Cuba: una prensa inepta e inútil
En buena medida, Granma no le dice al lector lo que está ocurriendo,
sino le reafirma lo que pasó: es prensa del recuerdo
Alejandro Armengol, Miami | 29/08/2016 11:29 am
La prensa oficial en Cuba no cumple la función de informar, es más bien
un órgano de orientación. Solo que a la hora de desempeñar la función
orientadora lo hace mal, tarde y por omisión.
No se aparta de otros ejemplos que existieron mientras duró la Unión
Soviética y el campo socialista. Es por ello que luce tan anacrónica.
Pero lo peor es que resulta inútil salvo por un aspecto: ocupa un lugar.
No es que logre ocultar una carencia. Se trata de algo más simple: su
ineficiencia contribuye a mantener el statu quo, y en ese sentido su
desempeño es perfecto.
Desde hace algún tiempo se habla en Cuba de incrementar las denuncias de
lo mal hecho, así como publicar y dar a conocer ineficiencias, sobre
todo en el campo económico y administrativo. Si bien este esfuerzo —de
llegar a producirse realmente— resultaría beneficioso, en el
mejoramiento de algunas deficiencias administrativas locales y hasta
nacionales, no deja de eludir el problema fundamental.
La noticia tiene un valor jerárquico en sí misma, dada por su
importancia, las condiciones en que se produce, su singularidad,
procedencia y otros factores. La lista podría ser larga, pero hay algo
común en todos los elementos: el valor noticioso es intrínseco al hecho
y no debe estar determinado o adulterado por factores externos.
Para decirlo de forma más simple: la noticia surge o se descubre, pero
no se fabrica. Al incurrir en esto último se cae en la tergiversación y
el engaño. En el mejor de los casos, se entra en el dominio de la
publicidad y la propaganda, pero casi siempre se acaba en el fraude.
Distinciones de este tipo tienen un carácter político, y de inmediato
puede surgir una contraparte que argumente que en los países
democráticos, y en general en el capitalismo —desde las grandes cadenas
noticiosas hasta los periódicos de provincias— sobran ejemplos de
ocultamiento de informaciones, desplazamiento de noticias importantes a
los lugares menos visibles y simple alteración de contenidos. También
puede afirmarse que la llamada "objetividad" periodística y el balance
informativo se han visto reducidos en los últimos años, en particular
por la crisis que impera en la prensa escrita. Es cierto, pero lo que
constituye un defecto o una limitación no crea una norma o precepto.
Por principio, y desde la época leninista, se estableció que la prensa
en un país socialista, que avanzaba hacia el comunismo, tenía que
orientar y cumplir una función ideológica. De ahí la asignación de
grandes recursos a los periódicos partidistas.
Como ocurre en muchos otros aspectos en Cuba, el despilfarro ha sido
enorme y los resultados de miseria. La prensa permitida en la Isla —un
país con un sistema que a estas alturas no es ni un remedo de
socialismo— permanece condenada al lastre de limitar la información a
sus ciudadanos, de una forma torpe y con el mayor desprecio. Ni siquiera
ha sido capaz de desempeñar esa labor orientadora que siempre ha asumido
públicamente.
Salvo la divulgación de leyes y algunos discursos del gobernante, poco
más de importancia dan a conocer los dos principales periódicos cubanos.
Por otra parte, hablar de la función informativa de la radio y la
televisión es un ejercicio estéril.
En un periódico de limitadas páginas como Granma, buena parte del
contenido informativo no tiene actualidad y otra buena parte está
referida a noticias baladíes —en que la intrascendencia del hecho pasa a
un segundo plano frente a la conveniencia política de darlo a conocer— e
informes que carecen de sustentación, simple repetición de datos
ofrecidos por determinada instancia o funcionarios, a los que nunca se
les cuestiona o se verifica si lo que dicen es cierto.
A esto se añade una carga de documentos y recopilaciones de lo ocurrido
en los largos años del proceso revolucionario, o el relativo corto
tiempo que necesitó Fidel Castro para derrotar militarmente al gobierno
de Fulgencio Batista, que mejor tendrían cabida en una publicación
especializada en temas históricos.
En este sentido, Granma actúa como biblioteca y mausoleo anticipado, no
como un contenido noticioso.
La prensa de hoy, en todos sus formatos, es prensa del instante. Sin
embargo, en buena medida, Granma no le dice al lector lo que está
ocurriendo, sino le reafirma lo que pasó: es prensa del recuerdo.
Esto ha creado un tipo de prensa que más bien parece salida de una
película de los hermanos Marx, donde el lector va de la inercia a una
lectura entre líneas y por omisión: lo que no aparece cuenta más que lo
que se publica.
Entramos así en un mundo torcido donde el eslogan perfecto para vender
el periódico Granma es: "Entérese aquí de lo que no está ocurriendo en
el mundo; busque en los espacios en blanco la información de actualidad;
manténgase al día de todos los asuntos sin importancia".
No es un mal chiste, es la realidad cubana.
Este texto apareció en Cubaderno de Cuba.
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