Lucas Garve
mayo 27, 2015 9:55 am·
Cuba actualidad, Arroyo Naranjo, La Habana, (PD) En la madrugada del 23
de mayo el cáncer consiguió vencer a Lucas Garve. Y a sus colegas y
amigos, que lo queríamos bien, no nos queda más remedio que aguantar la
apretazón en la garganta, ese nudo que amenaza con reventar, y repetir
eso que se dice cuando muere alguien bueno antes del tiempo que
suponíamos le tocaba vivir y que se ha convertido más que en una
rebeldía frente a la justeza de Dios –cuyos designios, inescrutables, ya
se sabe, definitivamente no acabamos de entender- en un lugar común:
¡Verdad que esta vida es una mierda!
Venir a morirse ahora, cuando había logrado reunirse con su hija y su
nieta, ya lograba encaminarse en Miami, y hasta tenía – ¿quién se lo
hubiera dicho hace solo dos años?- un empleo como productor en Mega TV,
un carro que no estaba mal y una casa, que no tendría la chimenea en la
sala que siempre soñó ni sería una maravilla, pero casi, si se comparaba
con aquel diminuto cuartucho en Mantilla con un enorme hueco al pie de
la cama, tan enorme que nunca consiguió rellenarlo, y mucha humedad en
las paredes.
Todavía si hubiese muerto en La Habana, que ya no era la misma ni
parecida que cuando vino de Santa Clara hace cuarenta y tantos años, de
cirrosis, de SIDA, del mismo cáncer que se lo llevó ahora, de un
infarto, de tristeza, de decepción, de sentirse vigilado, del hastío de
esperar el P-6 que no pasa, de hacer colas, de recoger agua de madrugada
el día que la ponen, de contar el dinero que queda para terminar el mes,
de caminar de Mantilla a La Palma en busca de qué cocinar y con qué
condimentarlo, para no morir de inanición o como la Ana del poema de
Guillén, de arroz y huevo frito…
¿Pero precisamente ahora, cuando parecía que al fin le iba bien en la vida?
"¡Ay, no jodas, Luis, uno se muere cuando le llega el turno", me parece
oírlo decir antes de pedirme, enarcando las cejas, que no me ponga trágico.
Luego de tantos años de amistad, qué voy a haber olvidado su voz, sus
gestos y sus expresiones, que siempre terminaban por hacernos revolcar
de la risa
Cuando lo conocí, allá por 1999, todavía era profesor de francés en la
Escuela de Idiomas, pero ya llevaba varios años en la prensa
independiente, y firmaba sus trabajos en Cubanet no como Luis García
Vega, sino como Lucas Garve, no por miedo –no, hijo,no, ¿a qué coño le
iba a tener miedo a esas alturas del juego? – sino porque sonaba mejor,
más artístico. Lucas, como el discípulo de Cristo que se convertiría en
escritor de uno de los Evangelios, y Garve, la combinación de los dos
apellidos. "Vaya, algo así como el Caín de Cabrera Infante", explicaba.
Era franco, directo, sin poses, exageraciones ni pedanterías, aunque
dispusiese de cultura suficiente como para repartirla a manos llenas.
Más que cualquier otra cosa, Lucas era un gozador de la vida y un gran
jodedor.
Quiero recordar siempre a Lucas Garve en La Habana, de fondo las
canciones que amaba, de La Lupe, Marta Strada, Freddy, la Burke o Billie
Holiday, bebiendo cerveza Bucanero con nosotros, Víctor Domínguez, Juan
González Febles, Jorge Olivera, sus amigos que hoy, al saber la muy mala
noticia, nos esforzamos por no llorar. "¡Uy, no, que ustedes son
'macho-hétero' y los machos no lloran!", nos diría Lucas, antes de
largar una carcajada y pedir la próxima ronda de cervezas.
Para Cuba actualidad: luicino2012@gmail.com
Source: Lucas Garve | Primavera Digital -
http://primaveradigital.net/lucas-garve/
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