3 de febrero de 2011

Un chino porvenir?

Cambios

¿Un chino porvenir?

¿Será posible una Cuba donde se concilien el espíritu emprendedor y el
control, el recorte de las garantías sociales y la supervivencia de una
nomenklatura parasitaria?

Luis Manuel García Méndez, Madrid | 19/01/2011


El 3 de julio de 1941, después de diez días sumido en un estupefacto
silencio, Stalin hizo su primer llamamiento a la defensa del país. No se
dirigió a los comunistas, ni siquiera a los ciudadanos soviéticos.
"¡Camaradas!, ¡Ciudadanos! ¡Hermanos y Hermanas! ¡Hombres de nuestro
Ejército y nuestra Marina! ¡Me dirijo a vosotros, mis amigos!" era el
encabezamiento de su discurso. Tras las purgas, los asesinatos y el
Gulag, dirigirse a sus partidarios o a los comunistas en general habría
rebajado la capacidad de convocatoria. Tampoco llama a la defensa del
comunismo, del socialismo o del estalinismo, palabras cuidadosamente
omitidas. Su llamamiento explica que esta guerra "por la libertad de
nuestro país se mezclará con la de los pueblos de Europa y América por
su independencia, por las libertades democráticas. Será un frente unido
de pueblos defendiendo la libertad y contra la esclavitud". Homologa la
lucha de los rusos con la del resto de Europa y América en nombre de una
libertad y una democracia de la que los rusos carecían, y contra la
esclavitud que, sin dudas, impondrían los nazis. Basta un análisis
lexicográfico elemental para detectar la intencionalidad política del
discurso, y cómo, en una situación de vida o muerte, se han evitado
escrupulosamente las palabras que vertebraban la retórica clásica del
estalinismo.

Durante el último cuarto del siglo XX, se puso de moda entre algunos
lingüistas la Lexicometría, el análisis estadístico de los textos, que
aún emplean los servicios de inteligencia, los programas para la
interceptación de mensajes y conversaciones, y algunos filólogos que
aspiran a dotar al análisis textual de cierta probidad matemática. Y,
sin dudas, cuando se trata de analizar un texto no literario puede
arrojar interesantes resultados que, desde luego, deberán ser
corroborados (o no) por el análisis de significados.

Aunque el título no invita, he leído con atención el Proyecto de
Lineamientos de la Política Económica y Social
(http://www.cubadebate.cu/wp-content/uploads/2010/11/proyecto-lineamientos-pcc.pdf)
publicado por el Gobierno cubano a fines el año pasado, y ha sido
sumamente instructivo. En la parte introductoria podemos leer que "Sólo
el socialismo es capaz de vencer las dificultades y preservar las
conquistas de la Revolución", y que "en la actualización del modelo
económico, primará la planificación y no el mercado". Se aclara que "el
socialismo es igualdad de derechos e igualdad de oportunidades para
todos los ciudadanos, no igualitarismo", aunque ello parafrasea la
constitución estadounidense. Tras esa introducción, esperamos la
inflamada retórica habitual donde la economía se supedita a la política.
Si practicamos el experimento lexicográfico a ver qué texto nos espera,
el resultado es, cuando menos, curioso.

La palabra "patria" no se menciona, y las palabras "revolución" y
"socialismo" sólo aparecen dos veces en 32 páginas. Aunque el título
habla de política económica y social, la palabra "ciudadano" aparece
sólo dos veces y 16 la palabra "inversionista"; "derechos", una vez;
"obligaciones", 4, y los términos recaudatorios: "tributario" o
"impositivo", 6. "Satisfacer las necesidades de la población" se
menciona una vez, el término "necesidades", 4, y 13 veces la palabra
"consumo". En cambio, "capital", o "capitalización" aparecen en 15
ocasiones. ¿Qué capital? "Pesos cubanos", 3; "pesos convertibles", una,
y "divisas", 10. "Internacional" se repite 26 veces, contra 23
"nacionales" y, al menos en el papel, las 40 "exportaciones" superan a
las 38 "importaciones". Aunque en la Cuba futura primará la
"planificación", palabra que aparece 13 veces, sobre el "mercado", esta
última se repite en 27 ocasiones, a una por página, o casi.

Con estos antecedentes, nos adentramos en el texto que empieza culpando
de la situación actual a la crisis mundial, la pérdida del 15% en el
poder de compra de las exportaciones entre 1997 y 2009, el bloqueo,
desde luego; los huracanes y la sequía, aunque reconoce "baja
eficiencia, descapitalización de la base productiva y la
infraestructura", el déficit de la balanza de pagos, y el elevado monto
de los vencimientos de la deuda, así como "las tierras todavía ociosas,
que constituyen cerca del 50%". Quienes dirigen la economía cubana desde
1959, cuando era solvente, sin deuda y con una balanza de pagos
favorable, no son culpables de sus descalabro, sino el pueblo,
envejecido y estancado en su crecimiento poblacional, habituado a
gratuidades, subsidios y paternalismo estatal que ahora serán
erradicados. También se impone "incrementar la productividad del
trabajo, elevar la disciplina y el nivel de motivación del salario y los
estímulos", pero tampoco se aclara quién los desestimuló en su momento.

Lo primero que llama la atención es el énfasis relativo. Aunque se
anuncia la intención de "preservar las conquistas de la Revolución", el
documento dedica tres páginas a las políticas sociales y el resto a las
políticas económicas, con un acento especial en las políticas económicas
externas, la macroeconomía, las exportaciones y el turismo que, en
total, ocupan casi la mitad del texto.

En general, sus lineamientos ponderan aquellas vías que, efectivamente,
pueden reconducir la economía cubana, abierta e interdependiente, hacia
una feliz reinserción en la economía mundial. Se hace énfasis en
"Continuar propiciando la participación del capital extranjero" (acápite
89)[1] y que éste otorgue "acceso a tecnologías de avanzada, métodos
gerenciales, sustitución de importaciones, y no menos importante:
satisfacer las necesidades de la población" (90), así como "Favorecer la
diversificación en la participación de empresarios de diferentes países"
(94). La monogamia económica con Estados Unidos, la Unión Soviética y
Venezuela en menor medida han sido funestas para el desempeño de la
economía cubana. De momento, el texto no menciona la posibilidad de
ofrecer un espacio a inversionistas cubanos del exilio que aportarían no
sólo capital, "tecnologías de avanzada y métodos gerenciales", sino un
particular conocimiento de la realidad cubana pero desde una óptica
globalizada.

Las estrategias de desarrollo, sin olvidar las exportaciones
tradicionales cuya eficiencia deberá aumentarse, apuestan por
producciones de alto valor añadido, especialmente la industria
médico-farmacéutica y la informática. En ese sentido, Cuba cuenta con
una mano de obra altamente calificada, un recurso que se filtra día a
día hacia el exilio por falta de oportunidades y que, en los últimos
años, dadas las limitaciones en el acceso a la educación superior (que
se anuncian mayores en el futuro) no se repone a la misma velocidad que
se pierde. Ha sido muy confortable gobernar durante medio siglo sin
oposición ni prensa independiente y, sobre todo, sin la presión de
cumplir un programa en menos de cuatro años y rendir cuentas a los
electores. Ahora, de la agilidad con que se redireccione la economía
cubana dependerá su destino: Corea del Sur o Guatemala.

Aunque la perspectiva es "orientar el desarrollo industrial, como
dirección fundamental, hacia el fomento de las exportaciones, reduciendo
su componente importado" (197), según el modelo chino, se apuesta
también por "alternativas de financiamiento mediante la inversión
extranjera de aquellas industrias no exportadoras pero que aseguren
producciones esenciales a la economía o en la sustitución de
importaciones" (99). De nada valdría apostar por sectores de alto valor
añadido si lo obtenido se pierde como consecuencia de un sistema
férreamente centralizado de decisiones, importaciones masivas de
alimentos y otros rubros que el país puede producir con sólo aflojar las
ataduras a los productores y modificar un fosilizado sistema de
relaciones mercantiles. Por eso el acápite 167 propone la "utilización
más efectiva de las relaciones monetario-mercantiles (…) promover una
mayor autonomía de los productores (…) una gradual descentralización
hacia los gobiernos locales"; "descentralizar el sistema de gestión
económica y financiera" (168); "independizar las distintas formas de
cooperativas de la intermediación de las empresas estatales" (169).
Aunque se subraya que el Estado regulará "la cantidad de dinero en
circulación y los niveles de créditos" (52) y "se mantendrá el carácter
centralizado de la determinación de las políticas y del nivel
planificado de los precios de los productos y servicios que estatalmente
interese regular" (62). Lo cual ocurre en no pocos países. La pregunta
es si apostarán por encontrar el punto de equilibrio entre la
planificación y el mercado, o recaerán en el rígido e ilusorio
determinismo del Gosplan y la Junta Central de Planificación, dado que
"el sistema de planificación socialista continuará siendo la vía
principal para la dirección de la economía nacional" (1).

Respecto a la agricultura, además de acelerar el traspaso de ese 50% de
tierras ociosas (176), proponen "adecuar la producción agroalimentaria a
la demanda y la transformación de la comercialización (…) limitando la
circulación centralizada para aquellos renglones vinculados a los
balances nacionales; otorgando un papel más activo a los mecanismos de
libre concurrencia para el resto de las producciones" (170);
"reestructurar el actual sistema de comercialización de los insumos y
equipamiento" (171); "modificar el sistema de acopio y comercialización
de las producciones agropecuarias mediante mecanismos de gestión más
ágiles" (172). Y el acápite 177 anuncia que "la formación del precio de
la mayoría de los productos responderá a la oferta y la demanda y, como
norma, no habrá subsidios". ¿Resolverá eso de una vez los graves
problemas de la agricultura cubana? Dependerá del grado de libertad que
se conceda al nuevo campesinado, lo atractivo que resulte el regreso a
la tierra y siempre que los precios de los insumos y el sistema
impositivo no los ahoguen antes de nacer. En tal caso, Cuba seguirá
comprando lechugas en Canadá, pollos en Kentucky y mangos en Dominicana
para abastecer a la población y a un turismo que continuará sin ser el
motor de producciones subsidiarias.

El documento se refiere también a los factores medioambientales, a la
eficiencia energética, y apuesta por el uso de energías alternativas,
así como el empleo racional de los recursos hidráulicos (incluyendo "el
reordenamiento de las tarifas del servicio") (282).

La experiencia china demuestra que una mano de obra laboriosa,
calificada (más, proporcionalmente, en el caso de Cuba) y sin derechos
es muy atractiva para el capital, que es escurridizo, oportunista y que
en un mundo globalizado cuenta con más derechos migratorios que las
personas. Los chinos supieron seducirlo colgando mil millones de obreros
potenciales en el anzuelo, hasta que hoy, en una situación de dominio,
son ellos quienes se dejan seducir. Por eso es llamativo encontrar en
este documento, racional en sus lineamientos esenciales, un exabrupto
totalitario: "Aplicar el principio de: quien decide no negocia, en toda
la actividad que desarrolle el país en el plano de las relaciones
económicas internacionales" (67). Al parecer, los generales de La Habana
todavía no han comprendido que en el campo de batalla de la economía
mundial no pasan de reclutas. Y tampoco disponen de mil millones de chinos.

Un aspecto interesante es el que se refiere a la colaboración
internacional. Durante decenios nos la han vendido como una operación
altruista de proporciones épicas, sin informarnos sobre su peso en la
agenda política personal de Fidel Castro. Aunque ya se sabe que buena
parte de la cooperación médica se practica hoy contra reembolso o contra
petróleo venezolano, ahora esto se eleva a política de Estado:
"Propiciar que la colaboración internacional que Cuba recibe y ofrece se
desarrolle de acuerdo con los intereses nacionales" (101). Véase que la
palabra "nacionales" no equivale a "políticos", aunque pudiera
incluirlos. "Continuar desarrollando (…) la colaboración (…) y
establecer los registros económicos y estadísticos (…) especialmente de
los costos" (103). Y "considerar, en la medida que sea posible, en la
colaboración solidaria que brinda Cuba, la compensación, al menos, de
los costos" (104).

Uno de los aspectos que más expectación ha despertado es la ampliación
del trabajo por cuenta propia y la autorización de constituir empresas y
contratar trabajadores. Algo imprescindible, a menos que se quiera
promover un estallido social, cuando se prevé el despido de más de un
millón de trabajadores, la cuarta parte de la población activa. Según el
diario Granma
(http://www.granma.cubaweb.cu/2010/09/24/nacional/artic10.html), podrán
realizarse por cuenta propia 178 actividades, "de las cuales 83 podrán
contratar fuerza de trabajo sin necesidad de que sean convivientes o
familiares del titular". Los Lineamientos de la política económica y
social contemplan la aparición de "mercados de aprovisionamiento que
vendan a precios mayoristas y sin subsidio para el sistema empresarial y
presupuestado, los cooperativistas, arrendadores, usufructuarios y
trabajadores por cuenta propia" (9). El hecho de que no haya, al menos
en el papel, distingos ni, presuntamente, diferencias de precios para
empresas estatales y privadas sienta un sano precedente de fair play en
la competitividad. Y se reorientarán "a corto plazo las producciones del
sector industrial con vistas a asegurar los requerimientos de los
mercados de insumos necesarios a las distintas formas de producción (en
particular, las cooperativas y trabajadores por cuenta propia)" (199).
Por otra parte, "el sistema impositivo estará basado en los principios
de la generalidad y la equidad de la carga tributaria, se aplicarán
mayores gravámenes a los ingresos más altos, para contribuir a atenuar
las desigualdades entre los ciudadanos" (57), lo cual es, en sentido
general, justo, siempre que el monto de los impuestos no ahogue
precozmente a los empresarios emergentes, y siempre que se destierre la
discrecionalidad impositiva, como hace temer la Resolución No. 287/2010,
según la cual "los Consejos de la Administración municipales del Poder
Popular pueden revisar e incrementar los tipos impositivos mínimos
establecidos. Para ello deben tener en cuenta las características de la
vivienda o habitación, zona de ubicación y las propias del
contribuyente". ¿Cuáles son las características "propias del
contribuyente"? ¿Queda a discreción de cada Consejo? Otro pésimo
condicionante es el acápite 5: "La planificación abarcará no solo el
sistema empresarial estatal y las empresas cubanas de capital mixto,
sino que regulará también las formas no estatales que se apliquen".
¿Significa que se planificará la producción a los cuentapropistas,
artículos, precios, consumo de energía e insumos? ¿El Gosplan ataca de
nuevo?

Aunque lo más significativo es que "en las nuevas formas de gestión no
estatales no se permitirá la concentración de la propiedad en personas
jurídicas o naturales" (3). ¿Qué significa "concentración de la
propiedad"? ¿Cuál es el límite? ¿Penderá sobre los empresarios la espada
de la expropiación en el caso de que sean demasiado exitosos?
Obviamente, los mandatarios cubanos no han leído atentamente a Deng
Xiaoping, o lo han leído en la versión revisada y corregida por el
pánico de Fidel Castro a que alguien se enriquezca con su trabajo.

Entre los despidos programados y los ya en ejecución, decenas o cientos
de miles serán de profesionales. Pero de las 178 actividades por cuenta
propia permitidas, ni una sola requiere calificación superior. A lo
sumo, técnicos electrónicos, mecánicos o programadores. Y esto no es
casual. El Estado considera a los profesionales SU inversión y, por
tanto, SU propiedad. Mía o de nadie, como diría el mariachi. Y, por otra
parte, teme la competencia de un sector privado altamente calificado que
no se conforme con fabricar hebillas de plástico, sino que incursione en
sectores de alto valor añadido que el Estado pretende monopolizar. Dado
que no se ofrece a esos profesionales la posibilidad de emplearse
(legalmente) por su cuenta, sólo les quedan tres opciones: la
ilegalidad, el subempleo de sus capacidades o el exilio. Pérdida neta
para el país en los tres casos: la ilegalidad no paga impuestos, el
subempleo resta productividad al país, y el exilio… bueno, el exilio
envía remesas, quizás sea, de las tres, la opción más productiva.

Además de otros muchos factores, como el "síndrome del líder", la
emigración como válvula de escape, la represión a la disidencia, la
desinformación y la mitología, un elemento que ha evitado durante medio
siglo la subversión del sistema, ha sido el mantenimiento, hoy precario,
de algunas garantías sociales. Por eso el documento apuesta por
"continuar preservando las conquistas de la Revolución" (129), aunque
especifica que la "protección mediante la asistencia social" será "a las
personas que lo necesiten" (131 y 165), y que "los servicios que se
brindan a la población" serán rediseñados "según las posibilidades de la
economía" (131), porque "resulta imprescindible reducir o eliminar
gastos excesivos en la esfera social" (132); "disminuir la participación
relativa del Presupuesto del Estado en el financiamiento de la seguridad
social" (154); "reducir gratuidades indebidas y subsidios personales
excesivos" (161), y "la eliminación ordenada de la libreta de
abastecimiento" (162), anotando que "es necesario perfeccionar las vías
para proteger a la población vulnerable o de riesgo en la alimentación"
(163). Se anuncia el cobro (sin subsidios) de los comedores obreros allí
donde se mantengan (164) y el reajuste en los ingresos a las
universidades de acuerdo a las necesidades del país (148). Al mismo
tiempo, "deberá priorizarse el consumo de proteína animal, ropa y
calzado; la venta de efectos electrodomésticos, materiales de
construcción, mobiliario, ajuares del hogar, entre otros" (288).

En un aspecto tan sensible como la vivienda, cuyo déficit alcanza al
medio millón, el documento propone "adoptar nuevas formas organizativas
en la
construcción, tales como: las cooperativas y el contratista como
trabajador por cuenta propia" (272); priorizar "las labores de
mantenimiento y conservación del fondo habitacional" (273); fomentar la
fabricación de casas por cuenta propia, curso en TV incluido, y que la
reparación de edificios multifamiliares corran por cuenta de los
inquilinos (276). La "venta a la población [de materiales] con costos
mínimos y sin subsidios" (277) y "aplicar fórmulas flexibles para la
permuta, compra, venta y arriendo de viviendas, para facilitar la
solución de las demandas habitacionales de la población" (278).

Volviendo a la Lexicometría, ésta no andaba muy descaminada: en el
documento hay más obligaciones que derechos, obtener capital y conseguir
que las exportaciones superen a las importaciones es el propósito, y la
voluntad de planificación tendrá que subordinarse a las realidades del
mercado.

¿Qué Cuba prefiguran estos Lineamientos para los años venideros?

Ante todo, es evidente que el tiempo del país subvencionado llega a su
fin. Incluso el petróleo venezolano es incierto. Urge encontrar
soluciones para que no se consume la bancarrota del país y de una
fórmula de poder que ha sobrevivido durante medio siglo. A pesar de los
votos de fe en la Revolución y la "planificación socialista" (al mejor
estilo Fidel), las leyes del mercado vertebran todo el proyecto de
economía exportadora, al estilo chino, en el que Raúl cifra su única
esperanza de conservar el poder político haciendo concesiones
económicas. Chino, ma non troppo. Es obvia la voluntad del generalato en
mantener el control y la "planificación", atajar el "éxito excesivo" del
empresariado naciente, monopolizar la mano de obra altamente calificada
y las industrias punta, y vetar la entrada al capital del exilio, lo que
consumaría la bancarrota simbólica, al tiempo que libran a su suerte a
una buena parte de la población activa y recortan las garantías
sociales. ¿Podrán mantener el control sin desestimular el espíritu
emprendedor y la creación de riqueza? ¿Conseguirán que una buena parte
de la mano de obra altamente calificada se resigne a subutilizar sus
capacidades? ¿Comprenderá la población que en un Estado nada
paternalista y con garantías sociales recortadas, una nomenklatura
parasitaria es prescindible? No hay dudas de que el modelo de desarrollo
que propone el proyecto es, en lo esencial, ajustado a las
potencialidades del país, sólo que quienes proyectan el camino lo han
minado también con sus obstáculos a la libertad y sus baches de control
donde la creatividad podría hundirse. Es, en cualquier caso, una Cuba
diferente donde el Estado deja de ser el empleador omnímodo y el
padrecito que reparte salud y educación, y una buena parte de la
población empezará a ser dueña de su destino, al menos en lo económico,
la primera de las libertades. Echará de menos las restantes. Y es eso,
justamente, lo que más temen los generales.

La última pregunta que me hice tras leer el Proyecto de Lineamientos de
la Política Económica y Social es si sería constitucional, pero esa
pregunta la responderé mañana.

[1] En lo adelante, los números entre paréntesis corresponden a los
acápites del documento.

http://www.cubaencuentro.com/cuba/articulos/un-chino-porvenir-254016

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