Ya no quiero encontrarte, Camilo
YOANI SÁNCHEZ, La Habana | 28/10/2015
El muro del Malecón sabe a sal y es áspero al tocarlo. Sobre él, con el
uniforme escolar salpicado por las olas, lanzaba cada octubre de mi
infancia un ramo de flores hacia el mar. El homenaje iba dirigido a un
hombre que había muerto quince años antes de mi nacimiento. Su rostro
estaba en los murales y en los libros escolares, con una enorme sonrisa
bajo un sombrero alón. Eran los tiempos en que aún soñábamos con
encontrar a Camilo Cienfuegos.
La historia repetida hasta el cansancio, en los matutinos y la
propaganda oficial, hablaba de una avioneta desaparecida mientras el
Comandante volaba entre las ciudades de Camagüey y La Habana. Para los
niños de mi generación se trataba de un enigma casi mágico. Creíamos que
un día lo hallarían, jaranero y barbudo, en algún lugar de la geografía
cubana. Era cuestión de tiempo, pensábamos.
Sin embargo, pasaron los años y en esta isla larga y estrecha nunca se
ha detectado ni un trozo de aquel Cessna de dos motores. Las nuevas
tecnologías irrumpieron en la vida de todos, los satélites revisaron
cada centímetro del planeta y míticas ciudades sumergidas o enterradas,
fueron encontradas a lo largo del orbe. Pero de Camilo, ni una pista.
Aquella ilusión de que retornaría para unirse a la "alta dirección del
país" fue dando paso a un deseo distinto. A mediados de los ochenta
escuché hablar de Camilo Cienfuegos como la esperanza de un cambio. "Si
él estuviera aquí, nada de esto habría pasado", repetían los mayores.
"Él sí que no era comunista", sentenciaba mi abuelo.
Volvimos a querer que localizaran vivo al héroe de Yaguajay, pero esta
vez para que liderara nuestra inconformidad y nos ayudará a superar el
miedo.
En el Período Especial regresó con fuerza el ansia de descubrir al menos
un vestigio de aquel sastre devenido guerrillero. Especulábamos con que
al desvelarse las circunstancias de su muerte, el Gobierno de Fidel
Castro caería como un castillo de naipes. El secreto mejor guardado de
la era revolucionaria sería también su final. Pero tampoco en esos años
se resolvió el misterio.
Hace unos días, una niña le recordaba a su madre que tendría que llevar
un ramo de flores a la escuela para lanzarlo al mar en la jornada de la
desaparición de este habanero que no superó los 30 años de vida. Un
segundo después, la chica preguntó: "¿pero él está muerto o no está
muerto?". La mujer explicó con voz aburrida toda la versión oficial para
terminar con un categórico: "sí, está muerto... ya no respira".
El misterio se ha desmoronado. No porque halláramos respuestas, sino
porque nos cansamos de esperarlas. Ahora mismo, nada cambiaría porque
supiéramos que Camilo Cienfuegos está vivo en algún lugar –con la barba
encanecida– o si se probara científicamente que la versión oficial es
real. Tampoco habría una gran conmoción al comprobar que su muerte fue
un asesinato ordenado por sus propios compañeros de la Sierra Maestra.
El tiempo, el implacable, ha terminado por enterrar a Camilo.
Source: Ya no quiero encontrarte, Camilo -
http://www.14ymedio.com/blogs/generacion_y/quiero-encontrarte-Camilo_7_1879082074.html
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