Relaciones Cuba-EEUU: Enfoque sistémico
ENRIQUE PATTERSON
La cercana desaparición biológica de los Castro, unida a una sociedad
cubana cínica y descreída por un lado y, por otro, los profundos cambios
económicos y tecnológicos a nivel global sumados a las tímidas reformas
económicas en curso, sitúan a Cuba a las puertas de un posible cambio de
régimen. No sabemos si el que emerja será democrático pero parece claro
que la dictadura actual cambiará,-ya vemos los atisbos- de carácter.
Lo que menos le interesa a EEUU en ese escenario es una atmósfera de
inestabilidad; ya sea bajo la forma de un vacío de poder propiciador de
un puente para el narcotráfico o de una guerra civil con su
correspondiente oleada de refugiados a las costas del Sur de la Florida
o la necesidad de una intervención armada si ocurriese un levantamiento
popular y su previsible genocidio. Norteamérica se protege de Cuba al
precio de ponerle al castrismo agonizante un suero de morfina económica.
Eso explica restablecimiento de las relaciones diplomáticas desde el
punto de vista de los intereses norteamericanos. No tiene, en absoluto,
nada que ver con el establecimiento de una democracia en Cuba aunque eso
sea, a largo plazo, deseable.
Desde la perspectiva de los creadores del régimen castrista, se trata de
elemental sobrevivencia. Quieren morir en Cuba, donde nadie les pida
cuenta de sus demasiados crímenes y la destrucción de un país que
recibieron en mejores condiciones que el desastre actual. De donde único
puede Cuba sobrevivir económicamente es a partir de restablecer su
relación económica con su mercado natural, los EEUU. Ideológicamente el
castrismo claudica.
Sin embargo, el argumento con el que el gobierno del Presidente Obama y
ciertos grupos de intereses pretenden vender la racionalidad de esa
política no parece convincente. Tratan de hacernos creer que el giro se
debe a la búsqueda de un mejor futuro para el pueblo cubano, propiciando
el cambio democrático en la isla de otra manera. El argumento es
pedestre: la primera potencia mundial dice dar un giro de ciento ochenta
grados en su política exterior no por su legítimo interés nacional, sino
para beneficiar al pueblo - ya casi en harapos- de una isla cuya
economía se desintegra y cuyos ciudadanos huyen a donde puedan, fuera de
sus fronteras, o sueñan con huir. La política anterior decía querer
salvar a los cubanos del castrismo por asfixia, ahora por oxígeno.
Aunados al interés nacional norteamericano aparecen una serie de
intereses proactivos y reactivos. Entre los primeros, están los
empresariales norteamericanos que buscan un legítimas ganancias con la
posibilidad de la apertura de nuevos mercados; el beneficio que pueda
tener el pueblo cubano – y lo tendrá en alguna medida- sería colateral
dependiendo de muchos factores, pero el interés de inversores y
mercaderes radica en su ganancia. Hay grupos de intereses- también
económicos- cubanoamericanos que desean aterrizar aliados a sus primos
neo-castristas a los que ven, por edad y posicionamientos, llegados al
poder. Ese interés se disfraza con versitos patrióticos (eso es lo
criticable) sobre el bien de la patria. El argumento, mecanicista, aduce
que el desarrollo del mercado generaría democracia ¿Cómo en Viet Nam o
China?
Entre los reactivos aparecen los que, en nombre de la democracia, acusan
a Estados Unidos de "traición", provocando la risa. Los EEUU no van a
traicionarse. Se equivocaron aquellos que le dejaron a Norteamérica la
tarea de resolverles el problema que, como cubanos, tenían y tienen en
Cuba. Un grupo minoritario, influyente pero local, no tiene el poder (no
somos judíos) para hacer que la primera potencia mundial actúe en contra
de sus intereses nacionales. Sin embargo, aún se está en capacidad de
lograr parte de sus objetivos si actuaran a favor de la tendencia.
En el nuevo escenario enfrentar al castrismo precisa cierto enfoque
sistémico y, en esa dirección, valoro la propuesta del Representante
Mario Díaz Balart de legislar que se impida el comercio con entidades
económicas cubanas asociadas a los militares. Si el régimen castrista
desea avanzar en la relación económica con EEUU, puede cambiar el
carácter de esas empresas vendiéndolas, o convirtiéndolas en empresas
públicas. Está bien que se comercie con el país, no con su ejército.
En idéntico enfoque, asumiendo que el interés por el pueblo cubano fuera
cierto aunque subsidiario, sería útil una legislación que impida a las
empresas norteamericanas contratar a sus empleados a través del estado
cubano, convertido – en este caso- en agencia de trabajo. Esa función
del estado es una forma de control ciudadano que combinaría el control
totalitario de la ciudadanía con la explotación más despiadada del
trabajador. Se regresaría al sistema del esclavo alquilado del siglo
XIX. Norteamérica trata de acabar con las secuelas de la esclavitud en
su territorio, no debería propiciar su re-edición en la Cuba del siglo XXI.
Oponerse a las relaciones, o impedir el financiamiento de la embajada no
tiene sentido político, pero legislar desde esas relaciones para impedir
que el castrismo se perpetúe sí. El resto, la democracia en Cuba, es
tarea exclusiva de los cubanos. Si creen que la merecen.
Source: ENRIQUE PATTERSON: Relaciones Cuba-EEUU: Enfoque sistémico | El
Nuevo Herald El Nuevo Herald -
http://www.elnuevoherald.com/opinion-es/article25847728.html
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