Cuba y el desconcierto de los ríos
By RAUL RIVERO
Madrid -- La fiesta en la finca se acabó. Se trancó el dominó que tenía
al ministro pensativo y reconcentrado bajo una gorra de pelotero en el
sitio donde debía estar la cabeza. La cerveza del austero doctor se
quedó a medias sobre un tanque de hierro. Pero ahora mismo se desvía un
arroyuelo y comienzan a llegar personajes a guateques idénticos en otras
fincas. A un nuevo ministro se le ahorca otra vez el doble nueve.
Ellos trabajan todos para vivir así. El grupo de compadres y sus
familias. Cariñosos, unidos, alegres, distendidos, para volver con
fuerza el lunes (una resaca leve) al escenario, al teatro, al papel de
defensores de los pobres.
Ha sido una simple sustitución de actores. Esa compañía es enorme y los
suplentes sobran. Además, allí se funciona como en los grandes circos de
antaño, con varias pistas encendidas al mismo tiempo porque la función
no se puede parar. Las fieras tienen que rugir a toda hora para que haya
un poco de temor en el público y la gente no se ponga a tratar de
descifrar los trucos de los magos viejos de sombreros rotos y conejos de
trapo del taller de atrezo.
Para garantizar que los ríos pasen siempre por el fondo de sus
propiedades y que haya alguien con una cámara para dejar constancia del
buen gusto y la alegría de los dirigentes, hay que mantener a la mayoría
apartada, bajo control, con la zozobra de la presencia policial. Y a los
rebeldes, los aguafiestas, los empecinados, en la cárcel.
Represión y mentiras para que nadie llegue a quitarles la música ni a
bajarlos de los columpios y de los aviones. De esa nube de poder espurio.
Personal adiestrado para que el médico Darsi Ferrer, un activista de la
oposición que reclama sus derechos en la calle, sea golpeado en una
estación de policía y lo encierren después sin cargos y sin un solo
documento en la prisión de Valle Grande, cerca de La Habana.
Ayudantes para que traten de callar a la familia del preso político
Ariel Sigler Amaya, un líder opositor condenado a 20 años en la
Primavera del 2003, que está entre la vida y la muerte en la sala de
penados del hospital capitalino Enrique Cabrera.
``Lo están asesinando lentamente. Ha bajado más de 100 libras. En estos
momentos los médicos aún no tienen un diagnóstico. Está demacrado,
delgado, canoso, amarillo'', dijo a los periodistas Noelia Pedraza,
esposa de Sigler.
Mercedes Fresneda, una mujer que pertenece al grupo de apoyo a las Damas
de Blanco, la asociación de familiares de los presos políticos, afirmó
que alrededor del centro hospitalario donde está el preso se mueven unos
15 agentes de la Seguridad del Estado.
``Lo que sacaron los médicos no fue un ser humano, fue un esqueleto.
Creo que si sigue en Cuba puede morir, porque no hay posibilidades para
él en este país, los médicos están manipulados'', comentó Fresneda.
llí, en esos ámbitos, en los medios de pobreza y las penurias, bajo la
mirada y la cercanía de los guardias, sí cambian las cosas. Se agudizan
las enfermedades de los presos, más de 200 en todo el país. Todo es más
grave y más difícil.
Se hace enorme y crece todos los días la distancia del nivel de vida de
la población y el de los jefes. Se disipa en la nada el último neblinazo
de esperanza de un cambio hacia la modernización y la libertad del país.
En la nueva fiesta, mientras se escucha el murmullo de un arroyo
cercano, un muchacho prepara la cámara y uno de los ministros saca a
bailar a una señora.
RAUL RIVERO: Cuba y el desconcierto de los ríos - Opinión - El Nuevo
Herald (26 July 2009)
http://www.elnuevoherald.com/opinion/story/505791.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario