José Fornaris (PD)
LA HABANA, Cuba, octubre (www.cubanet.org) - El viernes 15 de octubre
Fidel Castro terminó una saga de cinco extensísimas partes de un
artículo que denominó "El imperio por dentro". En realidad, lo que hizo
fue reproducir 33 capítulos del libro "Las guerras de Obama" del
escritor y periodista estadounidense Bob Woodward.
Cada una de esas "reflexiones" ocupó dos páginas de los diarios y fueron
repetidas de manera íntegra en cada uno de los programas noticiosos de
la televisión y versiones en la radio, lo que atenta contra las normas
televisivas y radiales, pero desde tiempos remotos se conoce que el
dueño es el que manda y que las órdenes se cumplen y no se discuten. Y
en Cuba el Estado es el dueño de todos los medios de divulgación masiva.
Castro se ha pasado más de medio siglo atacando o criticando a Estados
Unidos, y a estas alturas no es posible saber qué es lo él que quiere.
Lo que sí se conoce es que los locos intentan obtener resultados
diferentes haciendo siempre las mismas cosas.
Hubo muchos que, confundiendo astucia con otra cosa, en algún momento lo
calificaron de brillante, y en algunos casos hasta de genial. Pero el
tiempo es padre y madre de la verdad. Castro terminó su recordista
reflexión diciendo: "Espero que la síntesis del libro Las guerras de
Obama haya sido útil a los lectores de las Reflexiones".
Este señor es el Primer Secretario del Partido Comunista, y según la
Constitución, esa organización política es la fuerza superior de la
sociedad y el Estado, por lo tanto, presuntamente, lo que en política
haga o diga Castro, debe de estar dirigido en primer término a los
ciudadanos. ¿Por qué al pueblo de la isla que no tiene arroz, azúcar,
transporte, viviendas, libertad, debe interesarle "el imperio por
dentro", por arriba, por abajo o por el costado?
Un colega me dijo, que dada nuestra realidad, a los cubanos lo que les
interesa es "ir a residir dentro del imperio". Pero lo tremendo de esto
es que continúan gastando los pocos recursos que le quedan al país, y
haciéndonos perder aun más tiempo en engañosa propaganda. Todo, para
que algunos prosigan con su galopante esquizofrenia narcisista de
mirar siempre hacia la sublime perfección de sus ombligos.
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