Cuba, tras 55 años bajo los Castro: revolución sí, libros no
Este jueves se inauguró la 24º Feria del Libro de La Habana con sus
organizadores jactándose de la "pluralidad" en las letras cubanas.
Infobae recorrió las librerías y bibliotecas del país y comprobó la
vigencia de las listas negras y la censura feroz a escritores que no
sean del agrado del régimen. Un repaso a más de medio siglo de
burocratización y persecución intelectual
La poesía podrá servir para todo, como escribió el reconocido escritor
cubano Víctor Rodríguez Nuñez, pero en su país, luego de 55 años de
gobierno dictatorial de los hermanos Fidel y Raúl Castro, la literatura
solo tiene una función: adoctrinar.
Basta recorrer las principales librerías y bibliotecas del país, así
como también los improvisados comercios en parques y entradas de casas
donde se venden textos usados, para comprobar que pese a las recientes
expresiones de los organizadores de la 24º Feria del Libro de La Habana
jactándose sobre la "pluralidad" en la literatura cubana, las voces que
salen de las páginas en la isla son exclusivamente aquellas que el
régimen castrista quiere que se escuchen.
Esta censura feroz sobre todos los escritores nacionales exiliados o
críticos de la Revolución, pero también sobre aquellos extranjeros que
no hayan hecho explícito su apoyo al régimen o analicen el mundo desde
una óptica que sea diferente a la de los Castro, es una verdadera
política de Estado llevada adelante minuciosamente por las autoridades
del Ministerio de Cultura. A comienzo de año, un grupo selecto de
funcionarios decide qué libros pueden ser traídos al país y qué autores
obtendrán la bendición oficial para ser publicados, además de imprimir
decenas de miles ejemplares de libros cuyos protagonistas no son otros
que los héroes de la Revolución, Fidel y el "Che" Guevara.
En los puestos de la tradicional Plaza de las Armas, el lugar de mayor
comercio libresco del país, casi la totalidad de los títulos que se
ofrecen responden a esta característica. Hileras de libros sobre el
triunfo de Fidel en el 59, compilaciones de sus discursos más famosos y
las conversaciones con el periodista Ignacio Ramonet son apenas
interrumpidas por los diarios del Che en Bolivia, los diarios del Che en
el Congo y, por supuesto, sus diarios más conocidos, los de motocicleta.
"No tenemos otras cosas porque el turista busca esto, y al cubano no le
interesa lo extranjero o lo nuevo", dice un vendedor al ser consultado
por la notoria falta de variedad de títulos. Como la mayoría de los
cubanos cuando deben responder en público una pregunta que involucra
políticas impulsadas por Fidel, el hombre habla en un volumen más alto
que el habitual, evidenciando el miedo a ser escuchado decir algo que
podría hacer enojar al régimen que es ostensible en la ciudadanía.
Estratégicamente, este apagón cultural que lleva décadas es
comprensible. Tal vez mejor que cualquier mandatario todavía en el
poder, Fidel conoce el poder subversivo de la literatura. Es sabido el
impacto que tuvo en un joven Castro la lectura de "El manifiesto
comunista", de Karl Marx, y "El Estado y la Revolución" de Lenin, así
como también las novelas de Víctor Hugo , en su trayectoria de
estudiante de abogacía a guerrillero que comenzaría a luchar por el
derrocamiento de Fulgencio Batista en los años 50.
Pero la situación bajo la dictadura de Castro no siempre fue así, al
menos no inicialmente. A pocos meses de haber entrado a La Habana y ser
elegido primer ministro de Cuba, fue aprobada una ley que establecía la
creación de una imprenta nacional –que funcionaría con las máquinas de
los diarios Excelsior y El País, las primeras víctimas de su todavía
vigente lucha contra el periodismo crítico-, permitiendo la publicación
de millones libros repartidos gratuitamente entre la población, y que
incluiría obras clásicas como el Quijote, de autores nacionales tanto
consagrados como jóvenes y también textos educativos.
Esta primavera cultural, si bien intensa, no duraría. Según el escritor
mexicano Carlos Monsiváis, Fidel anuncia el advenimiento de la censura
cultural y las listas negras al pronunciar en 1962 su discurso de
"Dentro de la Revolución todo, fuera de la Revolución nada", en el que
el líder comunista explicita que toda actividad, incluida la creativa,
deberá estar supeditada al proceso histórico que vivía el país.
A partir de este momento, comenzaría lo que el autor de "Días de
guardar" llamaría el "desvanecimiento por decreto" de aquellos autores
díscolos, un periodo que, con sus diferentes matices, sigue hasta
nuestros días. De esta manera, y de un momento para otro, obras de
intelectuales reconocidos como Guillermo Cabrera Infante o Reinaldo
Arenas, inicialmente admiradores de la Revolución y en el caso del
primero hasta funcionario bajo las órdenes de Castro, desaparecerán de
un día para otro y ellos serán declarados persona non grata por el
régimen. Para ellos, la única solución será el exilio y hasta el día de
hoy, sus libros sólo pueden conseguirse en Cuba pidiendo un permiso ante
la Biblioteca Nacional, una autorización que es generalmente rechazada.
Al implacable filtro ideólogo del régimen, hay que sumarle otro elemento
que dificulta el acceso de los cubanos a los libros en su propio país,
ya no solo aquellos de escritores disidentes sino de cualquiera: los
altos precios. Mientras que el salario promedio mensual está calculado
en 18 dólares, los libros se ofrecen a entre 6 y 8 dólares los usados y
18 y 20 los nuevos, convirtiéndolos en objetos de lujo para el habitante
común.
Los grupos de préstamos de libros, conocidos como los "clubes Minerva",
son una atendible iniciativa que se lanzó a mediados de los 90, pero
como sucede con las librerías y bibliotecas públicas, debido a que el
proceso de selección de títulos está a cargo del Estado, el material
suele ser más de lo mismo, es decir, una multitud de "El hombre
unidimensional" de Herbert Marcuse y "Rayuela" de Julio Cortázar, nada
de cualquier otra cosa.
En la actualidad, la camada de escritores jóvenes más reconocidos del
país, englobados bajo el rótulo de "Generación Cero", han tomado una
consciente decisión de alejarse lo más posible del realismo socialista
en sus obras, y hasta autores reconocidos como Leonardo Padura ("El
hombre que amaba a los perros") se permiten lanzar ligeros
cuestionamientos hacia el régimen, tanto en entrevistas como en sus
trabajos, pero la crítica frontal todavía es un límite infranqueable.
Ni todos los anuncios sobre la pluralidad de voces ni la organización de
encuentros culturales por parte del Estado cubano hacen olvidar esa
triste realidad que ya lleva más de medio siglo y que ha contado, por
omisión o alusión, con el respaldo un gran número de presidentes e
intelectuales latinoamericanos. A ellos, sería bueno recordarles las
palabras que pronunció Fidel Castro cuando recién se había hecho del
poder y criticaba la férrea censura que regía en la Cuba de Batista.
"Constituye una vergüenza que un país bloquee su cultura, su educación,
su formación de la inteligencia. ¿En qué cabeza cabe querer matar de la
ignorancia?"
Source: Cuba, tras 55 años bajo los Castro: revolución sí, libros no |
Feria del Libro de La Habana, Cuba - Infobae -
http://www.infobae.com/2014/02/16/1544123-cuba-55-anos-los-castro-revolucion-si-libros-no
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