MIÉRCOLES, 19 DE FEBRERO DE 2014 00:59 ESCRITO POR FRANK CORREA
Cuba actualidad, Jaimanitas, La Habana, (PD) Tal vez el mayor aporte del
sistema socialista en el campo de la obsesión por planificar sea la
Oficina de Control de Alimentos (OFICODA), sin dudas la mayor vigilancia
que ha existido sobre los ciudadanos cubanos.
Estas oficinas municipales -como en el ajedrez, donde se anota cada
movida para llevar la historia del juego- guardan en sus voluminosos
legajos el conteo de cada paso del individuo por la vida, cada cambio de
domicilio, cada libra de arroz ingerida, o de azúcar, mes por mes, cada
cumpleaños de un niño para venderle el cake de la fiesta, cada libra de
pollo, cada canastilla de embarazada, y hasta cada dieta por enfermedad,
todo un laberinto registrado minuciosamente.
La ley que activó el sistema de oficodas en Cuba puede considerarse como
el "esplendor del delirio" de los ideadores de la revolución socialista,
un sólido engranaje de legislaciones con el igualitarismo paternalista
como premisa, que a la larga decantó en una actualización del modelo
mediante un sistema de reformas, a base de reducción de subsidios,
eliminación de "prebendas y gratuidades", y la autorización de algunos
negocios particulares.
Las montañas de papeles amontonados contra las paredes de las oficodas
municipales de toda Cuba han visto pasar ante ellas en este medio siglo
a millones de cubanos que mediante los trámites exigidos para la vida en
sociedad socialista, informan cada paso a los controladores del Estado.
Tanta burocracia esconde implícito un ingenio sutil, que puede
enmarañarse si el individuo no cumple a cabalidad con el tedioso papeleo
exigido.
Un ejemplo clásico fue el de Beily Mariam, que nació en la vivienda de
sus padres en Playa, pero tuvieron que ir hasta Palma Soriano con la
recién nacida, para inscribirla en la OFICODA de aquel pueblo de
Santiago de Cuba, porque la madre aún no había hecho el cambio de
dirección y la ley dispone que la niña se inscribe en la dirección de la
madre.
Otro caso es el de Genaro, de 57 años y vecino del barrio Ramirito, en
Santa Fe, que vio nacer, crecer y hacerse hombres a sus tres hijos en La
Habana, y nunca pudo asentarlos en la OFICODA de Playa, sino en la de
Camagüey, donde él aún está inscrito. Genaro resolvió el problema
casándose en el Bufete Colectivo con una vecina domiciliada en La
Habana, por un regalito, para que le hiciera el traslado a la capital.
Para Cuba actualidad: beilycorrea@yahoo.es
Source: El esplendor del delirio | Cuba noticias actualidad.Periodismo
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