Cuba: un antes y un después
Nunca antes en el último medio siglo quedó una huella tan profunda tras
un paso tan breve
viernes, marzo 25, 2016 | Miriam Celaya
LA HABANA, Cuba.- Pese a los malos augurios y peores interpretaciones
que los detractores de la nueva política de diálogo entre EE.UU. y Cuba
han dado a la visita del Presidente Barack Obama a la capital cubana, lo
cierto es que ésta ha causado un impacto sin precedentes en el
habitualmente abúlico escenario nacional.
No hubiese podido ser de otra manera. En 57 años de autoritarismo jamás
los cubanos comunes habían disfrutado el espectáculo de una actitud y un
discurso que retó en pocas palabras todo el catecismo castrista. Obama
se saltó el protocolo diplomático y la anunciada agenda oficial en
varias ocasiones desde su primeras horas en La Habana, al acudir sin
previo aviso a un restaurante privado, en pleno corazón del popular –y
populoso– municipio de Centro Habana, provocando inmediatamente la
espontánea aglomeración de lugareños que le expresaban su admiración y
simpatía.
Iguales manifestaciones recibió en cada escenario en que se presentó,
pese al cuidadoso control que hicieron las autoridades cubanas, que
habían organizado una meticulosa selección de sus fieles para colmar los
auditorios. En vano. El éxito de escena del presidente estadounidense
fue arrollador, influyendo incluso sobre una buena parte de esos fieles.
Sin ánimo de exagerar, nunca antes en el último medio siglo quedó una
huella tan profunda tras un paso tan breve.
Un gesto audaz que evidencia el compromiso político de Barack Obama con
el tema de los derechos humanos y del reconocimiento a la sociedad civil
independiente de la Isla fue el encuentro que sostuvo con activistas y
periodistas independientes durante una hora y cuarenta minutos en la
Embajada de EE.UU., donde se produjo un diálogo franco con los invitados
a la reunión, que devino una lección magistral de política para los
presentes. Gesto que constituye un claro mensaje a las autoridades
cubanas y una legitimación de la lucha prodemocracia en la Isla.
Pero sin dudas, lo más relevante de esta visita fue el discurso
pronunciado por Obama para el pueblo cubano en el Gran Teatro de La
Habana, frente a un auditorio "políticamente correcto", formado
fundamentalmente por militantes del PCC y otros obedientes corderos del
rebaño, y en presencia del General-Presidente, su hijo, su Canciller y
otros simpatizantes de sangre azul de la casta –como la primerísima
bailarina Alicia Alonso–, quienes ocupaban un palco a prudencial
distancia de la disciplinada plebe. Todo lo cual no fue óbice para la
ovación que acogió la entada de Obama en el escenario hasta el podio
desde el que hizo su alocución.
Un discurso que evidencia la existencia de un movimiento oculto tras
bambalinas. Quizás los cambios que han comenzado a producirse lentamente
en los últimos años y que no se han traducido en una mejoría para los
cubanos, podrían estarse acumulando para –en un lapso de tiempo
indefinido– desembocar en un escenario muy diferente al actual, aunque
aún no alcancemos a vislumbrarlo. Un discurso, en fin, que pocos años
atrás –y especialmente bajo la égida de Castro I– hubiera sido tan
imposible como impensable.
"He venido aquí para enterrar el último resquicio de la Guerra Fría en
el continente americano. He venido aquí para extender una mano de
amistad al pueblo cubano", expresó el Presidente del Imperio enemigo,
casi al inicio de un discurso que duró 34 breves minutos y mantuvo
atrapada la atención de todos los cubanos.
A lo largo de su presentación, Obama colocó frases e ideas tan
subversivas para los oídos nacionales como "derechos individuales", "no
debemos temer al cambio", "creo en el pueblo cubano".
A nadie, que no fuera el Presidente estadounidense en el marco de las
nuevas relaciones, le hubiese sido posible declarar ante los micrófonos
y televisado directamente por los medios oficiales de la dictadura: "…
aunque levantáramos el embargo mañana, los cubanos no podrían alcanzar
su potencial sin hacer los cambios necesarios aquí, en Cuba", y dejó
claro que los límites a la prosperidad de los cubanos –como el monopolio
de la fuerza de trabajo, la doble moneda, la falta de acceso a Internet–
no los impone EE.UU.
Obviamente, para entender el calado del discurso de Barack Obama en el
espíritu de los cubanos es preciso conocer antes cuánta frustración y
desesperanza se ha acumulado en décadas de carencias materiales
justificadas en virtud de estériles batallas ideológicas. Obama ha
ofrecido a los cubanos un capital valioso: Esperanza. No una esperanza
en abstracto o basada en quimeras ni falsas promesas, sino sobre "una
base en el futuro que ustedes pueden elegir; que ustedes pueden moldear;
que ustedes pueden construir para su país".
Miles de luchadores por la democracia han sido encarcelados en Cuba por
defender ideas como estas, ahora pronunciadas con toda impunidad en
presencia de un tolerante y mudo General Gris: "Yo creo que los
ciudadanos deberían ser libres de expresar sus ideas sin miedo, de
organizarse, y de criticar a su gobierno y protestar pacíficamente, y
que el estado de derecho no debería incluir detenciones aleatorias de
las personas que hacen uso de esos derechos (…) yo creo que los votantes
deberían de elegir sus gobiernos en elecciones libres y democráticas".
No faltó el reto dirigido al propio Castro II, utilizando los mismos
argumentos que éste opone para justificar su tozuda renuencia a una
apertura política: "Teniendo en cuenta su compromiso con la soberanía y
la autodeterminación de Cuba, también estoy seguro de que no tiene que
temer las diferentes voces del pueblo cubano y su capacidad para hablar,
y reunirse, y votar por sus líderes (…) Tengo la esperanza para el
futuro porque confío en que el pueblo cubano tomará las decisiones
correctas".
No por casualidad, inmediatamente tras la partida de Barack Obama hacia
Argentina en la tarde del martes 22 de marzo, los medios oficiales del
régimen se lanzaron a tratar de minimizar los posibles daños causados
por los discursos y presentaciones públicas del carismático visitante
sobre la conciencia revolucionaria del pueblo.
La visita de Obama a Cuba fue una "demostración de marketing político"
con todo el montaje de un escenario y discursos cuidadosamente
calculados para llegar a todos los públicos, afirmó el alabardero de
turno, Oliver Zamora, en la emisión del noticiero de TV del mediodía;
mientras la emisión estelar (nocturna) se esforzaba en contrarrestar el
"efecto Obama" a través de un patético reportaje que mostraba imágenes
del ex Invicto en Jefe, Castro I, durante sus cinco viajes a EE.UU. Nada
más pueril y contraproducente que intentar sepultar un presente deseado
por los cubanos apelando al pasado que rechazan.
Mientras, el "paquete semanal", con varios materiales audiovisuales
sobre Barack Obama, ha comenzado circular profusamente por la capital
habanera: muchos quieren prolongar el placer alimentando la esperanza.
Con seguridad, en los días venideros, la vida en La Habana retornará a
sus cauces y seguirá la lucha de la gente humilde por la subsistencia
cotidiana, pero los cubanos estarán atentos a las señales. No habrá
mejorías en el corto plazo, es cierto; pero cuando miremos en
retrospectiva lo acontecido en estos dos días, en la memoria popular
cubana quedará jalonado el hito, y comprobaremos que hubo un antes y un
después de esta histórica visita de Barack Obama.
Source: Cuba: un antes y un después | Cubanet -
https://www.cubanet.org/opiniones/barack-obama-en-la-habana-un-antes-y-un-despues/
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