Totalitarismo en adopción
García Márquez simboliza el sector de la izquierda latinoamericana que
lamentó la caída del comunismo y continúa defendiendo la imagen de Fidel
Castro
viernes, abril 25, 2014 | Ernesto Santana Zaldívar
LA HABANA, Cuba.- Según Gerald Martin, su biógrafo "tolerado", lo que
más deseaba Gabriel García Márquez era no morir nunca. Pero, ya que el
día fatal llegaría en algún momento, como llegó hace pocos días, lo que
sí seguramente nunca hubiera deseado el gran escritor colombiano,
después de una vida llena de azares y avatares dignos de Hollywood,
habría sido un funeral de signo macondiano.
Seguramente la venta de sus libros volverá a dispararse, pero por el
momento lo que más se ha disparado es la imaginación de muchas personas,
que se sienten liberadas por la fascinación del realismo mágico y de las
cámaras de televisión y son capaces no solo de considerar a García
Márquez el último gran escritor de la lengua española, sino,
simplemente, "el más grande escritor en español después de Cervantes".
Pero una de las razones más poderosas para la devoción y el dolor que
despierta su fallecimiento es su posicionamiento político. Muchísimos
patanes que, si acaso, podrían solo mencionar el título de algún libro
suyo, serían capaces de disertar sobre sus "ideales de izquierda", "su
profundo compromiso con las mejores causas latinoamericanas y mundiales"
y su "cariñosa y cercana relación con el pueblo cubano", para llegar a
"la fraterna y cálida amistad" con Fidel Castro.
Es discutible la opinión de Gerald Martin sobre que su biografiado (al
que frecuentó durante diecinueve años) había merecido el Nobel de
literatura porque la Academia Sueca prefiere a los autores
representativos de algo y, en sus palabras, "Gabo simboliza todo un
continente, toda una época de la historia".
Dejando a un lado sus méritos como escritor que le hicieron merecer el
alto premio, y sin entrar en consideraciones sobre si otros escritores
latinoamericanos en aquel momento podían ser más dignos que él de
recibirlo, lo cierto es que García Márquez simboliza, con bastante
pureza, el sector más bullicioso de la izquierda latinoamericana, ese
que lamentó la caída del bloque comunista y se ha levantado siempre a
defender la imagen de Fidel Castro.
Ese tipo de izquierda que pasó incluso de una posición crítica y
distante del estalinismo a apoyar la represión contra el sindicato
Solidaridad en Polonia y contra los opositores políticos en Cuba.
Recordemos que García Márquez, en su constante codeo con los poderosos,
llegó a advertir a Gorbachov del "peligro de rendirse ante el Imperio".
Según su amigo escritor Plinio Apuleyo Mendoza, refiriéndose a la íntima
relación afectiva entre el dictador cubano y el novelista colombiano,
"Fidel es un mito de los confines de su infancia recobrado, una nueva
representación de Aureliano Buendía". Para recobrar ese mito rogó y se
humilló, se olvidó de haber sido expulsado de Prensa Latina años atrás y
de las muchas injusticias que bien conoció como periodista.
Sin embargo, según Mendoza, a esa estrecha amistad, que acaso no fue la
simple circunstancia de un bufón ante su rey, se debe que hayan podido
salir de Cuba escritores en desgracia como Heberto Padilla, Armando
Valladares y Norberto Fuentes, además de otros tres mil doscientos
prisioneros políticos.
Por supuesto que eso está muy bien, pero en absoluto habla a favor de su
particular y hondo afecto por alguien para quien la libertad de millones
de personas dependía de sus armas y sus mentiras, alguien que podía
enviar a sus amigos ante el pelotón de fusilamiento, a quien sin embargo
el imaginativo fabulador podía concebir como ícono de la liberación de
un continente.
Había un profundo cinismo, más que el reconocimiento de un cierto
mérito, cuando aseguraba que en Cuba, si bien no se garantizaba la
libertad de los niños, al menos sí se garantizaba su formación. ¿Habrá
visto alguna vez a los niños que chillan recitaciones de odio alucinado
en las tribunas revolucionarias?
Asombra que no reconociera a Fidel Castro como dictador por el supuesto
hecho de que recibiera el apoyo de la mayoría de los cubanos. ¿Cómo se
puede saber que existe ese apoyo si nunca el jefe militar se sometió a
elecciones auténticamente libres? Además, incluso en ese caso, ¿un
mandatario podría ser dictador contra una minoría de la población?
El escritor mexicano Enrique Krauze, hablando de esta peculiar relación
entre Castro y García Márquez (y especialmente sobre la relación entre
el abuelo del escritor, un pasaje de El general en su laberinto y el
fusilamiento de Tony de La Guardia) y de cómo podía el colombiano
priorizar los intereses de la política por sobre los de la ética en sus
ficciones y opiniones, cita a George Orwell: "Cualquier escritor que
adopta el punto de vista totalitario, que consiente la falsificación de
la realidad y las persecuciones, se destruye a sí mismo en ese instante."
Y se pregunta Krauze: "¿Qué pensaría Orwell de un escritor que no sólo
adopta el punto de vista totalitario sino que, literalmente, lo propone?".
Source: Totalitarismo en adopción | Cubanet -
http://www.cubanet.org/destacados/totalitarismo-en-adopcion/
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