Ilusión y temor en la frontera
REINALDO ESCOBAR (ENVIADO ESPECIAL), La Cruz, Costa Rica | Noviembre 29,
2015
A unos 15 kilómetros de la frontera con Nicaragua se encuentra el cantón
La Cruz, en la provincia de Guanacaste, en Costa Rica. Allí está Peñas
Blancas, el más importante puesto fronterizo del norte del país y donde
ocurrieron graves incidentes entre los migrantes cubanos y la policía
nicaragüense.
En estos momentos, un millar de cubanos se distribuyen en varios
albergues, una parte en una iglesia, otros en una escuela y quienes no
quieren alejarse del puesto fronterizo pernoctan en los alrededores de
la Aduana. Este fin de semana toda la zona es un hervidero de gente que
va y viene, entre migrantes y voluntarios de organizaciones humanitarias.
En el punto aduanal hay mantas por todos lados, vasijas para guardar
agua y tendederas con ropa que le dan al lugar el aspecto de una
cuartería de La Habana Vieja. Jorge comparte con unos 60 compañeros de
ruta el suelo del lugar, donde han acomodado improvisados colchones y se
mantienen a la espera de que Nicaragua los deje proseguir la ruta.
Este cubano de hablar fluido y sueños empecinados cumplía una misión
oficial como trabajador de la salud en Ecuador. No quiere que se le
hagan fotos ni siquiera dar su apellido para este diario, por temor a no
poder volver a Cuba, pero cuenta el largo periplo que lo ha llevado
hasta tierra costarricense.
"El objetivo de muchos de nosotros era cumplir la misión en Ecuador y en
ese tiempo hacer contactos para regresar a Quito u otras ciudades con un
contrato de trabajo privado", explica Jorge. Sin embargo, "a petición
del Gobierno cubano, las autoridades ecuatorianas cerraron la
posibilidad de que los cubanos se inscribieran en el registro
profesional". Remacha con convicción "Esto lo provocó el Gobierno cubano".
A Jorge se le nota irritado cuando afirma: "Yo nunca pensé en viajar a
Estados Unidos". Resume así sus planes iniciales: "Quería ser un
profesional en Ecuador donde podía ganar hasta 2.000 dólares mensuales.
¿Para qué me iba a ir a Estados Unidos a trabajar en la construcción?".
"Me obligaron a hacer esto porque me cerraron el camino que tenía",
sostiene el hombre. Al no poder inscribirse como profesional de la salud
le quedaba la opción de "limpiar pisos en un hotel". De los 3.000
dólares de sueldo que aparecían declarados en el contrato de su misión
oficial, el Gobierno cubano sólo le pagaba a Jorge unos 700. Todo esos
absurdos lo llevaron a emprender el camino hacia Estados Unidos, apunta.
En una mesa al aire libre, Beatriz se ocupa de llenar los formularios de
ingreso a un grupo de recién llegados al campamento de La Cruz. Parece
una tica colaboradora de alguna iglesia o de una ONG que está allí para
ayudar a los cubanos, sobre todo porque pronuncia todas las letras de
todas las palabras.
"Esto que usted ve aquí es el comedor", señala. "A cualquier hora del
día o de la noche llegan aquí personas desde la frontera y van a parar a
un campamento con más condiciones". La joven detalla que en el lugar
desayunan, almuerzan y comen los que están albergados en el poblado La
Cruz. Los gastos corren por la comunidad, las iglesias y otras
organizaciones "que nos han dado esa posibilidad y nos apoyan en todo lo
que pueden".
Antes de salir de Cuba, Beatriz trabajaba en el sector gastronómico en
Camagüey y ha llegado hasta Costa Rica junto a su esposo. Arribaron a
Ecuador en una fecha tan cercana como el 1 de noviembre con la intención
de comenzar la marcha el día 10, pero la adelantaron al 3. "Cuando
llegamos aquí ya habían cerrado la frontera""
Se mueve con dinamismo y tiene una autoridad que hace a los recién
llegados preguntarle y pedirle consejo como si fuera una especialista en
trámites migratorios. Con 23 años, dice sentirse optimista de que pronto
se encuentre una solución para esos casi 4.000 balseros de a pie varados
en Centroamérica. La convicción de que alcanzará su sueño se basa sobre
todo en su juventud: "Tengo más futuro que pasado", repite con seguridad.
En la fila para ser apuntado en "la lista de Beatriz", se halla Oneiqui
Castro, quien laboraba como carnicero en Ciego de Ávila. En la mesa de
inscripción muestra su pasaporte cubano y una licencia de conducción del
estado de Florida a su nombre. "Hace dos años viví ocho meses en Estados
Unidos. Me iba bien, pero regresé a Cuba por asuntos del corazón. El
amor me jugó una mala pasada y ahora estoy de regreso", cuenta.
Sin embargo, no todos están allí para alcanzar territorio
norteamericano. La artista plástica Tania Bruguera lleva varios días
acompañando a los cubanos en la frontera y los ha ayudado a crear una
página de Facebook bajo el lema de Que pasen los cubanos. A solo 72
horas de abierto el sitio, ya había recibido 108.700 visitas.
Tania permanece junto al "grupo rebelde". Aquellos que no aceptan estar
albergados y se mantienen lo más cerca posible de la frontera con
Nicaragua. Quienes rodean a la artista, parecen sentirse inspirados por
ella, por su vocación pacífica pero desobediente. A pesar de que los
medios oficiales nunca mencionaron una palabra de la performance que
Bruguera planificaba realizar en diciembre pasado, la mayoría de los que
han llegado desde la Isla la conocen.
Otros, no acaban de entender lo que sucede. Es el caso de Froilán.
"Cómo es posible que, si un día los sandinistas nos pidieron ayuda
para derrocar a Somoza y luego recibieron en su país a nuestros médicos
y maestros, ahora no quieren abrirnos sus fronteras", se pregunta este
habanero. "Nosotros tenemos fe; sabemos que necesitamos suerte, pero lo
principal es la fe, sin ella no hay suerte posible", dice mientras
acaricia el rosario que lleva en el cuello.
Tamara Román responde a este diario con cierto aire de desesperación.
Habla como si le fuera la vida en sus palabras. "El gran temor que
tenemos es que llegue el 15 de diciembre, cuando todas las instituciones
empiezan a entrar en la dinámica de la Navidad y tengamos que seguir
aquí hasta enero cuando todo recomience". Sus miedos van, incluso, más
allá de esta frontera: "La peor preocupación es que cuando lleguemos a
México nos deporten para Cuba", dice, angustiada.
Un temor que también comparte Katiuska Muñiz, de Santa Cruz del Sur en
Camagüey. La mujer trabajaba en el Hospital Psiquiátrico de la capital
provincial y dejó con su mamá a sus dos hijos, uno de 17 años y el otro
de 9. Cumplía misión oficial en Venezuela, donde se ocupaba de una
farmacia, pero solo duró en el puesto un poco más de dos semanas. "Soy
una profesional y quiero ir a Estados Unidos a trabajar", explica. "Y,
si no puede ser allí, pues que sea en cualquier país a donde mis hijos
tengan un futuro".
Hace un largo silencio y parece que se va a echar a llorar, pero toma
aire para decir: "Quisiera agradecerle a todo el pueblo de Costa Rica, a
su presidente y a su canciller toda la ayuda humanitaria solidaria que
nos están brindando. No estamos pasando hambre ni necesidad. Nos brindan
apoyo y protección, en la calle el pueblo no nos repudia sino nos apoya;
conversan, ríen con nosotros y eso nos hace sentirnos en familia". Su
sentimiento es compartido por todos.
Mientras habla, ha llegado otro grupo de migrantes, algunos cargados con
mochilas y los rostros sudados y llenos de tierra. Beatriz comienza a
tomarles los nombre y la tarde cae en La Cruz.
Source: Ilusión y temor en la frontera -
http://www.14ymedio.com/reportajes/Ilusion-temor-frontera_0_1898210165.html
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