Wednesday, February 9, 2011 | Por Pablo Méndez
LA HABANA, Cuba, febrero (www.cubanet.org) – Con el título Cadena de
ilegalidades, el periódico Granma publicó el pasado 27 de enero, un
artículo de Anaysi Fernández, sobre tres jóvenes que fueron sancionados
por actividad económica ilícita. "Hecho que podría ser condenado con
mayor severidad cuando se prestan servicios sin tener la licencia
correspondiente, se contrata mano de obra, y se usan materiales de
procedencia ilícita" –refiere la periodista.
A los procesados se le aplicaron las siguientes condenas: Juan Alberto,
18 meses de privación de libertad y a Yunior y Raúl, dos años de prisión
y trabajo correccional, y una multa de 5 mil pesos.
¿Cuál fue el crimen cometido por estos muchachos? Juan Alberto se
dedicaba a vender antenas parabólicas por encargo, y confeccionaba
pantallas reflectoras con una armazón de masilia y aluminio, mientras
Yunior y Raúl vendían tarjetas satelitales de Direct TV. La policía les
ocupó materiales, herramientas, anotaciones de números, y teléfonos de
clientes.
"Estos jóvenes –agrega Anaysi- operaron para satisfacer a personas que
pretenden vivir al margen de la ley, posibilitando que otros violen las
regulaciones del Ministerio de la Informática y las Comunicaciones que
norman el espectro radiofónico, y que a través de emisiones televisivas
ilegalmente distribuidas, llegan a diario mensajes desestabilizadores e
injerencistas, ajenos a los valores culturales que dignifican al ser
humano".
Lo cierto es que estos muchachos (no se conocen sus apellidos ni
edades), fueron demonizados por Granma, mientras los noticieros de
Cubavisión, el programa Mesa Redonda Informativa, y Tele Sur, dedican
amplios espacios a presentarnos como un héroe a Julian Assange, el
hombre de Wikileaks.
En su afán de censura y manipulación, para los medios cubanos es más
importante divulgar las imágenes de un drogadicto de la ciudad de Los
Ángeles recibiendo una tunda de varios polizontes tras resistirse a la
detención, que la masacre de una familia cubana en la cuneta de la
autopista nacional a manos de delincuentes.
Al gobierno cubano, desde el principio le preocupó mucho lo que veíamos
en la televisión. Después de 1959, los censores sacaron de nuestras
pantallas a Supermán, Hoppy Cassidy y al Llanero Solitario, sin darnos
explicaciones. ¿Qué pecado cometieron para que les aplicaran la ley del
silencio? ¿Cuestionaban el proceso revolucionario? ¿Incitaban a la
subversión contra el régimen?
Gracias a las señales de televisión libre –captadas mediante las antenas
fabricadas por Juan Alberto- hemos visto, entre otras cosas, imágenes
de un ex-miembro de la guardia personal de Castro descorriendo las
interioridades del gobierno; a otro desclasificando los verdaderos
propósitos de los agentes de la Red Avispa presos en EE UU; también cómo
fue sofocada una revuelta de estudiantes pakistaníes en Cuba por
destacamentos antimotines, la verdadera cara del sistema de salud cubano
en el hospital Miguel Enríquez y la represión contra las Damas de
Blanco. Por supuesto, nada de lo anterior es del agrado de nuestros
gobernantes, ni difundido por la televisión de un régimen que sobrevive
en gran medida gracias a la desinformación en que nos mantiene sumidos.
Julian Assange, que hizo públicos millares de archivos secretos del
Pentágono y el Departamento de Estado norteamericanos, es presentado
como todo un héroe por los medios cubanos. Mientras, Juan Alberto,
Yunior y Raúl clasifican -según Granma- como vulgares delincuentes,
porque con sus acciones ayudaron a difundir informaciones no catalogadas
como secretas en ninguna parte. ¿Cómo se entiende esto?
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