Democracia y capitalismo en Cuba
Alejandro Armengol
Por décadas en el exilio cubano de Miami se ha mantenido el credo de que 
llevar la libertad a Cuba pasa por la reinstauración de un sistema 
político dominado por el mercado. No es cierto. Capitalismo y democracia 
no son sinónimos. Pueden coincidir, pero no necesariamente. Se puede 
aspirar a que en la isla exista un Estado de derecho, el respeto 
absoluto a los derechos humanos, la propiedad privada y la libre 
empresa, sin que ello implique añorar una vuelta al pasado y apoyar la 
ilusión de convertir a La Habana en una copia de Miami.
De hecho, cada vez cobra mayor fuerza la evidencia de que el proceso de 
´´actualización´´ que lleva a cabo el gobierno de Raúl Castro está muy 
cerca de una vuelta al capitalismo con cortapisas ¯en sus aspectos más 
superficiales y despiadados¯ y en nada interesado en el menor cambio en 
lo que respecta a las libertades ciudadanas.
Los fanáticos del neoliberalismo, que suelen confundir la falta de 
regulaciones y controles del mercado con la libertad política, deben 
leer una reseña de varios libros, que tratan sobre la supuesta 
decadencia mundial de Estados Unidos, realizada por Ian Buruma en el 
número del 21 de abril de 2008 en The New Yorker.
Buruma hace referencia a The Return of History and the End of Dreams, el 
libro de Robert Kagan, el ideólogo neoconservador de mayor talento en 
Estados Unidos. Dice Buruma que Kagan hace una buena observación al 
señalar lo que pasan por alto quienes creen que con sólo las bendiciones 
combinadas del comercio, capitalismo y propiedad creciente se llega 
inexorablemente a una democracia liberal.De acuerdo a Buruma, lo que se 
subestima es el atractivo internacional de la autocracia. La Unión 
Soviética, después del impulso inicial que recibió la industrialización 
fue un modelo de fracaso económico. Pero la China actual, hasta el 
momento, no lo es. Como dice Kagan, ''gracias a décadas de destacado 
crecimiento económico, los chinos pueden argumentar hoy que su modelo de 
desarrollo económico, que combina una economía cada vez más abierta con 
un sistema político cerrado, puede resultar exitoso para el desarrollo 
de muchas naciones''.
Un sistema similar al chino o al vietnamita, con las variantes 
tropicales al uso, es lo que debe estar en la mente en más de un 
tecnócrata o funcionario cubano. No es siquiera que el ideal de Raúl 
Castro sea la ¯puesta en práctica de ese modelo. Si algo se desprende de 
la realidad cubana actual, las declaraciones del jefe de Estado y los 
avances y retrocesos que han traído lo que la prensa extranjera llama 
´´reformas´´ y la oficial de la isla denomina ´´actualización´´, es la 
existencia de un conjunto de medidas de supervivencia para navegar en el 
caos sin que se produzca un estallido social. Hasta ahora ¯hay que 
señalarlo¯ lo han logrado como si fueran los dueños absoluto del tiempo. 
No hay mérito en ello si se recuerda el ejemplo más de moda en estos 
momento, Corea del Norte, pero la casta militar cubana ha dado muestras 
de desempeñar con efectividad un rol productivo y no limitarse al 
poderío parásito de los militares norcoreanos.
Aquí vendría entonces la pregunta de hasta dónde está el exilio de Miami 
preparado para lidiar con ese grupo de funcionarios y militares que 
están establecidos ¯y seguramente serán reafirmados a finales de este 
mes¯ como los herederos del poder en Cuba. Ante todo hay que señalar 
algunas verdades, dolorosas para algunos aquí en Miami. Más allá de los 
méritos cívicos y el valor de sus integrantes, el movimiento disidente 
es un buen indicador del control absoluto del gobierno sobre la 
ciudadanía del país: hasta el momento, la disidencia ha demostrado su 
incapacidad como vía alternativa para el cambio de régimen, en tanto que 
se ha constituido en un formidable instrumento de denuncia. Tampoco 
llegan lejos ¯nunca lo han logrado¯ quienes desde el exilio llevan a 
cabo una labor de cabildeo dentro del gobierno y en el Congreso en 
Washington para conseguir que el gobierno de este país asuma una actitud 
realmente agresiva frente al régimen de La Habana, con el objetivo de 
transformar la situación actual. A estas alturas debe quedar claro que 
las bases para un vínculo económico, entre el exilio y los residentes en 
la isla, que sobrepase el simple envío de remesas están establecidas y 
solo espera una mayor flexibilidad en ambas costas del estrecho de la 
Florida. A todo lo anterior se añade que la visión de que Cuba está 
gobernada por una gerontocracia es incompleta, y que quien piense¯en 
parte por pereza, por culpa de los corresponsales internacionales que no 
hacen bien su trabajo y hasta por desconocimiento de nombres y caras¯ 
que los mandos del régimen se limitan a un puñado de ancianos, y que 
todo se reduce a un problema de edad, lo más probable es que muera en la 
espera de una solución biológica.
Si, salvo que se produzca un estallido social incontrolable, el destino 
cubano más probable es un cambio generacional, que ampliará la vía 
capitalista pero mantendrá reducidas o controladas las libertades 
públicas, la ecuación capitalismo y democracia salta en pedazos. Uno de 
los resultados ¯quizá el menos lamentable¯será dejar sin trabajo ¯sin 
palabra es mucho más difícil¯ a esos neoliberales que desde Miami 
proclaman a la libertad absoluta del mercado como la panacea que traerá 
la democracia a Cuba.
http://www.elnuevoherald.com/2012/01/09/1097871/alejandro-armengol-democracia.html
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