28 de octubre de 2015

Un encuentro con las Damas de Blanco en La Habana

SANTIAGO CÁRDENAS: Un encuentro con las Damas de Blanco en La Habana

En el barrio habanero de Miramar se desarrolla cada domingo un drama épico
Una decena de Damas de Blanco conversaban y se saludaban
No vi asomo de policías, ni de tropas especiales
SANTIAGO CÁRDENAS

En los alrededores de la Quinta Avenida y la calle 26, en el barrio
habanero de Miramar, se desarrolla cada domingo un drama épico. Hacia
allí me dirigí a las diez de la mañana del domingo 4 de octubre del 2015.

Una decena de Damas de Blanco conversaban y se saludaban, cuando me les
acerqué con los atributos correspondientes a su organización, un pulóver
y una gorra blancos, y les pregunté dónde estaba Berta Soler. "A sus
espaldas", me respondieron. Berta daba muestras de asombro. Comenzó a
llover y todos nos refugiamos en la pérgola del parquecito cercano al
templo y allí improvisé unas palabras.

"Vengo desde lejos de manera totalmente pacífica y legal para
demostrarles mi aprecio, como el de tantos miles de cubanos del exilio,
una mayoría silenciosa, que desearían estar junto a ustedes en estos
momentos".

"No tengan miedo; manténganse firmes; no traigo ningún mensaje en
particular; solo mucho amor. No pertenezco a ningún partido ni
organización; sin embargo, espero que mi ejemplo se multiplique a pesar
de tantos viajes frívolos e indiferentes que se hacen a Cuba día a día".

Eran mujeres sencillas, de pueblo, a las cuales abracé con los ojos
humedecidos y les di una palabra de aliento. Comenzaron las fotografías
con una vieja cámara de flash, pero el esposo de Berta Soler me preguntó
si podía subir una foto digital en Facebook. "Por supuesto que sí", le
dije. En un aparte con Berta sostuve: "Nunca acepten condiciones para
integrarse en la llamada oposición leal que ya se está conformando bajo
los auspicios del castrismo".

"Olvídese de eso, doctor –respondió–, nosotros sabemos a donde vamos y
lo que deseamos. Y por favor, no camine con nosotros, que la marcha es
un asunto propio; nuestro y muy especial".

Eran casi las diez y media y la misa comenzaba. La homilía estuvo
dedicada a la reciente visita del papa Francisco a Cuba, dentro de una
comunidad de laicos muy acogedora. De frente al altar, a la izquierda,
una treintena de Damas de Blanco se sentaron en varios bancos. Por las
ventanas vi que en los parquecitos contiguos aguardaba un grupo similar,
que no entró en la iglesia. Al finalizar la misa, de una manera
sorprendentemente rápida los dos grupos se pararon en la escalinata de
la iglesia. Un hombre tomaba un video desde unos metros de distancia y a
su izquierda un fotógrafo con trípode tiraba fotos.

Con una perfecta y rápida organización, ya en la acera, formaron filas
de a dos, con unas flores en la mano. Eso se hizo en segundos y me
parecía que cada pareja tenía asignado previamente su lugar. El silencio
era absoluto; nada de consignas; nada de gritos. La vanguardia llevaba
una gran bandera cubana. Mi impresión es que se trataba de una ceremonia
bien organizada. En los rostros de esas mujeres no había el más mínimo
rastro de odio, ni de temor. Eran como sesenta caras de una placidez
firme, mirando al frente, sin sonrisas, pero trasluciendo cierta
felicidad íntima.

Caminaron a paso normal por Quinta Avenida y doblaron a la izquierda en
la calle 27. No vi asomo de policías, ni de tropas especiales. La
comunidad católica quedó, básicamente, dentro del templo en los trámites
de despedida propios de las iglesias cristianas.

Entré de nuevo en el bonito templo, ahora semivacío donde el párroco
José Félix, viejo conocido mío, era consultado por feligreses tardíos.
Al final me acerqué e improvisé una despedida de ocasión: "Padre, dígale
a los obispos, en especial a su Eminencia Cardenalicia, que los quiero y
los respeto mucho. Que continúan siendo mis pastores. Dígales, además,
que no estoy de acuerdo con la pastoral política que le están imponiendo
a la Iglesia cubana. Y por favor cuide a las "muchachitas". Adiós".

Me siento en paz, con la tranquilidad absoluta que da el deber cumplido.
Orgulloso y agradecido porque Dios me permitió viajar y encontrarme con
esas valerosas mujeres que desarrollan cada domingo un drama épico
generalmente ignorado, que la historia se encargará de valorar en su
justa dimensión.

Médico cubano.

Source: SANTIAGO CÁRDENAS: Un encuentro con las Damas de Blanco en La
Habana | El Nuevo Herald -
http://www.elnuevoherald.com/opinion-es/opin-col-blogs/opinion-sobre-cuba/article41572899.html

No hay comentarios:

Publicar un comentario