¿Qué nación? ¿Qué emigración?
Alejandro Armengol
A comienzos del mandato del general Raúl Castro, cuando todavía se 
especulaba sobre la vuelta de Fidel Castro al poder y el uso de los 
términos pragmatismo y reforma albergaban una ligera esperanza –vaga, 
ingenua y confusa, es cierto, pero al mismo tiempo una pequeña ilusión 
casi desesperada– comenzó a circular el rumor de que era casi inminente 
la celebración de una nueva reunión, al estilo de las conferencias 
anteriores, tituladas pomposamente "Nación y Emigración" y celebradas en 
La Habana, pero que ahora sí por fin tendrían una agenda más completa y 
una participación amplia. El rumor, que nunca trascendió más allá de 
estrechos círculos, murió casi al nacer. En su lugar, se llevó a cabo en 
Cuba uno de tantos encuentros en que los de siempre –conocidos como "el 
coro" incluso entre las esferas del poder castrista– acudieron a la cita 
y recitaron la monserga de "abajo el bloqueo" y "liberen a los cinco 
héroes antiterroristas condenados por el imperio". Otro fin de una 
ilusión y una nueva espera. Ahora el gobierno de La Habana "convoca" a 
lo que será un selecto grupo de cubanos residentes en Estados Unidos, y 
el escueto anuncio parece destinado a dejar claro que no tienen cabida 
nuevas ilusiones.
Para comenzar, una aclaración necesaria. En esta ocasión no se trata de 
algunos escritores hablando desde La Habana, sobre la necesidad 
imperiosa de incorporar la literatura del exilio "dentro del corpus de 
la literatura nacional"; de un columnista hablando a favor de "abrir la 
muralla" al turismo del emigrado o de expertos que instan a preparar 
paquetes especiales de esparcimiento para emigrados cubanos residentes 
en Estados Unidos. Esto es un llamado desde el centro de mando. Cabe 
considerar que todo lo anterior forma parte de una campaña de 
preparación –según el gusto que cada cual tenga por las teorías 
conspirativas– o decir simplemente que se trata de una cuestión que 
desde hace largo tiempo gravita sobre el extenso y complejo problema de 
los vínculos y desencuentros entre la isla, Estados Unidos y el exilio o 
la diáspora cubana. Pero lo que sí deja bien claro la nota de prensa es 
que quien convoca, escoge y determina es el régimen. Las únicas opciones 
que quedan son acatar o rechazar.
Coincido con Haroldo Dilla –en su excelente artículo publicado en 
Cubaencuentro– que quien decida asistir al encuentro "no cruza un 
rubicón ético, ni se convierte en un impresentable político. Pero si 
acepta debe saber que estará legitimando un proceso que no lleva a la 
normalización, sino a la perpetuación de la separación, del ostracismo y 
de la explotación de los emigrados por un Estado parasitario y autoritario".
De entrada, una lectura rápida de la nota de prensa deja claro que el 
deseo manifiesto es un encuentro con el coro de siempre, aquellos que 
son llamados a vincularse con lo que el gobierno de Cuba define como "su 
país", aunque a estas alturas hasta sus más cercanos acólitos ya son 
ciudadanos norteamericanos, "de manera respetuosa, conscientes de la 
urgencia de defender su soberanía e identidad nacional", y están 
dispuestos a desarrollar un intenso cabildeo en contra de "los efectos 
de la política norteamericana de hostilidad y bloqueo hacia Cuba y su 
manipulación del tema migratorio, así como la situación de los 'Cinco 
luchadores antiterroristas', presos injustamente en EEUU".
No creo que exista urgencia alguna, por parte de los inmigrantes 
cubanos, de defender la soberanía e identidad nacional. Tales conceptos 
los aplica el gobierno cubano apelando a sus significados más arcaicos y 
con un remedio oportunista ante el desmoronamiento de la ideología 
leninista que declaró profesar y sólo llevó a la práctica en sus 
esenciales aspectos represivos. Si el régimen castrista está tan 
preocupado por el "nacionalismo" debería reflexionar sobre los miles de 
cubanos a los que no les ha importado una peseta el recobrar la 
ciudadanía española, y echar a un lado las luchas independentistas. En 
cuanto a los "cinco" –que de antiterroristas tienen nada más que el 
sonsonete castrista–, hace rato que algunos de ellos debían haber sido 
devueltos a comer chícharos en Cuba, pero eso no quiere decir que sean 
algo más que unos vulgares espías.
El problema que tiene que enfrentar el gobierno cubano, si de verdad 
está interesado en un mejoramiento de las relaciones con quienes viven 
fuera del país –no solo en Miami, o Estados Unidos en general, sino en 
todo el mundo– es la abolición de las barreras que impiden entrar y 
salir de la isla sin mayores problemas; el diferenciar la cuestión 
migratoria del orden político y represivo y el permitir el regreso a la 
patria de forma permanente, sin que en ninguna de estas categorías 
intervenga un "código político", de forma más o menos explícita, que 
lleve a quienes viven en el extranjero a actuar por sus hábitos y 
convicciones, y no por el temor a "buscarse problemas".
La solución tiene que partir de Cuba y ha de venir sin restricciones. La 
entrada libre al país y la posibilidad del regreso si alguien lo desea. 
Abandonar la excusa de repetir una y otra vez la justificación del 
embargo para mantener una represión sin tregua y la cantinela de la 
soberanía cuando escucha una opinión contraria. Hay que ser demasiado 
optimista para pensar que este nuevo encuentro logre un avance 
significativo en este sentido. Si se puede considerar al anuncio de 
prensa como un comienzo, no es otra cosa que un mal comienzo.
http://www.elnuevoherald.com/2012/02/27/v-fullstory/1135428/alejandro-armengol-que-nacion.html
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