El cascabel y el gato: El extraño juego de trabajar en Cuba
Posted on 29 abril, 2014
Por Leonardo Padura*
Hace años los cubanos formularon una máxima para describir su relación
laboral con el Estado: tú (el Estado) haces como que me pagas y yo (el
ciudadano) hago como que trabajo.
De esa forma tan sintética y precisa se resume la reciprocidad de los
trabajadores con los salarios irrisorios, totalmente insuficientes, que
reciben por su condición de obreros, técnicos y profesionales
dependientes del principal empleador existente en el país, o sea, el Estado.
Pero, además, la sentencia popular refleja algo más profundo y grave que
una cuestión de supervivencia o de defensa.
Sus resultados repercuten en asuntos tan vitales para la economía
nacional como la baja productividad y la ineficiencia laboral, el éxodo
de determinados sectores y del país, la baja calidad de la producción y
los servicios y hasta la corrupción y el "desvío" de recursos de muchos
de los que pueden llevarse algo (tiempo, dinero, materiales) de sus
centros de trabajo y mejorar con ello sus condiciones de vida.
Ruptura de la comunicación
Pero, siguiendo con la lógica de las consecuencias del enunciado, habría
incluso que ir un poco más allá, porque las posiciones atribuidas, en la
sentencia mentada, a los empleados y al Estado también son el reflejo de
una forma de vivir de los primeros y de gobernar del segundo, en las
cuales parece haberse impuesto un quiebre de la comunicación en uno y
otro sentido. Como si jugaran un partido de fútbol con dos pelotas… o
con ninguna.
Esa ruptura de comunicación, o de falta de códigos de entendimiento, no
significa, por supuesto, falta de control.
Por el contrario: el Estado sigue siendo todopoderoso en tanto forma una
sólida trinidad con el gobierno y el partido único y, por ende, tiene en
su arbitrio casi todas las decisiones, no solo macro, sino incluso
muchas que afectan la vida personal de los individuos, entre ellas su
capacidad económica de consumo y su nivel de vida.
El Estado decide en Cuba qué actividades pueden realizarse al margen de
su tutela y, con una ley tributaria de elevados porcientos de pago, casi
hasta lo que pueden ganar quienes no laboran directamente para él, o
sea, los trabajadores por cuenta propia.
Además, los precios de todos los productos (incluidos los que no se
venden en la red comercial oficial, que toman como referencia los
precios oficiales) tienen cotas fijadas por la dirección económica del
país a los niveles que ellos deciden o necesitan, que en muchas
ocasiones (a veces hasta justificadas por precios internacionales de
ciertos productos) están divorciados de la realidad económica del ciudadano.
Caída en picada
En ese juego extraño, que se convirtió en alarmante y casi que
permanente desde los años de la crisis profunda de la década 1990, el
nivel de vida de la mayoría de los ciudadanos del país ha caído en
picada toda vez que, aun cuando los salarios en ocasiones se han
duplicado o triplicado, el costo de la vida se ha multiplicado por 10,
20 y hasta más veces.
Baste como medida de todas las cosas recordar que mientras el salario
promedio ronda los 500 pesos, el precio que un trabajador debe pagar por
una libra de carne de cerdo –en ocasiones la única proteína animal a la
que tiene acceso– subió de los 5 pesos del mercado paralelo de los años
1980 a los 30, 35, 40 en que hoy se cotiza, según su calidad. Algo así
como la décima parte de un salario por solo medio kilogramo de carne de
cerdo…
Todo lo que el Estado o los mercados alternativos ofertan a la población
viene grabado con esas elevadas tarifas.
Por eso, para la mayoría de la gente que depende de salarios estatales
la simple subida de los precios de los productos de aseo se puede
convertir en una tragedia mensual, mientras que las cifras fijadas para
la venta "liberada" de automóviles son como ver una película de "La
guerra de las galaxias", de contra sin subtítulos, en que seres extraños
hablan de cosas incomprensibles.
El cascabel al gato
El Estado cubano ha reconocido que los salarios son insuficientes para
pagar el costo de la vida. También ha repetido que mientras la
productividad y la eficiencia de la economía doméstica no se eleven, es
imposible aumentar las cifras salariales para toda la masa de empleados
públicos y obreros.
Pero la realidad de ambos reconocimientos va en carros opuestos en la
circunferencia de la estrella del parque de diversiones (que para nada
resulta divertido): es imposible que uno alcance al otro, a menos que se
cambie mucho la estructura fijada.
Y mientras eso no suceda, mientras no haya la correspondencia y el
entendimiento necesarios, continuarán manifestándose la ineficiencia, la
baja productividad, la chapucería y la indolencia que se advierte en
diversas esferas de la actividad laboral estatal cubana.
Mucha gente seguirá haciendo como que trabaja sin trabajar, robándose lo
que pueda o emigrando tras el dinero que le puedan pagar otras tareas… u
otros empleadores, dentro o fuera del país. Esa es la única forma que
tiene la gente de ponerle el consabido cascabel al gato incapturable del
viejo refrán.
**Este artículo apareció en La esquina de Padura y se publica en
CaféFuerte con el consentimiento de su autor.
Source: El cascabel y el gato: El extraño juego de trabajar en Cuba |
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