puede permitir el Gobierno que ya
por bastantes medios trata de impedirlo sin resultados. En los 80, era
la abuelita la que alegraba a la familia a su llegada del extranjero
trayendo presentes y juguetes. 30 años después, es la abuelita la que
espera la remesa y las fotos de la familia que crece en el extranjero.
Los que solicitan cambios en la política migratoria no han tenido en
cuenta el interesante contenido económico de la misma. Incapaz de
encontrar soluciones a la profunda crisis, incapaz de generar riqueza de
alguna manera, incapaz de retener a sus ciudadanos, a no ser bajo leyes
absurdas, el Gobierno no quiere ceder al caudal de dinero que entra
gracias al establecimiento de tasas y cuotas relacionadas con la
migración. Hacerlo sería algo de locos en un país en dificultad, y
aunque a diario digan que todos ellos están locos, parece que no es para
tanto.
Entre las ganancias que recibe el Gobierno con la actual política se
encuentra la confiscación de todos los bienes de aquellos que "desertan"
y el envío de remesas que de manera indirecta termina en las arcas del
Estado. A esto se suma el ingreso regular por concepto de impuestos
mensuales a cada cubano en el extranjero bajo la categoría de PVE, y los
exagerados cobros de permisos, documentos y legalizaciones varias
relacionadas con la salida del país.
Pero aunque lo diga el refrán, no solo por dinero baila el mono. De
manera colateral, también se ha utilizado la emigración para
desembarazarse de "incómodos". En poco más de medio siglo, el Gobierno
ha utilizado varias veces el éxodo de parte de la población como una
válvula de escape a sus incapacidades, sin dejar de vilipendiar a los
que se marchan en una propaganda tan efectiva que ha generalizado el
criterio callejero de que "cualquiera puede hablar mal del Gobierno en
Miami, lo que hay es que tener el valor de decirlo en Cuba". Y cuando
alguien tiene el valor de hacerlo más allá del cuchicheo en la cola de
la bodega o la farmacia, la principal manera de desacreditarlo es
acusarlos de "agentes pagados por el imperialismo", fabricarle
expedientes por delitos comunes y ocultar la desmedida carga de
violencia que se aplica contra el derecho a disentir.
Que sea humillante y sobre todo ilegal que un ciudadano tenga que pagar
y pedir permiso para salir de su país no le interesa al Gobierno cubano
ni al resto de los gobiernos del mundo. Que sea humillante e ilegal que
un ciudadano tenga que pagar y pedir permiso para regresar a su país
tampoco le preocupa a nadie fuera del círculo de los afectados. Si el
Gobierno no se ocupa de los ciudadanos que viven bajo su jurisdicción
directa, ¿cómo puede alguien pensar que le interesarán los que viven más
allá de sus fronteras? Trata a los cubanos que viven en el extranjero
como ciudadanos de segunda, asombrados de sus protestas e intentando
convencerles de que son privilegiados. En un final, pueden quedarse en
Cuba, y vivir como ciudadanos de tercera, o ser extranjero en tu Patria,
donde los extranjeros tienen más derechos que los nacionales.

http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/extranjero-en-mi-patria-275516

No hay comentarios:

Publicar un comentario