Normas aduaneras o la estafa del rufián
Todas estas disposiciones tienen algo en común: son frontalmente
opuestas a los intereses y al bienestar de mi pueblo, dice el médico
cubano Jeovany Jimenez Vega en su blog Ciudadano Cero
Jeovany Jiménez
septiembre 25, 2012
Las nuevas Normas Aduaneras entradas en vigor desde el pasado 3 de
septiembre obligarán al pueblo cubano, mediante una tarifa progresiva, a
pagar 10 CUC –o sea, 240.00 pesos, según la tasa actual de cambio– por
cada kilogramo de ¨misceláneas¨, alimentos incluidos, y entre el 100 y
el 200%, en dependencia de su precio, de cualquier artículo
electrodoméstico u otro equipo duradero que se reciba desde el extranjero.
Acostumbrados deberíamos estar a las medidas tomadas a Pepe Timbales,
asumidas como nimiedades por quienes las dictan, pero sufridas como
tremendos atropellos por quienes las sufren. Esta vez llegan las nuevas
regulaciones –a poco más de un mes de la confesión pública de Raúl
Castro de que no aumentará ningún salario– como antes llegaron las
escaladas masivas de los precios estatales; los cientos de miles de
¨disponibles¨ expulsados a la calle con el consentimiento del sindicato;
el exorbitante aumento de las tarifas eléctricas a la vez que se
retiraba el servicio de gas licuado; la eliminación de las ¨gratuidades¨
destinadas a los trabajadores; las resoluciones que retienen a los
profesionales de mi sector que desean viajar al extranjero, y otras que
harían la lista muy larga.
Todas estas disposiciones tienen algo en común: son frontalmente
opuestas a los intereses y al bienestar de mi pueblo. Emitidas por
funcionarios que no carecen absolutamente de nada, estas medidas
parecieran dictadas desde las mismísimas oficinas de la CIA, porque si
persiguen fomentar el descontento, dificultarnos la vida y avivar la
animadversión y el resquemor contra quienes las dictan y/o las permiten,
ya lo han logrado con creces.
Ahora aquella anciana que reciba algún envío, a la hora de retirarlo de
la Aduana pagará una altísima cuota de extorsión a estas autoridades,
pues tendrá que pagar en Cuba más del doble de lo que le costó a su hijo
comprarlo y enviarlo. Entonces no habrá modo de persuadirles, y por
extensión al pueblo cubano, de que esto no se trata de una abierta
estafa concebida por las autoridades aduanales, ni de que el gobierno
que las consiente se preocupa, ni siquiera mínimamente, por su
bienestar. Después de semejante robo a mano armada –porque de otra cosa
no se trata– cada palabra o discurso nos sabrá más a sal y a vinagre en
el fondo de la herida.
Dirigidas contra un pueblo que agoniza en medio de inconcebibles
carencias, estas medidas entran sospechosamente en consonancia con los
intereses de la cúpula corrupta de las aduanas cubanas. No es un secreto
para nadie que en la medida que se arrecia la tuerca, queda más expedito
el camino para el robo, el chantaje, el soborno y la extorsión que
enriquece a estos funcionarios, y que éstos, salvo contadísimas y
honrosas excepciones, en pocos años terminan hechos millonarios.
Historias, por miles, así lo confirman.
El pretendido argumento de que semejantes medidas se instrumentan para
evitar que las mulas abastezcan al mercado ilegal se derrumbará ante la
evidencia de los hechos. Sin duda las mulas seguirán su trasiego porque
ya tienen contactos entre los corruptos de esta misma Aduana que dicta
semejantes medidas para llevarse su tajada del pastel. Suponer que con
esto detendrán el abasto al mercado negro sería tomar el rábano por las
hojas pues, en última instancia, para evitarlo habría que hacer
razonablemente accesibles los precios de las TRD y dejar de vender en
ellas productos caros y podridos o de tercera calidad. Además, se supone
que para contrarrestar a los que transgreden la ley exista una
reglamentación legal y una Oficina de Administración Tributaria (ONAT)
con su cuerpo de inspectores, que sumados a los Inspectores Integrales
deberían atajar el hecho in situ y nunca generalizar, como ahora se
hace, haciendo pagar a justos por pecadores.
Son medidas como estas las que evidencian que absolutamente no les
importamos. Una vez más el tiro de gracia apunta a la nuca de mi pueblo,
su única víctima. En nada perjudica esto a Obama ni a la fauna
extremista de Miami, ni guarda la más absoluta relación con el embargo
norteamericano ni con otra cosa que no sea el deseo exprofeso de las
autoridades aduanales, en abierto contubernio con la dirección del país
que se lo permite, de hacernos la vida cada día más difícil. Aquí no hay
más vuelta de hoja: esto es una puñalada premeditada y alevosa asestada
por la mano insana del gobierno cubano.
Publicado en el blog Ciudadano Cero el 17 de septiembre
http://www.martinoticias.com/content/article/15108.html
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