Diferendo y dictadura
El fracaso de la fuerza expedicionaria por Bahía de Cochinos se
consolaría con el mito de la cancelación del apoyo aéreo
Arnaldo M. Fernández, Broward | 10/02/2014 3:04 pm
En uno de esos debates historiográficos arreglados entre cubanos salió a
relucir algo así como que "el origen del diferendo entre Estados Unidos
y Cuba está (…) ligado [a] la guerra fría y la corrección diplomática
[estadounidense] de 1959 no puede entenderse como la fachada de una
hostilidad 'encubierta,' sino como una política exterior que fue
reemplazada, en la primavera del 60, por otra de carácter
confrontacional." Más clarito: "La tesis de que Estados Unidos se
propuso un 'cambio de régimen' en Cuba desde 1959 es insostenible."
Baile historiográfico en casa del trompo político
Oigamos a Dick Rubottom, Subsecretario de Estado para Asuntos
Interamericanos, al informar sobre "el problema cubano" en la Reunión
432 del Consejo de Seguridad Nacional (Washington, 14 de enero de 1960):
"Cuando Castro llegó al poder tuvimos que esperar cierto tiempo para ver
que haría (…) El período de enero a marzo puede caracterizarse como la
luna de miel (…) En abril se hizo evidente una tendencia a la baja en
las relaciones Cuba-EEUU, en parte por la preparación en Cuba de
expediciones filibusteras contra República Dominicana, Nicaragua y
Panamá. En junio arribamos al punto de decidir que ya no era posible
lograr nuestros objetivos con Castro en el poder (…) En julio y agosto
estuvimos enfrascados en elaborar un programa para reemplazar a Castro."
Así tenemos a un historiógrafo cubano contando una historia bien
diferente a la documentada por los protagonistas mismos. ¿Cómo salir del
paso? Muy sencillo. El propio historiógrafo advierte "que no existe una,
sino varias historias de Cuba y de sus relaciones con Estados Unidos."
De este modo podemos contar la historia que nos dé la gana e incluso
abrir paso al mito, que resulta incompatible con la historia, pero nos
sirve para ir tirando.
Girón en la memoria
Antes de la sesión informativa de Rubottom, el Subsecretario de Estado
para Asuntos Políticos, Livingston Merchant, soltó en aquella reunión
que "el Departmento de Estado había estado trabajando con la CIA en los
problemas cubanos [para] ajustar nuestras acciones de manera que
aceleren el desarrollo de una oposición en Cuba y propicien un cambio de
gobierno a otro más favorable a los intereses de EEUU"
Desde octubre 31 de 1959, el Departamento de Estado había pasado al
Presidente Eisenhower el programa de acciones acordado con la CIA para
"respaldar a los opositores en Cuba y presentar la caída de Castro como
resultado de sus propios errores." El vicepresidente Nixon dejó caer que
"América Latina estaba ahora mejor preparada para lo que pudiera pasar
en Cuba que antes para los sucesos en Guatemala."
La mesa quedó servida para atragantarse con el mito del pueblo cubano
anticastrista. Un mes antes de la invasión por Bahía de Cochinos, según
informes de "inteligencia" de la CIA, "fewer than 20 percent of the
people support Castro [and] many Cubans think that it is possible that
Castro will soon fall (…) Approximately 75 to 80 percent of the militia
units will defect when it becomes evident that the real fight against
Castro has begun" (Information Report, "Diminishing Popular Support of
the Castro Government," 16 de marzo de 1961).
Así mismo afloró la falta de unidad y lucha intestina entre los
contrarios de Castro. El 18 de marzo de 1961, el Jefe de Operaciones de
la CIA, Richard Bissell, tuvo que mandar a Miami al último jefe de
estación en La Habana, Jim Noble, para poner coto al chanchullo de los
"líderes del exilio." Los citó al motel Skyways y les espetó: "If you
don't come out of this meeting with a committee, you just forget the
whole fuckin business, because we're through". Así nació el Consejo
Revolucionario Cubano (CRC) con José Miró Cardona al frente (Peter
Wyden, The Bay of Pigs, Simon and Schuster, 1979, página116).
El fiasco de Girón se consolaría con el mito de la cancelación del apoyo
aéreo. Los jefes de la CIA implicados en el fracaso arguyeron que
Kennedy debió quitar la careta de "encubierta" a la Operación Pluto, que
ellos mismos habían clasificado como tal, y ordenar otro ataque aéreo
antes de que la Brigada de Asalto 2506 consolidara una cabeza de playa,
luego de haberse atribuido el primero, con bombo y platillo, a los
"aviones desertores" de la fuerza aérea castrista.
A pesar de que fue desguazado por el Inspector General de la CIA y el
general Maxwell Taylor, aquel mito pervive y acalla la lección de ironía
histórica que Che Guevara dio el 22 de agosto de 1961, en Punta del
Este, al asesor presidencial Dick Goodwin: agradecer la invasión, porque
había engrandecido a la revolución de Castro con una sonada victoria
política y militar.
La situación
La Operación Mangosta corrió igual suerte y acabó por suspenderse al
filo de la Crisis de los Misiles. Bill "Dos Pistolas" Harvey mandó
entonces un memo al Director de la CIA sobre cómo continuar las
operaciones contra Castro. Harvey usaba un sombrero de tres picos de
jefatura: Staff D, la sección encargada de pinchar teléfonos y otras
cosas que hoy hace la Agencia de Seguridad Nacional (NSA); ZR RIFLE, el
programa de asesinato de "enemigos de EEUU," y Task Force W, la fuerza
operativa contra Castro. Harvey precisó:
"El régimen comunista de Castro permanecerá en el poder por tiempo
futuro indefinido (…) Aunque irrealista, el apoyo ilimitado a los
exiliados cubanos y sus grupos, sin control ni propósitos objetivos, con
la esperanza de que esos grupos sean capaces de sacudir al régimen de
Castro, es cada vez más atractivo en varios niveles del gobierno de
EEUU, [que] en sus relaciones abiertas con los exiliados probablemente
no quiera expresarles lo anterior ni en el contexto ni con la franqueza
que yo lo digo aquí."
Harvey no profetizaba: evaluaba la situación histórica. La CIA había
compilado ya 415 grupos y movimientos anticastristas en su Manual
Contrarrevolucionario (1962), pero advertía que subían en número y
bajaban en efectividad, al punto de casi todos eran "mecanismos de apoyo."
El párrafo citado de Harvey sería vilipendiado hoy como propaganda
castrista si se cambian "los exiliados cubanos y sus grupos" por "los
disidentes cubanos y sus grupos." Es mucho más fácil despachar la
dictadura con adjetivaciones y proseguir la crítica sin perspectiva de
interrumpir el ciclo mítico. Lo difícil es juzgar los datos históricos y
desestimar las cosas de oscurantistas que todavía pasan como ademanes
anticastristas, desde el paro nacional que convocaría Antúnez hasta…
perdón, son tantas que se atropellan.
Y por eso no matan ni matarán a la dictadura, que en medio de su
diferendo con EEUU entra como perro por su casa en el Consejo de
Derechos Humanos de la ONU; deja salir a disidentes en viajes de ida y
vuelta, aunque se atrevan a acusar al régimen de asesinatos políticos;
se apresta a negociar con la Unión Europea y se refocila en la CELAC con
una Habana más tranquila que estate quieto, tras el arresto de unos
cuantos "líderes" y a sabiendas que ni las "masas" que estos dicen tener
ni "el pueblo" oprimido aparecerán por ningún lado.
Desde luego que las acciones represivas no tienen justificación, pero
nada cambiará mientras no se resuelva el diferendo con EEUU y la
dictadura tenga como contrarios dentro a un puñado —incluso si fuese de
héroes— tirado al abandono por los indiferentes y los desinteresados,
que son la inmensa mayoría del pueblo que se invoca para llevar adelante
la oposición.
¿Qué hacer?
Para eso están los políticos, pero les falta la franqueza de Harvey. La
continuación de la guerra contra Castro por otros medios no es cosa del
ilusionismo con que se reparten juguetes o becas fugaces, se larga la
enésima proclama y se rebautiza la oposición pacífica como cívica.
Mitificar ese fenómeno histórico denominado "pueblo cubano" sirve ya
solo para rodar más y más tandas de mentiras reconfortantes, como el
origen histórico del diferendo por el viraje de Castro hacia Moscú, sin
pasar la película de la verdad incómoda: que el castrismo tiene una de
sus claves de permanencia histórica en el anticastrismo contraproducente.
Viaje a la semilla
Ese anticastrismo se aprecia desde el parto mismo de la revolución de
Castro con los fórceps del ataque al cuartel Moncada, que hubiera sido
nota al pie en los libros de historia, como "one more wild and
semi-ganster incident in the life of Fidel Castro" (Hugo Thomas, Cuba:
The Pursuit of Freedom, Harper & Row, 1971, página 843), pero pasó al
texto en virtud de la masacre de prisioneros. Sólo 9 asaltantes cayeron
en combate; 33 fueron ametrallados en el campo de tiro del Moncada y
otros 19 en diversos lugares, tras haber sido capturados. Castro pudo
entonces transfigurar una acción militar descabellada en causa política
promisoria: tumbar a Batista.
Y Batista demostró no ser suficiente dictador con la Ley Amnistía sobre
Delitos Políticos (1955), a la cual nadie se opuso. El alegato en contra
de Rafael Díaz-Balart es puro mito del exilio, como puede comprobarse al
revisar la relatoría de la sesión parlamentaria correspondiente [18-19
de abril de 1955] en el Diario de Sesiones del Congreso (Volumen 91,
Número 19).
A falta de la caída de Castro, la gente se consuela con que al menos
Rafael Díaz-Balart profetizó lo que venía: "una tiranía que enseñaría al
pueblo el verdadero significado de lo que es tiranía." Para colmo
Díaz-Balart "predijo" que Castro "sería muy difícil de derrocar por lo
menos en veinte años." Resulta que Castro superó tres veces a Machado [8
¼ años] y Batista [7 ¾ años] juntos en el ejercicio dictatorial del poder.
Así demostró en la práctica que Alberto Lamar Schweyer había dado en el
clavo teórico con su noción del caudillo necesario (Biología de la
democracia, Minerva, 1927). Ya sea por sugestión o terror, las armas o
la demagogia, o por alguna mixtura de estos elementos, el dictador
teórico de Lamar Schweyer daba relativa unidad a los grupos desordenados
para que una sociedad como la cubana dejara de discurrir por entre
guerras y guerritas civiles. A la postre, el derecho al voto cedía ante
"el deber de votar por el caudillo" (página 129).
Así viene sucediendo. Nadie puede apearse con que en Cuba no saben que,
votando por cualquiera, votan por el castrismo. Si la gente está
sugestionada o aterrorizada al extremo de no poder a solas anular las
boletas en recinto cerrado, eso mismo justifica la noción de Lamar
Schweyer, quien se equivocó nada más en considerar a Machado como
dictador suficiente.
Tampoco lo fue Batista. El dictador necesario y suficiente para Cuba fue
Fidel Castro. Y esa vergüenza nacional reclama explicación antes que
desfogarse en críticas, al igual que el diferendo reclama solución antes
que cuentos para llegar a orígenes.
Source: Diferendo y dictadura - Artículos - Opinión - Cuba Encuentro -
http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/diferendo-y-dictadura-316697
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