El matarife de los orishas
(Advertencia: Fuertes imágenes) Dicen que es de los mejores. Mantiene el
cuchillo afilado y no le tiembla el pulso
Jueves, marzo 30, 2017 | Luis Cino Álvarez
LA HABANA, Cuba.- Raúl, de 30 años, es arquitecto, graduado de la CUJAE,
pero como no consigue empleo, desde hace meses vive, además de los
planos de construcciones que hace por la izquierda, de lo que le pagan
por sacrificar animales (chivos, pollos, palomas) para ceremonias de
santería.
Cualquiera no está facultado para hacerlo. Raúl, que tiene hecho santo
(Elegguá) y cuyo signo en Ifá es Ogbesá, recibió de su padrino el
cuchillo consagrado para hacer los sacrificios.
Dicen que es de los mejores en la matanza. Mantiene el cuchillo bien
afilado y no le tiembla el pulso: degüella rápido, con más reverencia
que esfuerzo.
Nadie sospecharía que Raúl se dedica a estos menesteres. Casi rubio,
alto, fornido, con las iluminaciones en el cabello, es un tipo afable y
educado, sabe inglés, le gustan los libros, el buen cine y el fútbol y
escucha invariablemente en su iPhone a Bon Jovi, Kings of Leon y los
Foo Fighters.
Dice que hace de matarife para complacer a los santos, no por lo que le
pagan, aunque reconoce que el dinero le hace falta porque tiene dos
hijos, uno de tres años y otra de meses, y "la cosa no está fácil, tú
sabes".
Raúl cree firmemente en la santería, al punto de que cuando le dijeron
que no bastaba con que tuviera la mano de Orula, que tenía que hacer
santo, detuvo la reparación de su casa, ahorró y se endeudó para poder
reunir los casi 2000 CUC que le costó la ceremonia, y eso que según
dice, "el padrino lo sobrellevó".
"Tenía que hacerme santo para poder tener salud y desenvolvimiento, para
que se me abrieran los caminos, no podía aplazarlo, porque esto está muy
jodío", explica.
A escondidas, a través de la ventana de una desvencijada casa de
Marianao, pude atisbar y grabar con mi teléfono durante unos minutos,
cómo degollaban a un chivo y recogían la sangre en una cazuela de barro
para ofrendarla al santo, mientras cantaban y se contoneaban.
No pude acabar de ver aquello. No sé qué tuve que contener más, si el
asco y la repulsión o los deseos de saltar por la ventana, caerles a
patadas e impedir que mataran al pobre animal.
Cuando después comenté a Raúl que ojalá que en Cuba existieran leyes
contra la crueldad con los animales que impidieran esas barbaridades y
le pregunté si no sentía lástima por ellos, sonrió y me respondió: "Al
principio sí, pero a todo uno se acostumbra. Nos critican por eso, pero
hay que hacerlo. ¿Acaso no matan a los animales para comérselos? Es lo
mismo. A los santos y las prendas hay que darles de comer, lo exigen y
hay que dárselo".
Me explica: "No se matan animales al rumbo. Solo los que pide el santo.
Cuando una persona se consulta con un babalawo, el santo, a través de
los caracoles, pide la cantidad de animales que sean necesarios, hembras
o machos, para resolverle su problema. Su sangre le restaura el ritmo
vital a la persona, y le corrige el rumbo, para que esté iré y no ogsobbo".
Como no logró convencerme con sus argumentos, se despidió deseándome
aché y que ojalá nunca la vida se me tuerza y me obligue a acudir a los
santos. En caso de ocurrir eso, me dice que puedo contar con él y su
padrino. Para que yo vea. Y me vuelve a pedir que no saque su foto ni
diga su verdadero nombre.
luicino2012@gmail.com
Source: El matarife de los orishas CubanetCubanet -
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