Publicado el lunes, 04.29.13
Atrás, atrás, atrás
Alejandro Armengol
Machado debe estar revolviéndose en la tumba. No el bueno, no el
español. No se trata del poeta sino del dictador. Pero eso de que ahora
el llamado parlamento cubano –un engendro de vagancia y servilismo que
apenas se reúne dos veces al año– regrese al Capitolio Nacional, es como
para amargarle la eternidad a cualquiera.
El Parlamento cubano realizará su próxima sesión este año en el
Capitolio Nacional de La Habana, actualmente en reparaciones, dijo un
funcionario, de acuerdo a una información de la AFP aparecida en este
diario.
El remozamiento del "Capitolio Nacional (es) una obra de suma
importancia para la arquitectura y para La Habana, como sede, como lo ha
anunciado el general-presidente (Raúl Castro), del Parlamento Nacional",
dijo el historiador de La Habana, Eusebio Leal, cuya oficina dirige la
conservación del casco antiguo de la ciudad.
Así que ese barrer con todo lo existente –lo bueno y lo malo–, que Fidel
Castro impuso al llegar al poder, continúa su retroceso. Lo que se
impone ahora es cambiar lo que se cambió. Hay una vuelta al pasado que
se afianza en la isla. De continuar la marcha, el país se transformará
en una especie de "Cuba Nostalgia" permanente.
Más allá de considerar como un hecho positivo la restauración del
célebre edificio, destaca la ironía del cambio.
Despojar al Capitolio de su contenido original –servir de sede del poder
legislativo cubano– cumplió varias funciones.
Una de ellas fue expresar el rechazo a un cuerpo de poder característico
de la democracia. No hizo falta demoler el edificio, bastó con quitarle
su función original, con independencia de los fallos que ésta puede
haber tenido en el pasado.
Convertir el lugar en el museo de ciencias naturales Felipe Poey fue
otra muestra más de escenografía revolucionaria. La idea no fue nueva ni
original. Desde la revolución francesa se multiplicaron las
transformaciones de palacios, edificios públicos e iglesias en
llamativos centros de ciencia, que expresaran que el nuevo orden
establecido era paradigma de racionalidad, cultura y humanismo, mientras
al mismo tiempo se multiplicaban los centros de represión, de forma
palpable pero más oscura. En Cuba una de las consignas originales fue
"convertir los cuarteles en escuelas", aunque la sola mención de Villa
Marista pasó a ser símbolo de advertencia y terror.
El intento de abolición del pasado siempre estuvo acompañado del
establecimiento de símbolos propios, aunque en el caso cubano la
imitación imperó en cada nueva etapa. Si el Capitolio Nacional no es más
que una copia del existente en Washington, el Palacio de las
Convenciones representó la presencia de una edificación similar al
Palacio de los Congresos de la desaparecida Unión Soviética. En uno y
otro caso, símbolos de dependencia.
Llama la atención que este proceso llamado de "actualización", que unos
días avanza brevemente y muchos otros se detiene, no es más que una
vuelta atrás. El presente ya no aparece opacado por la llamada constante
a pensar en el futuro, sino que se refleja a en la esperanza –a veces
prometida, otras simplemente anhelada– de volver al pasado.
Otros gestos del régimen hacen más evidente ese empeño.
De una forma aún tímida, Cuba regresará a una forma de boxeo en que se
permiten los premios monetarios, al participar en la Serie Mundial, una
competencia semiprofesional por equipos de la Asociación Internacional
de Boxeo Amateur (AIBA).
Las cantidades de dinero en juego son irrisorias para lo que es el boxeo
profesional. Los pugilistas cobran un salario mensual de entre $1,000 y
$3,000 dólares, más un premio de entre $500 y $2,000, según los
resultados que obtengan. Pero lo que importa aquí es la admisión del
concepto de permitir una práctica deportiva lucrativa. Se ha abierto una
puerta.
Por otra parte, el embajador cubano en México, Dagoberto Rodríguez
Barrera, dice que la "evaluación educativa debe sustentarse en
principios universales, lejos de las ideologías y basado en preceptos
científicos", de acuerdo a una información de martinoticias.com.
Otra declaración que se puede considerar meritoria de un funcionario
cubano. Sin embargo, el problema –el eterno problema con Cuba– es que
estas palabras, que a algunos nos parecen sorprendentes, responden a
circunstancias de momento, en que la cúpula que gobierna desde la Plaza
de la Revolución decide dar un giro, en ocasiones de 180 grados, y
establecer como lo más natural del mundo lo que hasta ayer estuvo prohibido.
Así que según las nuevas intenciones del régimen cubano, la política
sale de la educación científica y el museo de ciencias se marchó a otro
lugar para dejar paso a la política. Ese caminar para atrás, en un
sistema que una vez afirmó constituir una avanzada del futuro, no se
limita a un símbolo del fracaso. Es también una muestra de desprecio
absoluto, tanto para los que en mala hora contribuyeron a crearlo como
para quienes en pésima lo sufrieron.
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