Pogolotti, de barrio obrero a barrio desahuciado
A un siglo de su fundación, es apenas una zona pobre donde algunos
evitan adentrarse en medio de la noche
JORGE LUIS GONZÁLEZ SUÁREZ, La Habana | Julio 31, 2015
Se iba a llamar Redención y fue proyectado como el primer barrio obrero
de La Habana, pero a un siglo de su fundación es apenas una zona pobre
donde algunos evitan adentrarse en medio de la noche. Pogolotti tiene
una historia escondida entre sus basureros, sus tarjas que pocos leen y
sus cientos de tejados a dos aguas.
La primera piedra de esta barriada, ubicada en el municipio Marianao,
fue colocada en 1910 por el presidente de la República José Miguel
Gómez. El gesto quedó inmortalizado en una placa en la humilde calle 90,
que sobrevivió a la furia revolucionaria que arrasó parte de los
monumentos referidos al "pasado neocolonial".
Las primeras obras del asentamiento comenzaron en la finca Jesús María,
propiedad de Dino Pogolotti, arquitecto de la Compañía Nacional
Constructora y cuyo apellido terminó desplazando al grandilocuente
nombre que se había planeado en un inicio. Así fue como la redención no
alcanzó a este trozo de La Habana.
Una buena parte de las viviendas aún conserva la estructura original de
aquella época, con paredes de mampostería y techos de tejas en un estado
ruinoso. Algunos inmuebles se han convertido en edificios de dos pisos
hechos con recursos propios y "materiales obtenidos por la izquierda,
sin ayuda del Estado", según refiere un residente.
Por sus estrechas calles se hizo frecuente ver a finales del siglo XIX
el rostro afilado de Carlos J. Finlay. El médico y epidemiólogo realizó
en Pogolotti parte de los experimentos con los que concluyó que el aedes
aegypti era el agente transmisor de la fiebre amarilla. La barriada
estuvo a punto de pasar a la historia médica internacional con la
nominación del científico en varias ocasiones al premio Nobel, pero
nunca le fue concedido.
En un parque de forma circular han quedado las esfinges de los hombres
ilustres que participaron en aquella investigación científica, desde
Finlay hasta el primer gobernador militar norteamericano que ocupó el
cargo al terminar la guerra de independencia, Leonard Wood, un médico
del Ejército de Estados Unidos a quien se le recuerda más por haber
comunicado a los constituyentes de 1901 la imposición de la Enmienda Platt.
Pero el pasado, pasado es, también para Pogolotti. Un emprendedor que
vende a dos pesos cubanos el vaso de jugo de mango en la esquina del
parque dice no haber reparado en que el rostro "de ese americano" estaba
aún allí. Sin embargo, tiene la ilusión de que "si Obama viene a Cuba,
va y se aparece a ponerle flores". En ese hipotético día, planifica con
picardía venderle "el vaso de jugo a cinco dólares".
Mientras Obama no llega, en el histórico parque no queda ni una farola
con luz. La tarja que cuenta la historia del lugar desapareció y algunos
dicen que un vecino la guardó para que no la robaran. La caseta de
madera donde se realizaron los estudios epidemiológicos se esfumó y
varias de sus tablas hoy asoman en ventanas, paredes y techos cercanos
al lugar.
Sin embargo, ni la política ni la ciencia han logrado sobresalir sobre
una de las más importantes memorias que guarda Pogolotti: la relacionada
con la Quinta San José, propiedad de la etnóloga Lydia Cabrera y que fue
demolida para edificar el Combinado Deportivo Jesús Menéndez, ahora en
ruinas. Con la partida al exilio en 1960 de la autora de El Monte, el
lugar quedó a merced de los caprichos burocráticos y la desidia.
La religiosidad se vive con intensidad en la barriada. Los toques de
tambor son un sonido que acompaña las tardes y las noches, mientras
muchos hombres jóvenes se inician en el ñañiguismo o matan las horas
entre el alcohol y el dominó. La única capilla católica del barrio se
ubica en el Hogar de Ancianos San Rafael, uno de los pocos sitios que
mantiene cierto esplendor en medio de la decadencia de la zona.
Como un vigía venido a menos, observador del declive de Pogolotti, se
alza el enorme tanque que una vez suministró agua a todos los vecinos.
En su interior se acumula el agua cuando llueve y los mosquitos ponen
sus larvas, en un eterno ciclo que evoca a un Finlay sin descanso.
Ahora, un anciano que vive a la sombra del depósito asegura: "Este ya no
es un barrio obrero, ahora es un barrio jubilado", hace una pausa y
rectifica: "Un barrio desahuciado".
Source: Pogolotti, de barrio obrero a barrio desahuciado -
http://www.14ymedio.com/reportajes/Pogolotti-barrio-obrero-desahuciado_0_1825617441.html
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