Machete, que son poquitas
Pedro Corzo
La represión no cesa. Más aún, los partidarios del régimen la anuncian.
Advierten que quienes quieran hacer uso de sus derechos serán
reprimidos. La brutalidad continúa a cara descubierta. Hay que reconocer
que el lobo no solo muestra sus colmillos sino que también los usa, pero
también es verdad que no faltan quienes por defender sus derechos, están
prestos a enfrentar cualquier peligro.
Treinta y cuatro mujeres reunidas en una casa. Sin armas. Solo con
gladiolos y sus convicciones, pero aun así la casa fue cercada por la
policía política, que limitó el acceso y la salida, hasta que lo impidió
por completo.
Poco después llegó un torrente de sicarios, fanáticos muchos de ellos,
pero en su mayoría policías y militares vestidos de civil. Gritos e
insultos. Descalificaciones y ataques personales, seguido de amenazas y
golpes, el principio de una espiral de violencia que puede concluir con
el linchamiento físico, ya que el moral lo intentaron desde el primer
momento.
Una vez más en las calles cubanas el horror de los progroms, de las
persecuciones que padecen los que sin contar cuantos les acompaña,
batallan por defender sus opiniones.
Presentes estaban los depredadores de siempre. Cierto que los hay en
cualquier sociedad, ya sea por fanatismo religioso, político o por la
seducción de un líder, pero en Cuba, ese clamor de ratas que se viene
escuchando desde hace décadas, ha proliferado con una abundancia que
avergüenza.
Entre tantos denuestos se escucharon chillidos de hienas, más que gritos
de seres humanos, que acompasadamente rugían: "Machete, que son
poquitas". Fue la consigna del día. Despiadada y cruel, pero
demostrativa de la extrema cobardía de los inquisidores, que se daban
valor haciendo referencia a la cantidad de personas que atacaban, a la
vez que destacaban que eran mujeres, lo que al parecer les hacía creer
que sería más fácil el triunfo de su cobardía.
"Machete, que son poquitas", aullaban los corderos convertidos en lobos,
una turba enardecida, compuesta fundamentalmente por hombres.
El acto de repudio fue contra las Damas de Blanco, que el pasado 24 de
septiembre se reunieron en casa de Laura Pollán para su acostumbrado Té
Literario y posteriormente caminar hasta la Iglesia de las Mercedes para
orar por la liberación de los presos políticos.
Cierto que eran poquitas. Treinta y cuatro mujeres, treinta y cuatro
Damas de Blanco que reunían entre ellas el decoro y la dignidad que le
falta a los que gritaban, a los que no quieren ver y escuchar, y a los
que conducen el país en todas sus instancias.
Pero las Damas de Blanco y las Damas de Apoyo, no solo son valientes
sino que también son capaces de estrategias para burlar a la policía
política y a sus esbirros.
Laura Pollán permaneció junto a sus compañeras en la casa. Soportaron el
duro asedio y bajos gritos y consignas listas a traducirse en abusos
físicos, tal y como ocurrió, intentaron salir y caminar hasta la
iglesia. No fue posible. En la puerta fueron aporreadas, Laura, la
promotora de esta agrupación defensora de los prisioneros políticos, fue
la más golpeada, pero no la única abusada por la vesania de los secuaces
del castrismo.
Mientras esto ocurría Berta Soler, otra líder de las Damas de Blanco, se
encontraba con otras damas en la Iglesia de Las Mercedes. Habían
engañado al régimen, astutamente burlaron el cerco policial y
participaron en la misa en la que pidieron la excarcelación de los
prisioneros políticos.
Por décadas una multitud de compinches instruidos y conducidos por el
régimen se han complacido en destruir moralmente y muchas veces
físicamente, a los que rechazan el totalitarismo castrista.
Este relato no es nuevo. Llevamos más de medio siglo escuchando, leyendo
y padeciendo las casas sitiadas, personas perseguidas, encarceladas y
fusiladas. Durante mucho tiempo una masa fanática, pero también
integrada por oportunistas, siempre injusta y abusiva, ha incurrido en
excesos contra los opositores o simples ciudadanos que han rechazado los
abusos.
Las Damas de Blanco una vez más han demostrado que el terror y la
intimidación pueden ver vencidos. Modestas, sin gritos y aspavientos,
han podido vencer los temores que infunde el régimen y enfrentar a los
sicarios, que fingiendo que son parte del pueblo, abusan de la fuerza y
aprietan más el dogal que los ahoga y que las Damas de Blanco, rechazan
ponerse.
Periodista de Radio Martí.
http://www.elnuevoherald.com/2011/09/26/1032747/pedro-corzo-machete-que-son-poquitas.html
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